Severino-Di-Giovanni.-El-idealista-de-la-violencia%20(1)
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Severino Di Giovanni. El idealista de la violenciaveintena de víctimas. El hecho fue irracional y monstruoso pero llevadoa cabo por dos hombres de excelente moral, intachables en su conducta,que creían profundamente en los ideales de paz y dignidad humana.¿Qué es lo que había pasado por sus cabezas?Gaetano Salvemini, político demócrata italiano, profesor dehistoria de la Universidad de Harvard, uno de los fundadores de laMazzini Society en Estados Unidos, inspirada en los principiosdemocráticos-liberales, describirá un cuarto de siglo después laimpotencia de la resistencia antifascista en aquellos años. “¿Qué cosa sepodía hacer?” se pregunta, y describe la realidad italiana: “Los fascistasestaban armados, obedecían a comandos centrales y se podían concentrarrápidamente en grandes masas en los puntos elegidos precedentemente encamiones facilitados por las autoridades militares y por los empresariosprivados, y sofocar a sangre y fuego toda oposición. Los atentados locales contraellos no servían de nada. El pobre diablo que en un pequeño centro rural matabaa un fascista de poca importancia —que en el fondo era un pobre diablo comoél— no resolvía ningún problema general, al contrario, agravaba la situaciónlocal. Un llamado telefónico bastaba para que llegaran en pocas horas, diez,quince, veinte camiones cargados de hombres armados provenientes de regionesvecinas. Y empezaba el incendio de viviendas, palizas, fusilamientos, actosbrutales de crueldad. Una región que tuviese un experiencia atroz de esta claseno osaba moverse más. Toda tentativa de protesta provocaba una nueva‘expedición punitiva’. El secreto de la victoria fascista estuvo en eso: el teléfono yel camión.Las reacciones de masa fueron las huelgas de protesta. Las hubo, y¡cuántas! Pero no servían de nada. No se podía vivir en constante estado dehuelga. Después de un día o dos se debía volver al trabajo si se quería comer.Además que las huelgas provocaban nuevas ‘expediciones punitivas’, a lascuales no era posible resistir. La huelga ‘económica’ se propone un fin inmediatobien claro. Una huelga ‘política’ de protesta sirve sólo si la protesta puede por lomenos amedrentar a las autoridades políticas. En la Italia de ese entonces, laautoridad política, apenas comenzaba una huelga, dejaba mano libre a losfascistas y permitían las más feroces represiones.Así, tres mil hombres y mujeres fueron masacrados desde fines del año1920 hasta fines de 1922 en una batalla desordenada, en la cual los fascistas noperdieron más de trescientos hombres. ¡Un fascista por cada diez antifascistas!”Esa era la situación. Ante esa violencia de arriba no se podíaesperar otra cosa que la violencia de abajo, aunque no llevara a nada. Yno se podía esperar a que ésta fuera planeada, estratégica,
La lucha es siempre amargaquímicamente pura. El mismo Salvemini se mostrará más tarde107partidario del atentado político en la lucha contra los tiranos.Para analizar el problema de los atentados, pues, se debía teneren cuenta ese estado de cosas y correr con el riesgo, además, queocurrieran tragedias como la del teatro Diana y como las del Consulado.Esto es lo que Virgilia D’Andrea quería hacerles entender a los hombresde “La Protesta”. Estaba el ejemplo de Malatesta, quien había señaladoque el atentado del Diana no podía defenderse pero él sí habíadefendido con todo ardor a los autores del hecho cuando estos cayeron108presos. En su respuesta a Virgilia D’Andrea, Diego Abad de Santillánle señala que entiende los argumentos de ella y que si bien repudia elatentado del Diana, respeta a sus autores. Aunque añade: “Pero en lo quese refiere a la bomba del consulado italiano condenamos tanto la bomba, un actode cobardía e irresponsabilidad, como a los presuntos autores, instigadores o loque sean (...) Desde lejos los compañeros se empeñan en ver en ese atentado unacto de rebeldía; nosotros, desde cerca, no vemos ahí más que el fruto de unaenajenación mental, la acción cobarde de algún degenerado o algo peor todavía.La amiga Virgilia incurre en el defecto de los que han visto el atentado desde lejosy lo interpretaron como una protesta contra el fascismo, nosotros, desde cerca,estimamos que no hay tal protesta ni tal rebeldía; no hay más que un exabruptode un loco o un sinvergüenza o de alguien que nosotros no podemos reconocercomo a un miembro de la familia anarquista”. Finaliza su nota Santillán conuna nueva insinuación contra el perseguido: “A nosotros nadie nos acusótodavía de haber abandonado nuestro puesto de lucha ni de haber vivido delcuento de las persecuciones. Sabemos cuál es nuestro deber y cuál es nuestra109responsabilidad”.Lo que no explica el redactor de “La Protesta” es por quérespetaba a los autores del atentado del Diana y no al autor del atentadoal Consulado. ¿Acaso el del Diana no había sido mucho másirresponsable, más fácil y había ocasionado víctimas todas inocentes?¿Al del Consulado se lo podía considerar un atentado terroristameramente, o un atentado político fracasado? ¿Acaso no estaba dirigidocontra los máximos representantes del fascismo y uno de ellos, unreconocido represor? ¿Ante lo problemático y negativo de ambos actos,no había rasgos más positivos en este último? Pero entrar en la discusiónde detalles no era ya posible en ese ambiente de odio personal y orgullosheridos. ¿Por qué, además, tanta rigurosidad si “La Protesta” no habíasufrido ninguna persecución —ni sus redactores— por ese motivo? Señalque la policía y la opinión pública estaba en claro que de allí no habíansalido los autores.
