Severino-Di-Giovanni.-El-idealista-de-la-violencia%20(1)
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El fines el texto de la defensa del teniente primero Franco, que fue sumiendoen sorpresa y luego en indignación a los miembros del tribunal militar:“Excelentísimo tribunal: vengo sin rebeldías ni temores a hacer ladefensa de un hombre, la que me ha sido ordenada de oficio. En primer término,reitero mis respetos a los dignos militares que integran este tribunal y pido desdeya excusas si en razón de mi condición de militar y no de hombre de derecho,hiciera afirmaciones que por estar desprovistas de eufemismos puedan pareceraudaces. Recuerdo en estos instantes la respuesta del conde de Campomanes alos reyes de España cuando instado a decir las causas de los desequilibriosfinancieros del reino afirmó que eran producidos por los desarreglos de la Corte.A manera de excusa dijo después hablar rectamente Campomanes: disculpeVuestra Excelencia si me he excedido en el trato. Esta misma frase feliz se meocurre ahora aunque el escenario y las causas son distintas. Pero ya aplico lafrase pidiendo por adelantado excusas por si me excediese en el trato”.Este preámbulo provoca ya la intranquilidad en el tribunal. Enel rostro del coronel Risso Patrón hay una sombra de preocupación.Franco continúa impasible: “No traigo intenciones mezquinas nipropósitos aviesos. Soy un hombre de armas, celoso de la disciplina y del ordensocial, animado por un profundo amor a mi patria. Y porque sé lo que estosignifica en el concierto mundial, hablo pues sin rebeldías ni temores. Voy ahacer en primer término una cuestión de competencia de este tribunal. Creo queno es de su competencia el delito imputado a Severino Di Giovanni. La leymarcial tiene su origen en las monarquías europeas cuya disciplinas estánreñidas en absoluto con la disciplina de los gobiernos republicanos. Por otraparte, la ley marcial sólo está prevista para los casos de conmoción interna gravede guerra o de grandes desastres públicos que pongan en peligro la estabilidadsocial. La Argentina no está en el caso de una guerra. Desde La Quiaca hastaTierra del Fuego, desde el Atlántico a las Cuevas, el orden es una realidadclaramente perceptible. No se justifica pues, la aplicación de la ley marcial”.El acusado —de aspecto atrayente, con la chaqueta rota que ledeja ver el pecho vendado y que tiene que estar en una posición forzada,con los músculos en tensión por el modo en que ha sido esposado a laespalda— ha comenzado a mirar con interés a ese tenientito desconocido,de cara pálida, que está poniendo cada vez más nerviosos a losmiembros del tribunal.“El orden y la normalidad rigen en la vida del país —continúaimperturbable el oficial defensor—. De la Revolución triunfante del 6 desetiembre surgió un nuevo gobierno cuyo acto fundamental al iniciarse,alentado por el calor popular, fue hacer pública fe de su respeto a la Constitución
Severino Di Giovanni. El idealista de la violenciade la República. El poder Judicial está en pleno ejercicio de sus derechos yatribuciones. Un militar está al frente del P. E. como pudo estarlo un civil.Expresión del pueblo es el gobierno que nos rige. No existe aquí ningunadictadura militar. El camino pues, para los delincuentes comunes estáclaramente fijado cuando deben dar cuenta a la justicia de los actos delictuosos.Las constancias acumuladas prueban a mi juicio la afirmación que formuloestableciendo que Di Giovanni no agredió a la policía sino que contestó a laagresión de ésta.”En este punto, el presidente del tribunal llama al oradorpidiéndole que se atenga estrictamente al tema. Pero Franco parece nohaberlo oído y continúa imperturbable: “En efecto, salía el acusado de laimprenta ubicada en un sótano de la calle Callao. Tomó hacia Corrientesmientras el dueño del negocio tomaba hacia Sarmiento. Di Giovanni percibió laproximidad de agentes de investigaciones. Notó que había sido reconocido. Noatacó al agente sino que, dándose vuelta huyó en dirección contraria, haciaSarmiento. Otro pesquisa quiso detenerlo. Se inició el tiroteo contra él. Tomó DiGiovanni por Sarmiento en busca de Río Bamba. Pueblo y agentes se ibansumando en la persecución. El, sin embargo, no había hecho uso del arma hastaque en la calle Río Bamba, entre Sarmiento y Cangallo un agente quisodetenerlo. Dio Di Giovanni vueltas a un auto allí estacionado, perseguido por elagente y sólo disparó cuando se creía perdido. En ese momento la emociónviolenta se hizo cada vez más intensa. Llegó hasta el local de la calle Cangallodonde se introdujo. Estaba como enloquecido según lo declaró el dueño del hotelque avisó en seguida a la policía de que en su negocio había entrado un loco. Asílo calificó. Todo lo demás no lo recuerda. ¿Cuántas bocas de revólveresdispararon contra Di Giovanni? ¿Quién pudo matar a la pobre niña en laesquina de Callao y Sarmiento cuando el perseguido recién usó su arma cerca deRío Bamba y Cangallo?”.En este punto se oyen murmullos de desaprobación por partede los jefes policiales presentes, entre ellos el propio subprefecto de laPolicía, doctor David Uriburu, primo hermano del presidenteprovisional. Trata de intervenir el presidente del Tribunal, pero Francocontinúa sin alterarse: “Por ello afirmo que Di Giovanni no fue el agresor sinoque actuó repeliendo una agresión policial. A ésta se agregó la lógicaindignación popular cuando se enteró de la herida producida a la infeliz niñacuyo deceso toca las fibras más íntimas del corazón”.Di Giovanni seguía mirándolo y escuchándolo cada vez másprofundamente, como si no creyera lo que está presenciando.“De los cinco testigos —prosiguió Franco— cuatro que ha depuesto
