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Enero Nº 50 - Biblioteca Virtual El Dorado

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VIAJES AL ISTMO DEL DARIENnio. AceptÓ las condiciones, y me prometiÓ, por otra piirle, que a nii vueltaharia por mí más de lo (iue yo podÙI esperar.Le d í las gracias y me despidiÓ al (lía sígui~nk con una escolta de"ieti: hoinbres vigorosos. Iban tambkn cuatro mujeres, que llevaron nuestrasprovisiom:s y mis vestidos: éstos consistían en una blusa cle I';n,) y unoscalzoiws, y los conservaba para i:uhrir nii desnu(Iez en ('aso (k vul.vi:r alp;lindía a verme entre los cristianos, pues aquí andaba casi desnudo como loss¡¡.lvaj(:s, y sus mujeres me habían pintado el cuerpo de pequeñas manehas;pUo no quise permitir que, para hacer indeleble la pintura, me picasen elcutis a la iiianaa de mi país.Partí, pues, 111 cerea clel mar dd Sur, donde Lacenta se divi:rtía cazêlndo,para (liriginne a su palacio, al que lkgué en unos quince ..tÙlS" congran contento (le mis compañeros, (¡\le me esperaban allí con impaciencia.Después de muchas salutaciones de ambas partes, y ale;unas lágrimm, que laalegria nos hizo derramar, Ieò reff:rí cÓnlO había obtenido mi libertad deLacenta y lo que le hahía pronwtido hacer a mi vuclta Esa noiicialoscontentó a todos, con la e!;peran:w de salir pronto de un país ,alvaje, (:nel que habíariios pasado tan largo tiempo.Yo nie fortale"í aquí algunos días, al cabo de los cuales pdllÍmos conuna huena escolta di: indios arniudos, que dehían conducimos ha(ja el mardel Norte.Atravesainos vanas montañas muy altus, pero la Últinui- les i:xc('(lía atodas; gastamos cuatro dias en subida" aunque había una qiw otni hoyada,Desde que llegamos a la cima, senil que la eabc:w me daba vueltas de unamanera extraña; ;'1 lo dij(, a mis compañeros y a los indios, tpiienes merespondieron que se halluban (,n el mismo ~:stado. Probablementp (,sto proveníadp la alLura exc~,siva de psa piontaña, y d(~ la siitileza del aii",. Creoque (,ra niás elevada que la que pasamos con el Capit,:¡n 5harp, y que aqlH~'Ha otra que Dampier y el resto dc los nuestros ¡¡lravcsaron a su vuelta: almenos las que hahí¡irnos pusiido nosparccieron m::¡s bajas que (:sta, y aiin.':tgunas veces las nieblas qiie hilbía de por medio nos impedían w:rlas; perocuando éstas llegalHHI a disiparsc y a e!ivarsc poco a poco hacia la eimade la montaña, las descubríamos confusamente.Supliqué a dos hombres que se colocasen sobre mis piernas, mii,ntrasyo miraha para abiijo iksde ese punto de la montaña, que me TMrpclO serel ni,:¡s perpendicular: pero no pude ver la eima a causa de las nid)las queinkrceptahaTl su vista.Los indios nos condujeron a un paso tun estrecho, que no" viin(lS PTlla iwecsidad de arrastarnos sentados; ello;: mismos emplearon este expedicn-PAGINA 36

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