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<strong>Severino</strong> <strong>Di</strong> <strong>Giovanni</strong>. <strong>El</strong> <strong>i<strong>de</strong>alista</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> violenciaveintena <strong>de</strong> víctimas. <strong>El</strong> hecho fue irracional y monstruoso pero llevadoa cabo por dos hombres <strong>de</strong> excelente moral, intachables en su conducta,que creían profundamente en los i<strong>de</strong>ales <strong>de</strong> paz y dignidad humana.¿Qué es lo que había pasado por sus cabezas?Gaetano Salvemini, político <strong>de</strong>mócrata italiano, profesor <strong>de</strong>historia <strong>de</strong> <strong>la</strong> Universidad <strong>de</strong> Harvard, uno <strong>de</strong> los fundadores <strong>de</strong> <strong>la</strong>Mazzini Society en Estados Unidos, inspirada en los principios<strong>de</strong>mocráticos-liberales, <strong>de</strong>scribirá un cuarto <strong>de</strong> siglo <strong>de</strong>spués <strong>la</strong>impotencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> resistencia antifascista en aquellos años. “¿Qué cosa sepodía hacer?” se pregunta, y <strong>de</strong>scribe <strong>la</strong> realidad italiana: “Los fascistasestaban armados, obe<strong>de</strong>cían a comandos centrales y se podían concentrarrápidamente en gran<strong>de</strong>s masas en los puntos elegidos prece<strong>de</strong>ntemente encamiones facilitados por <strong>la</strong>s autorida<strong>de</strong>s militares y por los empresariosprivados, y sofocar a sangre y fuego toda oposición. Los atentados locales contraellos no servían <strong>de</strong> nada. <strong>El</strong> pobre diablo que en un pequeño centro rural matabaa un fascista <strong>de</strong> poca importancia —que en el fondo era un pobre diablo comoél— no resolvía ningún problema general, al contrario, agravaba <strong>la</strong> situaciónlocal. Un l<strong>la</strong>mado telefónico bastaba para que llegaran en pocas horas, diez,quince, veinte camiones cargados <strong>de</strong> hombres armados provenientes <strong>de</strong> regionesvecinas. Y empezaba el incendio <strong>de</strong> viviendas, palizas, fusi<strong>la</strong>mientos, actosbrutales <strong>de</strong> crueldad. Una región que tuviese un experiencia atroz <strong>de</strong> esta c<strong>la</strong>seno osaba moverse más. Toda tentativa <strong>de</strong> protesta provocaba una nueva‘expedición punitiva’. <strong>El</strong> secreto <strong>de</strong> <strong>la</strong> victoria fascista estuvo en eso: el teléfono yel camión.Las reacciones <strong>de</strong> masa fueron <strong>la</strong>s huelgas <strong>de</strong> protesta. Las hubo, y¡cuántas! Pero no servían <strong>de</strong> nada. No se podía vivir en constante estado <strong>de</strong>huelga. Después <strong>de</strong> un día o dos se <strong>de</strong>bía volver al trabajo si se quería comer.A<strong>de</strong>más que <strong>la</strong>s huelgas provocaban nuevas ‘expediciones punitivas’, a <strong>la</strong>scuales no era posible resistir. La huelga ‘económica’ se propone un fin inmediatobien c<strong>la</strong>ro. Una huelga ‘política’ <strong>de</strong> protesta sirve sólo si <strong>la</strong> protesta pue<strong>de</strong> por lomenos amedrentar a <strong>la</strong>s autorida<strong>de</strong>s políticas. En <strong>la</strong> Italia <strong>de</strong> ese entonces, <strong>la</strong>autoridad política, apenas comenzaba una huelga, <strong>de</strong>jaba mano libre a losfascistas y permitían <strong>la</strong>s más feroces represiones.Así, tres mil hombres y mujeres fueron masacrados <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fines <strong>de</strong>l año1920 hasta fines <strong>de</strong> 1922 en una batal<strong>la</strong> <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada, en <strong>la</strong> cual los fascistas noperdieron más <strong>de</strong> trescientos hombres. ¡Un fascista por cada diez antifascistas!”Esa era <strong>la</strong> situación. Ante esa violencia <strong>de</strong> arriba no se podíaesperar otra cosa que <strong>la</strong> violencia <strong>de</strong> abajo, aunque no llevara a nada. Yno se podía esperar a que ésta fuera p<strong>la</strong>neada, estratégica,