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<strong>Severino</strong> <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong>. <strong>El</strong> <strong>i<strong>de</strong>alista</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> violencia<strong>de</strong> <strong>la</strong> República. <strong>El</strong> po<strong>de</strong>r Judicial está en pleno ejercicio <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>rechos yatribuciones. Un militar está al frente <strong>de</strong>l P. E. como pudo estarlo un civil.Expresión <strong>de</strong>l pueblo es el gobierno que nos rige. No existe aquí ningunadictadura militar. <strong>El</strong> camino pues, para los <strong>de</strong>lincuentes comunes estác<strong>la</strong>ramente fijado cuando <strong>de</strong>ben dar cuenta a <strong>la</strong> justicia <strong>de</strong> los actos <strong>de</strong>lictuosos.Las constancias acumu<strong>la</strong>das prueban a mi juicio <strong>la</strong> afirmación que formuloestableciendo que <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong> no agredió a <strong>la</strong> policía sino que contestó a <strong>la</strong>agresión <strong>de</strong> ésta.”En este punto, el presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l tribunal l<strong>la</strong>ma al oradorpidiéndole que se atenga estrictamente al tema. Pero Franco parece nohaberlo oído y continúa imperturbable: “En efecto, salía el acusado <strong>de</strong> <strong>la</strong>imprenta ubicada en un sótano <strong>de</strong> <strong>la</strong> calle Cal<strong>la</strong>o. Tomó hacia Corrientesmientras el dueño <strong>de</strong>l negocio tomaba hacia Sarmiento. <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong> percibió <strong>la</strong>proximidad <strong>de</strong> agentes <strong>de</strong> investigaciones. Notó que había sido reconocido. Noatacó al agente sino que, dándose vuelta huyó en dirección contraria, haciaSarmiento. Otro pesquisa quiso <strong>de</strong>tenerlo. Se inició el tiroteo contra él. Tomó <strong>Di</strong><strong>Giovanni</strong> por Sarmiento en busca <strong>de</strong> Río Bamba. Pueblo y agentes se ibansumando en <strong>la</strong> persecución. <strong>El</strong>, sin embargo, no había hecho uso <strong>de</strong>l arma hastaque en <strong>la</strong> calle Río Bamba, entre Sarmiento y Cangallo un agente quiso<strong>de</strong>tenerlo. <strong>Di</strong>o <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong> vueltas a un auto allí estacionado, perseguido por e<strong>la</strong>gente y sólo disparó cuando se creía perdido. En ese momento <strong>la</strong> emociónviolenta se hizo cada vez más intensa. Llegó hasta el local <strong>de</strong> <strong>la</strong> calle Cangallodon<strong>de</strong> se introdujo. Estaba como enloquecido según lo <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ró el dueño <strong>de</strong>l hotelque avisó en seguida a <strong>la</strong> policía <strong>de</strong> que en su negocio había entrado un loco. Asílo calificó. Todo lo <strong>de</strong>más no lo recuerda. ¿Cuántas bocas <strong>de</strong> revólveresdispararon contra <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong>? ¿Quién pudo matar a <strong>la</strong> pobre niña en <strong>la</strong>esquina <strong>de</strong> Cal<strong>la</strong>o y Sarmiento cuando el perseguido recién usó su arma cerca <strong>de</strong>Río Bamba y Cangallo?”.En este punto se oyen murmullos <strong>de</strong> <strong>de</strong>saprobación por parte<strong>de</strong> los jefes policiales presentes, entre ellos el propio subprefecto <strong>de</strong> <strong>la</strong>Policía, doctor David Uriburu, primo hermano <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nteprovisional. Trata <strong>de</strong> intervenir el presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Tribunal, pero Francocontinúa sin alterarse: “Por ello afirmo que <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong> no fue el agresor sinoque actuó repeliendo una agresión policial. A ésta se agregó <strong>la</strong> lógicaindignación popu<strong>la</strong>r cuando se enteró <strong>de</strong> <strong>la</strong> herida producida a <strong>la</strong> infeliz niñacuyo <strong>de</strong>ceso toca <strong>la</strong>s fibras más íntimas <strong>de</strong>l corazón”.<strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong> seguía mirándolo y escuchándolo cada vez másprofundamente, como si no creyera lo que está presenciando.“De los cinco testigos —prosiguió Franco— cuatro que ha <strong>de</strong>puesto