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m i a m i 2 0 1 2<br />

j o r g e e n r i q u e l a g e<br />

miami<br />

HACE UNAS SEMANAS ESTABA MIRANDO las desoladoras imágenes que ponía la te-‐<br />

levisión cubana tras el paso del huracán Sandy por el oriente de la Isla. La llamada<br />

ciudad héroe estaba por los suelos. Pura devastación, la devastación que se repite.<br />

Sin pensarlo mucho me puse a hojear el último número de La noria, que en su por-‐<br />

tada dice: NO. 4 SANTIAGO DE CUBA 2012.<br />

Contando el número cero, apenas cinco ediciones en tres años: ya con eso La noria<br />

es quizás la mejor revista literaria de Cuba. Si todavía queda algo heroico en San-‐<br />

tiago, me dije, es este lacónico cuaderno, ideado y editado por los poetas Oscar<br />

����� �� ����� ������ ��������� ����������� ��� ��������� ��<br />

como dice el agente Buenaventura, personaje de una novela inédita de Rolando<br />

Sánchez Mejías, de la que este número 4 adelanta un par de fragmentos.<br />

Páginas más adelante, La noria incluye un par de poemas de Katerina Seligmann.<br />

¿Quién es, por cierto, Katerina Seligmann (Miami, 1983)? ¿Qué quiere? En uno de los<br />

poemas dice: ���������� ������������ ������ �� ����� ��� ���� ��<br />

ocasionarte París / pero me sale ������ .<br />

No he dejado de darle vueltas a estos versos. Miami como algo que sale. Una onda<br />

quiero escribir pero me sale Miami. Lo mío no es la literatura, lo mío es Miami.<br />

Miami como sustancia excremental, como una irresistible pulsión trash. ¿Hay algún<br />

sitio más trash que Miami en la imaginería insular?<br />

Este año, allí precisamente, murió el escritor cubano que más sabía de esto. Aun-‐<br />

que tal vez él hubiera preferido que lo llamáramos no-‐escritor cubano. Aunque, pa-‐<br />

ra ser exactos, no murió en Miami sino en Playa Albina, un sitio que está en Miami<br />

y que sin duda alguna es Miami, pero que también es la utopía más radical de la li-‐<br />

teratura cubana de las últimas décadas.<br />

Cuando pienso en Playa Albina, esa invención de Lorenzo García Vega (Jagüey<br />

Grande, 1926 -‐ Miami, 2012), el hábitat definitivo y último de su escritura, pienso<br />

en un suburbio estadounidense que esconde en su interior un suburbio fantasmal. Y<br />

pienso en el propio García Vega hurgando en un solar yermo, como un mu-‐<br />

tante, como un buzo mutante, respirando restos, despojos, desperdicios.

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