Severino-Di-Giovanni.-El-idealista-de-la-violencia%20(1)
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Severino Di Giovanni. El idealista de la violencia“1.-¿El terrorismo anónimo que hiere al azar, puede ser considerado unarma del movimiento anarquista?2.- ¿Los asaltos y robos a bancos y pagadores y demás, tienen algúnbeneficio para las ideas y para el movimiento anarquista o soncontraproducentes?3.- ¿Cuál es su actitud en el caso especial de la bomba del consuladoitaliano de Buenos Aires?4.- El socorro a los presos por cuestiones sociales ¿debe o no destinarsea todos los presos en general?5.- La solidaridad íntima y completa con los presos ¿no estácondicionada por la naturaleza de la causa que les llevó tras las rejas? ¿Podemossentirnos igualmente comprometidos ante el preso que cometió unacontravención a las leyes burguesas que nosotros estamos también dispuestos acometer, como el que cometió un acto que repudiamos? ¿Está en idénticasituación el preso por un delito de ideas, que el caído por un asesinato o un robovulgar?6.- ¿Puede parangonarse el hecho de un Radowitzky o de un Wilckens117con el terrorismo puesto en acción en los últimos años en Buenos Aires?”En ese otoño, Severino seguirá refugiado en Carlos Casares. Losencuentros de los dos enamorados son muy esporádicos. El perseguidoy la muchacha vigilada estrechamente por sus padres y su hermanomayor deben extremar su imaginación para poder encontrarse en mediode esa sociedad enemiga. Esos momentos están descritos así en la cartaque él le dirige a América el 8 de mayo de 1929: “Paso revista a todas lashoras pasadas juntos, siempre con la vertiginosa premura del relámpago: ¡llegary desaparecerá; recibir tus besos, besarte y después, la separación...! Jamás haberpodido vivir un largo encuentro, estar juntos hasta el cansancio y despuésrecomenzar nuevamente... vivir las horas cotidianas una después de otra...dejarse acariciar con tanta ternura... amarnos y amarnos tanto, tanto... mirarsehasta el espasmo, abrazarse fuerte en un lazo indisoluble... quererse con tantocariño, mucho, pero mucho hasta decir basta para luego recomenzar todo desdeun principio...”.A él a veces le asalta el deseo de huir de todo su presente ymarcharse con ella sólo a disfrutar del amor: “Llevarte conmigo —leescribe— secuestrarte de tu planta en flor y llevarte a mi jardín siempre floridode tantas maravillas, de tantas bellezas, de tantos amores diversos. Porquecontigo tendré la fuerza de crear tanto: belleza, cantos, luz, rayos, fantasías,danzas, coloraciones, verdes, flores, y amor, mucho amor...”.
La lucha es siempre amargaLos esporádicos encuentros aumentan la pasión y desesperaciónde los enamorados: “Tú, buena amiga mía, oh, mi dulce compañera,no puedes jamás imaginar cómo aumenta el bien en mi caída cada vez que te veo.En cambio de apagarse momentáneamente el incendio que me devora, cada unode nuestros encuentros, cada uno de nuestros coloquios, cada uno de nuestrosabrazos no sirven más que para dar alimento a la llama encendida de mi corazón.Y el alimento consume, devora, quema, arde, arde tanto y no sabe darme ningúnbálsamo restaurador, ningún refresco delicioso, ninguno de los tantos minutosde reposo que sólo podré anhelar cuando estes junto a mí, en cada instante, encada latido de nuestros corazones”.El otoño va avanzando y va dejando sin flores a los enamorados:“Es siempre bello ofrecer flores a la amada lejana”, le escribe Severino aAmérica con la misma fecha: “Cuando esté más cerca te ofreceré otras floresmás frescas, como aquellas que siempre tuve cuidado de hacerte llegar en loscoloquios que tan seguido teníamos en los primeros tiempos de nuestro amor.Ahora no podemos más hacer así. Nos debemos contentar con las flores secas,marchitas, las únicas que nos podemos permitir entre los pliegos de algunashojas escritas velozmente y confiadas al espacio restringido que nos deja el sobremuy pequeño para contener el jardín que tú mereces”.Ese joven de energías inacabables no podía soportar laproximidad de un invierno: “Las flores que te envío son de otoño, como lashojas también. Pero no creas que yo también estoy en el otoño. Todo lo contrario.El amor es eterna primavera. Jamás puedo permitir la entrada de cualquiera otraestación. Y te puedes figurar con mi juventud siempre ardiente y rebelde...”.Es en esos días cuando Severino recibe la noticia de la muerte deEttore Aguggini, en la penitenciaría de Alghero, en Italia, a los 26 años deedad. Hacía ocho que estaba encerrado allá por ser uno de los autores dela explosión en el teatro Diana de Milán. En una carta a América,escribirá Severino sobre él: “¡Pobre muchacho! Intentó comprender y hacercomprender una época de oscurantismo que debía ser al mismo tiempo tambiénla tumba de todas las conquistas sociales y de tantas luchas civiles; en cambio, lallama de su faro ideal lo quemó con toda la exasperación de una sublime pasión.Hace ya dos años que otro hermano espiritual nos dejaba: Paolo Flores. Tambiénél besado por sólo 26 primaveras. Capullos cortados en el vigor de la propiabelleza. Aquellos dos ojazos de Ettore no refulgen más tras los torbellinos denuestra acción iconoclasta. El presidio cerdeño de Alghero y la tuberculosis lohan quitado de nuestro afecto. ¡Pobre muchacho tan grande! Su corazóngeneroso e incomprendido no palpita más entre nosotros. Adiós”. 118
