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Comandante de una sedicente<br />
revolución que perdió su rumbo en<br />
cualquier recodo de la historia. La<br />
fecha de esta pérdida puede ser<br />
elegida a la carta.<br />
Y el contraste esencial de esta<br />
evolución resalta más cuando nuestra<br />
vida política ha incorporado con<br />
evidente fruición una figura poco<br />
apreciable: la del poeta que mata en<br />
nombre de los ideales, o que poetiza<br />
la muerte de propios y ajenos para<br />
satisfacer un paradigma escasamente<br />
poético.<br />
Menoyo, el guerrero, no funda<br />
la tradición pacífica, pero hace algo<br />
igual de importante: deslegitima la<br />
guerra para alcanzar fines políticos,<br />
que son siempre fines civiles. Él<br />
prevalece aquí en ese punto crucial<br />
que indicará la entrada posible de<br />
Cuba en una era de civilidad política.<br />
Entiéndase bien: no es que en el<br />
mundo no se practique la guerra<br />
como continuación de la política por<br />
otros medios �el único aforismo<br />
cínico que conozco de tradición<br />
alemana�, sino que Cuba es de los<br />
pocos lugares en el mundo donde se<br />
considera a la guerra como la<br />
fórmula por excelencia de hacer<br />
política. La conversión de Menoyo<br />
resalta contra ese fondo casi<br />
primario.<br />
Cuando Fidel Castro le dice en<br />
1984 a Felipe González que no lo<br />
soltaba de la prisión porque no podía<br />
liberarle para que a las dos semanas<br />
apareciera en Miami otra vez<br />
dirigiendo a Alpha 66, revelaba dos<br />
cosas: su incapacidad congénita para<br />
ver la política como controversia<br />
cívica entre modos diferentes de<br />
entender y gestionar la convivencia,<br />
y su falta de imaginación para<br />
percibir que desde la guerra se<br />
puede evolucionar hacia la paz: paz,<br />
leída correctamente como<br />
desautorización moral de la muerte,<br />
no como ausencia de confrontación.<br />
Quizá el hecho de escribir en<br />
prisión El radarista, un libro hecho<br />
para su hija Patricia Menoyo, esté en<br />
el origen de este cambio de armas<br />
�recordemos que en el acto de<br />
escribir radica el momento de<br />
serenidad que caracteriza, aunque<br />
no es suficiente, la mentalidad<br />
pacífica, incluso cuando se escriba<br />
desde la rabia. Cierto o no, sin<br />
embargo, nada es más importante<br />
para fundamentar una posición, que<br />
la legitimidad que le otorgan los que<br />
hasta ayer la negaban con sus actos.<br />
La prevalencia de Menoyo yace<br />
en este recambio fundamental.<br />
Importante fenómeno para calibrar<br />
la relación éxito-‐fracaso en la<br />
política cubana, y para sopesar dicha<br />
relación en términos de valores. Lo<br />
que lleva a un análisis en una<br />
perspectiva política de fondo.<br />
Se entiende que Fidel Castro<br />
tuvo éxito donde Gutiérrez Menoyo<br />
fracasó. A mí me interesa invertir el<br />
lugar de cada quien en este pro-‐<br />
ceso político casi infantilmente<br />
malogrado. Pero antes una<br />
consideración general.<br />
Fidel Castro y Gutiérrez<br />
Menoyo comparten de alguna ma-‐<br />
nera el fracaso de los guerrilleros.<br />
Estos parecen excelentes en la<br />
táctica de la guerra física contra<br />
sus enemigos, sobre todo si se tra-‐<br />
ta de la guerra irregular, no en las<br />
consideraciones de política estratégi-‐<br />
ca. Dos guerrilleros famosos, Ernesto<br />
Guevara y Fidel Castro, y uno que no<br />
lo fue tanto, Gutiérrez Menoyo, no<br />
demostraron su capacidad para lo<br />
que se llama construcción de Estados