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Pues no obstante su esmerada edu-‐<br />

cación, currículum en la ESSO, y antes en el<br />

Servicio de Inmigración norteamericano en<br />

La Habana, donde trabajó cinco años, más<br />

su hoja revolucionaria de gran linaje, siem-‐<br />

pre Naty en su día laboral posterior al 59<br />

fue un trabajador más, nunca un director<br />

de peso, mucho menos dirigente político.<br />

Tal vez (ella no habla de esas cosas), mo-‐<br />

desta por naturaleza como es, se negó a<br />

salir del anonimato, o tal vez el Partido<br />

juzgó inoportuno mostrarla en público. Una<br />

mujer así, con su pasado, aparecida en un<br />

noticiero de la TV informando o convocan-‐<br />

do a algo, podría hacer recordar cosas que<br />

tal vez fuera mejor, pensando patriótica-‐<br />

mente, darlas por no sucedidas, archivarlas<br />

junto con la paternidad verdadera de María<br />

Mantilla (al parecer, hija del Apóstol José<br />

Martí con la esposa de un amigo). De todos<br />

modos, al llegar Naty a la edad de jubilar-‐<br />

se, lo hizo con pensión de moncadista.<br />

Oficialmente, hoy vive en el olvido:<br />

parecida a esas tumbas donde por fin se<br />

borraron las inscripciones. Ya no la invitan<br />

a los actos conmemorativos del 26 de julio.<br />

Su hija Alina, que, sorprendiéndola, prota-‐<br />

gonizó a fines del 93 una fuga espectacular,<br />

permanece en Miami librando una tenaz<br />

guerra por el cambio en su patria. Mumín,<br />

la hija de Alina, su única nieta, a la que<br />

crió, también vive en Miami desde los días<br />

de la fuga de su madre; Natica murió, y ella<br />

ha dejado de fumar; pero sigue teniendo<br />

decenas de amigos, casi todo escritores y<br />

artistas que la aman, que ven en ella una<br />

musa, o mejor, que ven en ella lo que ella<br />

es y ha sido siempre: un soplo, una inspira-‐<br />

ción. Pero, también, un curioso ejemplo de<br />

paciencia, o de un deber muy extraño en el<br />

que pareciera irle la vida.<br />

Cuando millones de seres en el mun-‐<br />

do estamos hoy seguros de que la revolu-‐<br />

ción que en sus inicios la tuviera en su ca-‐<br />

becera es un tren que ya pasó, ella, cre-‐<br />

yéndolo o porque en el fondo pertenezca a<br />

la raza de los músicos del Titanic, lo niega,<br />

replica, alega, declara de lo más seria que<br />

es ahora cuando empieza a llegar y<br />

hasta jura oír los pitazos del tren en<br />

la curva anunciando su entrada.<br />

Equivocada o no, es así. Es Naty. Sen-‐<br />

cillamente Naty Revuelta: todavía de pie,<br />

esperando, en el andén de sus sueños.<br />

M i p e r s o n a j e<br />

i n o l v i d a b l e

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