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Enero Nº 50 - Biblioteca Virtual El Dorado

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LIONl!L W AFERte, y se pasaban del uno al otro sus arcos, sus flechas y todus ,-us arrm)s.En fin, el vérLigu nos abandonó a medida que bajamos.Habiendo llegado al pie de la montaña, hallamos un río que curre ha-(;ia el norte, y (;erca de d algunas casas de indios, quienes nos suministraroncon qué saLisfacer nuestro apetito. Eran las primeras casas que veíamoshacía :;ds días; pasamos aUi una noche, y diré de paso que tuve porcama una hamaca amarrada a dos árboles, y una hoja de plátano por cobertor.Partimos de allí al dia siguiente por la mañana, y Ileganios (1 la ríberadel mar en do:; horas. Cuarenta indios de los principales dd país se nosjuntaroii, y despLll:s de habernos dado la enhorabuena por nuestra felizllegada, nm; n:cibieron en sus casas. Estaban todos ataviados con sus máslienuosos vrstidos, los cuales consiste!; en largas batas blancas qm: baj anhasta el Lobillo. guarnecidas de franj as en su parte in ferior. Llevaban,además L1lla pica en la mano. Pero hahlaré más largo de todo (:sto cuandohaga la descripción del país, asi corno de todas las otras particularidadesque observé allí.Preguntamos primcro a los indios si llegarian navíos europcos. \oscontestaron que no sahían nada, pero que se informarían. Entonee:; llamarona uno de sus adivinos, quien se pn~paró con sus compaÌieros para evocaral diablo, a fin de saht:r cuándo llegaría algÚn navío: pues dlos sonaiuy expertos y háhiles en sus diabólicos conjuros. Lo primero que sehizo en la t:asa donde estábamos, fue hact:r una separacilii ("on hamacaspara 11tH: 1m; Paguél.wrf:s lasi llaman a los magos) pudiesf:n estar aparte.Gastaron alp;Ún tiempo en SL1S tortilegios, y les oímos dar gritos y aullidosespantosos; tan pronto imitaban el canto (le las aves como el grito de lashestia;;: unían H .~se ruido d de piedras y conchas que golpeahan entre si,) el de una e;;pecic, de tambores hechos de gaduas; toda esa algazara eraiicompaiiada del ruido dícordante prodLlcido por sartales de grandes huesosde animale;;: se ponían algunas veces a dar alaridos terribles, y de repentese quedahan en un profundo silencio. Después de haberse agitado mucho,sin ohtener ninguna respue:;ta, juzgaron que provenia de que nosotros estábamosen la casa; nos hicieron salir y comenzaron de nucvo toÚas sus cermuonias.No ohtuvieron mejor resultado en esta vez, lo que los obligíi alcabo de más de una hora a registrar nuestro departamento, en el cual encontraroiialgunos de nueslros vestidos colgados en la pared; los arrojaron conmucho dt:sdl,n fuera de la casa, y volvieron a su ejercicio. Pronto salieiuncon la respuesta; pero tan cubiertos de sudor, que se vieron obligadosa haIiarse (:n el río. En seguida nos pronunciaron el oráculo, leI cual de-PAGINA :n

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