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Había que reunir agua potable: botes,<br />
botellas, cubos, vasos, la bañera, la<br />
lavadora... Todo se llenaba de agua como si<br />
en pocas horas el sentido de la vida no fuese,<br />
justamente, escapar del agua huracanada.<br />
Algunos limpiaban los viejos quinqués �<br />
aquellos de la alfabetización salían de los<br />
trasteros�, o preparaban las cocinas de<br />
carbón o las reservas de queroseno; otros<br />
buscaban toallas ajadas para poner bajo las<br />
puertas, mientras les gritaban a sus hijos que<br />
aún merodeaban por el barrio que ya era<br />
hora de encerrarse; y otros, con docilidad de<br />
rumiante, recogían sus maletas, subían el<br />
colchón y el refrigerador a la barbacoa, y se<br />
iban a tocar a la puerta del familiar más<br />
cercano o del vecino, dejando la casa bien<br />
cerrada.<br />
Los que se negaban a abandonar sus ruinas<br />
serían más tarde obligados, a punto de<br />
empezar el diluvio, a trasladarse a los<br />
refugios estatales, salvo que simularan<br />
haberse marchado antes: se enterraban en el<br />
fondo de sus casas y allí esperaban lo que<br />
Dios les tenía reservado. (A media noche<br />
podías presentir los gritos de la vecina, como<br />
un aullido más del viento...)<br />
Las enemistades de barrio pactaban treguas<br />
pasajeras para evitar el infierno de una<br />
convivencia obligatoria: la familia del<br />
Encargado de Vigilancia, que desde la acera<br />
de enfrente nos miraba con ojeriza durante<br />
todo el año y apenas nos insinuaba un saludo<br />
de ronda, pasaba los ciclones en mi casa a<br />
instancias de mi padre. Su casa de madera<br />
llevaba amenazando caerse en cada<br />
temporada ciclónica, pero seguía en pie<br />
milagrosamente.<br />
d í as<br />
d í as d í as d e<br />
d í as d e c i clones d e<br />
dce i clones<br />
c i clones d í as<br />
c i dclones í as d í as d e<br />
d í as d e c i clones d e<br />
dce i clones<br />
c i clones<br />
c i clones<br />
Para mí, eran días de jugar sin horarios con<br />
la hija del Vigilante; para mis padres, de<br />
esconder cuanto objeto podría llamar la<br />
atención de los invitados, previendo que tras<br />
el período de agradecimiento, nos pusieran<br />
una denuncia. En uno de los últimos ciclones<br />
que arrasó la Isla, y tras haberse declarado el<br />
país Zona de Desastre por la ONU, la casa fue<br />
finalmente derrumbada por sus propios<br />
dueños a golpes de mandarria: solo sería<br />
reconstruida por el Estado si se contabilizaba<br />
como daños de la tormenta. En aquel ciclón<br />
muchas puertas se dejaron entreabiertas...<br />
Había que cocinar toda la comida de la<br />
nevera �los tres trozos de pollo, el filete que<br />
quedó solitario, el picadillo del mes�,<br />
porque una vez que entrara el ciclón<br />
cortarían la electricidad y el gas de la calle y<br />
quién sabe cuánto tardarían en reponer los<br />
servicios, sobre todo si los estragos al<br />
tendido eléctrico, ya de por sí una madeja<br />
desgreñada colgando de antiguos postes de<br />
madera, fueran considerables.<br />
Después de una semana de no poder<br />
encender el fogón, surgían hermandades<br />
circunstanciales: algunos vecinos organizaban<br />
hogueras para cocinar las últimas provisiones<br />
a punto de descomponerse y repartirlas por<br />
el barrio. En el 2004 celebré mi cumpleaños<br />
en medio de este aquelarre comunitario, con<br />
el huracán Iván de categoría 5 como banda<br />
sonora. Varias tormentas, ciclones,<br />
huracanes o simples aguaceros torrenciales<br />
me sorprendieron en vísperas de mis<br />
cumpleaños, con apagones y toques de<br />
queda. Nacer en temporada ciclónica te<br />
predestinaba una fuerza cíclica y<br />
devastadora: eso quería pensar para no<br />
leerlo por el lado del infortunio.