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EL ÁNGEL Q UE SE LO LLEVÓ UNA TORMENTA LLAMADA SANDY<br />
ANA LUISA RUBIO<br />
Un ángel, sólo un ángel, eso era.<br />
Para un niño de 4 meses que se ha ido:<br />
para Roldán Barrio Colomé.<br />
Toda su felicidad estaba en ese abrazo con aroma simple que emana del pecho<br />
espumoso y limpio de mujer que recién amamanta.<br />
En ese abrazo tibio, mezcla de la rudeza de los siempre pobres con la ternura de los<br />
sanos de espíritu, bastaba su universo.<br />
Ahí encontraba su risa completa que todavía amagaba en gorgoreos improvisados.<br />
En esa voz que lo arrullaba cantando todos los sonidos del agua, se mecían en un<br />
compás el almizcle y la canela de sus sueños ni siquiera definidos.<br />
Era un ángel, eso era, sólo un ángel.<br />
No sabía de tormentas, no entendía del peligro. Sólo de colores del arco iris de<br />
lluvia y vientos de cigüeñas le habían dicho.<br />
Todavía los centímetros de su vida no habían crecido sin gotearse.<br />
Cómo podía saber de diferencias de cunas olvidadas, cómo explicarle de un poder<br />
podrido y harapiento de alma, si no conocía más letra que la que susurraba en<br />
aquella tonada dulce que apenas le brotaba: ma-‐má...<br />
Era muy temprano para enseñarle de llantos y de lobos; su nana le escondía la<br />
tristeza y el odio debajo de un pañal usado.<br />
Todo lo que sabía le cabía en dos puñitos.<br />
Su nana sólo le contaba de baños templados de colonias, de salpullidos sin talco y,<br />
si el cuento era muy largo, él lo terminaba con la expresión soez de un eructo<br />
cantarino de barriga llena y satisfecha de tantos besos de amor.<br />
Era un ángel, sólo eso, ángel era.<br />
No le alcanzaron los días para recorrer la tierra descalzo y pararse sobre ella y<br />
descubrir su calor mojado, ni para sentirse importante con aquellos zapaticos de<br />
estreno que brillaron en esa vidriera de pueblo y que no pudo alcanzar a ver bien,<br />
porque andaba metido y enredado en aquel aparato que iba colgando de la espalda<br />
de su nana.<br />
Había que haberle dicho, había que haberlo asustado grande con pitos y matracas<br />
agoreras, para que esa noche sedienta, no extendiera sus pequeños brazos hacia esa<br />
sombra mala que como él no sabía, como era aún muy temprano, al ver sus ojitos<br />
alumbrando la noche en un relámpago, se enamoró de su inocencia y lo cargó en un<br />
ala y se lo llevó bien lejos, para jugar con él a las escondidas, allá, donde viven los<br />
ángeles.