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Hen<br />
r y<br />
Y como un eco repite desde La boca lo<br />
de Homenajes ahora, ¿para qué?, Yunier<br />
López, actor transfigurado en Piñera, en este<br />
monólogo amargo obra del difunto Tomás<br />
González. La boca fue un contraste muy<br />
fuerte con el otro unipersonal inspirado en<br />
Virgilio, Un jesuita de la literatura, por la<br />
evidente amargura que el actor dejaba fluir,<br />
siempre a tono con las realidades del Virgilio<br />
Piñera de Tomás González, y de estos<br />
momentos de ahora �realidades muy<br />
similares, lamentablemente.<br />
La boca es un mesiánico que al<br />
comienzo es la expresión de lo que la<br />
mayoría siente, aclara su actor. ¿Cuántos<br />
fusilamientos harán falta para que un país<br />
pueda progresar?, se pregunta luego. El<br />
público se remueve en los asientos.<br />
No conocí a Piñera, y mis ideas sobre su<br />
personalidad son ecos culturales de lo que he<br />
leído o escuchado sobre él. Por eso no me<br />
atrevo a escoger, entre La boca y Un jesuita<br />
de la literatura, los dos grandes monólogos<br />
sobre Virgilio, cuál de las dos lo representó<br />
mejor. Aunque lo serio y amargo del primero<br />
se acerca más a las circunstancias en que<br />
vivió Piñera, hay que admitir que en el<br />
segundo Oswaldo Doimeadiós encanta más,<br />
por su intensa personalidad histriónica, y la<br />
cierta vis cómica que ni lo más agrio alcanza<br />
a impedir en él. Un observador puntilloso<br />
hubiera sugerido reducir el tiempo de alguno<br />
de esos instantes de desdoblamiento. Y en el<br />
texto, adaptado por Carlos Díaz �también el<br />
director� y Norge Espinosa, había señales<br />
para todos, incluso para esos falsos artistas<br />
que están con Dios y con el Diablo hoy, dicen<br />
�sí� y mañana �no� (palabras de Doimeadiós<br />
en la obra).<br />
Hen<br />
r y<br />
Cons Cons<br />
tan tan<br />
tín<br />
tín<br />
La puesta que cerró el Festival fue Aire<br />
frío, por Carlos Celdrán y su Argos Teatro.<br />
Más bien debió llamarse Aire asfixiante: es lo<br />
que exhala ese texto escrito por Piñera �que<br />
no es culpa de él, sino de la Cuba en que le<br />
tocó vivir, e incluso, de la que está<br />
celebrando el centenario�, en el que una<br />
familia cubana se retuerce en vidas<br />
conflictivas, grises, y frustradas por diversas<br />
miserias. Yuliet Cruz, rostro joven y famoso,<br />
atrajo con su desenvoltura y sus tristezas,<br />
que la mayoría del público compartía y<br />
disfrutaba masoquistamente. La gente salió<br />
de allí bastante contenta y relajada, a pesar<br />
de que vio desfilar el trauma de unas<br />
personas en derrumbe y desesperanza, y un<br />
coprotagonista avejentándose en eterna<br />
infidelidad, mintiendo y amenazando �¿suena<br />
familiar?�, interpretado muy bien por Pancho<br />
García. ¡Cincuenta años, para qué?, clamó<br />
Yuliet en uno de esos instantes atrevidísimos<br />
de Aire frío. Silencio general.<br />
¡CON MORINGA O SIN MORINGA, EL PAÍS<br />
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(verso que debía ser<br />
rimado y repetía cada noche Renecito de la<br />
Cruz durante las fiestas nocturnas del<br />
evento). Los teatros camagüeyanos se<br />
llenaron esos días; incluso la ruina infinita<br />
que es el Avellaneda �incapacidad estatal<br />
para devolverle el rostro que la capacidad<br />
privada le hizo un día, ese es el resumen de<br />
los males de un teatro antiguo y majestuoso.<br />
Este teatro se colmó �de personas, porque<br />
polvo siempre tiene� para dos obras de corte<br />
experimental y actuadas por jóvenes : La<br />
mujer de cuerpo y leche �pésima, a pesar de<br />
la valentía escénica de una actriz muy joven,<br />
y del contenido que parecía enfocarse contra<br />
la violencia de género� y Antigonón: un<br />
contingente épico.