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Pudiéramos seguir con anotaciones acer-‐ En las novelas y cuentos de Piñera, co-‐<br />
ca de piezas memorables como El filántropo, mo en Kafka, hay seres fantasmales y en ace-‐<br />
Falsa alarma, Dos viejos pánicos o Los siervos cho, pero no enfrentados a los alienantes<br />
�publicada en Ciclón en noviembre de 1955 mecanismos burocráticos, sino a su propia<br />
y excluida de su Teatro completo�, pero realidad personal o colectiva, en la que pre-‐<br />
preferimos que lo intente el lector tras leer o dominan mutilaciones, dobles y antropof a-‐<br />
asistir a las reposiciones teatrales en ocasión gias. Su obra, ajena a religiones e ideologías,<br />
del centenario de su natalicio.<br />
invierte los cánones y presenta al cuerpo por<br />
No solo en el teatro Virgilio actúa como encima del alma, un alma hipotética en la<br />
un renovador despiadado contra la tradición. que Dios está ausente, y el hombre se halla<br />
Sus novelas y cuentos, personalísimos y a ve-‐ frente a la realidad como un hereje que des-‐<br />
ces proféticos, corroboran el uso de otras deña las supervivencias teológicas y obvia lo<br />
claves en la recreación de la realidad, claves divino.<br />
que parten de su peculiar estilo y estética, y Esa mirada herética es apreciable en las<br />
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-‐ novelas La carne de René y Pequeñas manio-‐<br />
���� , como aconsejara Rialta a su hijo José bras y en cuentos inauditos como El viaje, un<br />
Cemí en Paradiso. La crítica ha anotado que viaje paródico al vacío por toda la Isla; dispa-‐<br />
en la copiosa obra piñeriana no aparecen ratado y sarcástico. Temas alegóricos al ab-‐<br />
complacencias, gratuidades ni embelesos surdo existencial (La condecoración, Tadeo o<br />
narcisistas para llegar a lo bello o atrapar al El balcón); el cuerpo (La carne, Las partes y<br />
lector. En su caso, la hiperbolización está en La caída); la muerte (El enemigo, El que vino<br />
función de la alerta, la lucidez crítica, y des-‐ a salvarme y El crecimiento del señor Madri-‐<br />
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-‐ gal); el ambiente homofóbico (La rebelión de<br />
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los enfermos) y, en menor medida, el sexo<br />
Se ha dicho también que fue un decons-‐ (El cambio), figuran en estas obras redivivas<br />
tructivista que navegó a contracorriente, se-‐ de Virgilio Piñera, quien al fin pasa del trote<br />
ducido por lo diferente y lo grotesco; casi al galope en la literatura cubana.<br />
siempre mordaz y extraño a pesar de su len-‐<br />
Pero no solo en sus piezas teatrales y<br />
guaje sencillo de hondura reflexiva y giros narrativas es palpable la movilidad temática,<br />
inesperados, tan divergente a la grandilo-‐ su constancia escritural y la poética del ab-‐<br />
cuencia verbal de Lezama Lima, cuya tras-‐ surdo. Piñera fue un poeta de estilo coloquial<br />
cendencia reconoció en 1970 en un artículo de gran aliento personal y obsesionado con<br />
sobre Paradiso. Virgilio, lector de Kierker-‐ su entorno, evidente en su extraordinario La<br />
gard, el autor de Diario de un seductor y El isla en peso, un grito contra los límites de la<br />
concepto de la angustia, se anticipó en sus insularidad, es decir, la Isla como angustia<br />
piezas al Teatro del Absurdo liderado por Io-‐ destinada al saqueo y a la indiferencia de sus<br />
nesco, sobre todo en Electra Garrigó (escrita habitantes. Cuestión recurrente en el breve y<br />
en 1943 y estrenada en 1948) y Falsa alarma alegórico Isla. En otros versos canta al sufri-‐<br />
(1957).<br />
miento femenino (Solicitud de canonización<br />
de Rosa Cagí, María Viván), al paisaje como<br />
recurso de la memoria (Palma negra, El jar-‐<br />
dín) o deviene creacionista en Solo de piano.