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Enero Nº 50 - Biblioteca Virtual El Dorado

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dad tétrica, fue Pedro Nicolás sacando, una a una todas las joyas de suama. En realidad allí estaban todas, a los pies del esqueldo.Quitó"e la c(linisa. J;xtendióla soblt~ la tierra húmeda, y aHí sobre(iqui:l mísero trapo, fueron cayendo las valio"as pn:nda" de oro purísimoque en otros tiempos perteneeieron a la linaj uda niet(l (le los marqueses dI'Casavalencia. Ca(h:nas, (',ollares, ardes, brazaletes, peineta", anillos y pnmdedores.Un tesoro cOIlipleto.Limpiando el ataúd de aquelbs alhajas mundan(is, y ohrando PedroNicolás como a impulsos de una voz ;;(:creta, (:omi~nzfi a dar golpe!: con elharri:tÚn al (:;;queleto di: Doña Soledad, con el objeto de desmenuzado o vol-\'erlo diminutos pedazos. .. para enterrar de una VI:Z alií., en aqui:l ataúd,el (:adávcr de su adorada Micaela. ,l\o tuvo que golpear mucho tiempo.<strong>El</strong> esqueleto desbarátose, en pocos minuto;; y quedó reducido a un maca.bro arrunw de huesos y cenizas que ocupaba poco espacio,Trajo entonces, el cadáver de Micada. Acomodólo como pudo en lacarcomida caja. ColÚcole el erucifijo sobre el pecho. TapÓ el ataúd y,LajandolÚ al hoyo como Dio;; k ayudó, comenzó a echar de nuevo li tierrasobre d. Había venido a husear oro, y lo había encontrado, pero en aquellaIJmpreSa había perdido a su esposa que era también oro puro en el horÌ:ontede su vida. <strong>El</strong> espíritu (le Doña Soledad Valencia se hahia ven.gado en aquella forma.Una hora despui:s el trabajo qw:dó concluido, y la losa y la ('ruz ('010-cadas de nu(:vo en su puesto. La lluvia también había terminado y a lolejos cantabaiilos gallo" anunciando la presencia de la madrugada.Pedro Nicolás i'nvolvió cuidadosamente en su camisa las preciosas joyas.T(¡inolaH en una mano, y en la otra las herramientas, y a paso lentoy desfalleciente encamin(¡:;e hacia la salida del camposanto. Iba como sonámbulo.Sentía que la cabeza le daba vuelta:;. No podía pensar. Unrèlro malestar hacía temblar su (:uerpo. Linicamente ¡,w daba cuenta de queiha eaminando. .. como por un inmenso tÚnel sin salida.Mediu minuto más y habíase salidu del cementerio, más no fui: así.De repente sintiÓ que dos garras aprisionaban su garganta, al tiempo queuna voz ronca le gritaba:-Rindase Ud.! Ríndase o lo estrangulo como a un perro!En este mismo instante un potente farol de mano fue encendido por al.guien, y Pedro Nicolás vió que ballábase frente a un hombre eorpulento yde rostro sanguinario que le miraha con un solo ojo, pues sobre el otrotenía un redondo tapón de cuero. i,:i desconocido llevaba además un som.brero de anchas alas, dos pistolas al cinto, y calzaba altas botas de caballería.Detrás de él había otros hombres igualmente vestidos.'PAGINA 60LOTERIA

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