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l as<br />
caras<br />
d e<br />
l a<br />
luna<br />
Edmundo D esnoes<br />
LOS HECHOS HABLAN PERO HABLAN en diferentes lenguas.<br />
Yolanda los vivió y ahora Farr los manosea y da colores y las<br />
formas del recuerdo. Acerca la brasa a sus sardinas, como<br />
todos inexorablemente, si tenemos emociones e ideas, tra-‐<br />
bajamos la realidad.<br />
Yolanda Farr, para empezar, es parte y juez de la vida<br />
estética, cultural y política de Memorias del subdesarrollo.<br />
Su actuación es inseparable de la versión cinematográfica<br />
de mi novela. La considero imborrable y expresiva. Así ima-‐<br />
giné a la esposa de Sergio cuando trabajé el guión con Ti-‐<br />
tón, mi amigo muerto que ya no puede responder, más de<br />
cuarenta años más tarde, a su versión del proceso de filma-‐<br />
ción y edición. Yo también soy parte y juez y quiero decir<br />
algunas cosas que me asaltaron después de la lectura del<br />
fragmento de las memorias de ella. No son necesariamente<br />
la última palabra o la verdad absoluta. Son mis aproxima-‐<br />
ciones.<br />
Lo repito, Yolanda Farr es y será para siempre una in-‐<br />
terpretación auténtica de mi personaje, inclusive de la es-‐<br />
cena central con la grabadora subrepticia que escribí espe-‐<br />
cialmente para revelar sus gestos superficiales y sus pro-‐<br />
fundos sentimientos. Algunos piensan que su interpretación<br />
es melodramática y sobreactuada, pero como esposa bur-‐<br />
guesa de Sergio la admiro y encuentro estrellada, genuina.<br />
Especialmente para destacar la crueldad del narrador de la<br />
novela, que utiliza a su mujer como conejillo de Indias.