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Bésame y vente conmigo - Universo Romance, el Portal

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medio tacón le sacaba a C<strong>el</strong>e un palmo. De jóvenes, los domingosla llevaba a tomar <strong>el</strong> aperitivo al bar de la plaza; él siempreun vermut, <strong>el</strong>la siempre una Mirinda. Y C<strong>el</strong>e la lucía orgullosod<strong>el</strong> bracete, como si quisiera decirle al mundo entero: «Esta esmi señora».El hijo de C<strong>el</strong>e, padre de C<strong>el</strong>ia y Susana, sacó la altura materna.Hijo único, al acabar la mili se reenganchó en <strong>el</strong> cuerpode Infantería de Marina como cabo especialista y se casó conRosita, su novia de toda la vida. Ahora era suboficial en la reserva.Desde que <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o enviudó vivía con <strong>el</strong>los en Cartagena.Las nietas habían salido bien plantadas, como <strong>el</strong> padre y laabu<strong>el</strong>a. Porque Rosita era guapa de cara, pero más bien bajitay tirando a culona.Susana alzó la mano e hizo un gesto a sus padres para quese acercaran al corrillo. La pequeña de las hermanas vivía desdehacía casi un año en Tarabán. Trabajaba como enfermeraen <strong>el</strong> centro de salud comarcal. Y eso tranquilizaba bastantea su madre, que se preocupaba por que a su suegro le tirabamucho la tierra aragonesa y se empeñaba en pasar en <strong>el</strong>pueblo desde la primavera hasta bien entrado <strong>el</strong> otoño. Conochenta años, la nuera no quería que viviese solo. Por suerte,ahora estaba allí Susana para cuidar de él.Mientras Nico y <strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o conversaban muy animados, C<strong>el</strong>iay Álvaro intercambiaron unas cuantas miradas. Él le guiñóun ojo y por fin obtuvo de <strong>el</strong>la la preciosa sonrisa que tan bienrecordaba. Sintió un p<strong>el</strong>lizco de alivio en <strong>el</strong> estómago, porqueechaba de menos la complicidad que siempre tuvo con C<strong>el</strong>ia.Pero con tanta gente alrededor les fue imposible hablar denada personal.En un aparte, Rosita, la madre de las chicas, daba instruccionesa Susana para que vigilase las comidas d<strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o.—Y que no fume —concluyó.—A mí me quitas <strong>el</strong> tabaco, <strong>el</strong> vino con gaseosa y los huevosfritos con pan para mojar, ¡y ya me puedo morir! —protestabasu suegro.—Mujer —intervino su hijo—, a estas edades ya da igual.19

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