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Severino-Di-Giovanni.-El-idealista-de-la-violencia%20(1)

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<strong>Severino</strong> <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong>. <strong>El</strong> <strong>i<strong>de</strong>alista</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> violenciaLos dos oficiales lo sujetaban fuertemente <strong>de</strong> los brazos levantándolosen peso para evitar una caída. Con un a<strong>de</strong>mán algo brusco se soltó <strong>de</strong> los oficialesque lo conducían efectuando por sus propios medios los últimos pasos hacia elbanquillo. Luego, lentamente, hasta con cierta displicencia tomó asiento en elmismo. Apoyó fuertemente <strong>la</strong> espalda contra el alto respaldo <strong>de</strong>l sillón, como siquisiera probar su comodidad. Y luego se quedó contemp<strong>la</strong>ndo tranqui<strong>la</strong>mentelos preparativos, con el cuerpo en <strong>de</strong>scanso, un poco inclinado hacia a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte.Cuando avanzó el pelotón que había <strong>de</strong> fusi<strong>la</strong>rlo, miró <strong>de</strong>tenidamente atodos los soldados.Una vez sentado y el pelotón a su frente, se acercó a él un soldado con <strong>la</strong>venda en <strong>la</strong>s manos. Llegó hasta él por <strong>la</strong> espalda. Le puso <strong>la</strong> venda sobre los ojospero <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong> le dijo:— No quiero que me ponga <strong>la</strong> venda.Pero como el soldado insistiera, hizo un gesto brusco con <strong>la</strong> cabeza.Entonces el soldado se retiró <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> atarlo al banquillo con una soga que lecruzaba el pecho a <strong>la</strong> tercero<strong>la</strong>.Cuando el pelotón estaba listo para apuntar y el sargento dio por señas<strong>la</strong> or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> apuntar, <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong> se afirmó fuertemente contra el respaldo <strong>de</strong>lbanquillo. Levantó <strong>la</strong> cabeza. Puso todos los músculos en tensión y luego,irguiéndose todo lo que le fue posible concretó en un grito su últimopensamiento. Y fue así que en el angustioso silencio <strong>de</strong>l momento, un gritoagudo partió <strong>de</strong> su garganta:— ¡Evviva l’anarchia!Segundos <strong>de</strong>spués, el jefe <strong>de</strong>l pelotón bajaba <strong>la</strong> espada y el cuerpo <strong>de</strong> <strong>Di</strong><strong>Giovanni</strong> era atravesado por 8 ba<strong>la</strong>zos. Al recibir <strong>la</strong> <strong>de</strong>scarga, un poco <strong>de</strong> humoque salió <strong>de</strong> su pecho marcó el sitio <strong>de</strong> los impactos. Su cara se contrajo en unamueca violenta <strong>de</strong> dolor. Una reacción muscu<strong>la</strong>r lo hizo levantarse un poco <strong>de</strong>lbanquillo para caer luego pesadamente hacia el costado izquierdo. <strong>El</strong> respaldo<strong>de</strong>l banquillo saltó hecho astil<strong>la</strong>s. Un gran charco <strong>de</strong> sangre inundó el asientocayendo al suelo.Un aullido atroz <strong>de</strong>sgarra el silencio: son los presos <strong>de</strong> <strong>la</strong> cárcel que se<strong>de</strong>spi<strong>de</strong>n <strong>de</strong> su compañero”.“Sobre el césped—dice, por su parte, <strong>la</strong> crónica <strong>de</strong> “L’Italia <strong>de</strong>lPopolo”— se mueve todavía. Aunque tenía el pecho atravesado <strong>de</strong> proyectilesno murió instantáneamente. Se le acerca el sargento y le da el tiro <strong>de</strong> gracia.Preciso y eficaz. Un estremecimiento <strong>de</strong>l cuerpo que queda inmóvil. Son <strong>la</strong>s5.10. <strong>El</strong> doctor Cirio, médico <strong>de</strong> <strong>la</strong> prisión, el director <strong>de</strong> <strong>la</strong> penitenciaría y otraspersonas se aproximan. <strong>El</strong> médico constata <strong>la</strong> muerte y extien<strong>de</strong> el certificado.Dos hombres le quitan los grillos y le vuelven a poner <strong>la</strong>s zapatil<strong>la</strong>s. Los

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