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La lucha es siempre amargaLos esporádicos encuentros aumentan <strong>la</strong> pasión y <strong>de</strong>sesperación<strong>de</strong> los enamorados: “Tú, buena amiga mía, oh, mi dulce compañera,no pue<strong>de</strong>s jamás imaginar cómo aumenta el bien en mi caída cada vez que te veo.En cambio <strong>de</strong> apagarse momentáneamente el incendio que me <strong>de</strong>vora, cada uno<strong>de</strong> nuestros encuentros, cada uno <strong>de</strong> nuestros coloquios, cada uno <strong>de</strong> nuestrosabrazos no sirven más que para dar alimento a <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ma encendida <strong>de</strong> mi corazón.Y el alimento consume, <strong>de</strong>vora, quema, ar<strong>de</strong>, ar<strong>de</strong> tanto y no sabe darme ningúnbálsamo restaurador, ningún refresco <strong>de</strong>licioso, ninguno <strong>de</strong> los tantos minutos<strong>de</strong> reposo que sólo podré anhe<strong>la</strong>r cuando estes junto a mí, en cada instante, encada <strong>la</strong>tido <strong>de</strong> nuestros corazones”.<strong>El</strong> otoño va avanzando y va <strong>de</strong>jando sin flores a los enamorados:“Es siempre bello ofrecer flores a <strong>la</strong> amada lejana”, le escribe <strong>Severino</strong> aAmérica con <strong>la</strong> misma fecha: “Cuando esté más cerca te ofreceré otras floresmás frescas, como aquel<strong>la</strong>s que siempre tuve cuidado <strong>de</strong> hacerte llegar en loscoloquios que tan seguido teníamos en los primeros tiempos <strong>de</strong> nuestro amor.Ahora no po<strong>de</strong>mos más hacer así. Nos <strong>de</strong>bemos contentar con <strong>la</strong>s flores secas,marchitas, <strong>la</strong>s únicas que nos po<strong>de</strong>mos permitir entre los pliegos <strong>de</strong> algunashojas escritas velozmente y confiadas al espacio restringido que nos <strong>de</strong>ja el sobremuy pequeño para contener el jardín que tú mereces”.Ese joven <strong>de</strong> energías inacabables no podía soportar <strong>la</strong>proximidad <strong>de</strong> un invierno: “Las flores que te envío son <strong>de</strong> otoño, como <strong>la</strong>shojas también. Pero no creas que yo también estoy en el otoño. Todo lo contrario.<strong>El</strong> amor es eterna primavera. Jamás puedo permitir <strong>la</strong> entrada <strong>de</strong> cualquiera otraestación. Y te pue<strong>de</strong>s figurar con mi juventud siempre ardiente y rebel<strong>de</strong>...”.Es en esos días cuando <strong>Severino</strong> recibe <strong>la</strong> noticia <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong>Ettore Aguggini, en <strong>la</strong> penitenciaría <strong>de</strong> Alghero, en Italia, a los 26 años <strong>de</strong>edad. Hacía ocho que estaba encerrado allá por ser uno <strong>de</strong> los autores <strong>de</strong><strong>la</strong> explosión en el teatro <strong>Di</strong>ana <strong>de</strong> Milán. En una carta a América,escribirá <strong>Severino</strong> sobre él: “¡Pobre muchacho! Intentó compren<strong>de</strong>r y hacercompren<strong>de</strong>r una época <strong>de</strong> oscurantismo que <strong>de</strong>bía ser al mismo tiempo también<strong>la</strong> tumba <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s conquistas sociales y <strong>de</strong> tantas luchas civiles; en cambio, <strong>la</strong>l<strong>la</strong>ma <strong>de</strong> su faro i<strong>de</strong>al lo quemó con toda <strong>la</strong> exasperación <strong>de</strong> una sublime pasión.Hace ya dos años que otro hermano espiritual nos <strong>de</strong>jaba: Paolo Flores. Tambiénél besado por sólo 26 primaveras. Capullos cortados en el vigor <strong>de</strong> <strong>la</strong> propiabelleza. Aquellos dos ojazos <strong>de</strong> Ettore no refulgen más tras los torbellinos <strong>de</strong>nuestra acción iconoc<strong>la</strong>sta. <strong>El</strong> presidio cer<strong>de</strong>ño <strong>de</strong> Alghero y <strong>la</strong> tuberculosis lohan quitado <strong>de</strong> nuestro afecto. ¡Pobre muchacho tan gran<strong>de</strong>! Su corazóngeneroso e incomprendido no palpita más entre nosotros. Adiós”. 118