LlONEL W AFER;,ecan el oro: tienen platos de madera, que hunden poco a poco en el agua,y que en parte llenan de arena. En seguida los retiran mañosamente ylos sacuden en redondo, lo que hace elevar la arena, que se sale con elagua por em:ima del borde del plato, mientras que el oro eae al fondo.Después de haberlo sacado del plato, lo hacen sear al sol, y cuando está~eco lo pilan en un morterq. En seguida lo extienden sobre papel, ycon uiia piedra de imán que pasan por encima, atraen todo el fierro (iuei;ontieiic. En fín, echan ese oro bien limpío en calabazos. Por otra parte,sÓlo se ocupaii en ese trabajo durante la estaeión seca, es decir, tresmeses del año, porque las fuertes lluvias que trae la estaciÓn húmeda arrastranel oro de lo alto de las montañas, y los ríos son impracticables a eaus¿,tle su profundidad; pero cuando el buen tiempo ha vuelto, sÓlo ha y unpie de agua. Tan pronto como esta labor ha terminado, los trabaj adores5e dirigen a Santa María en pequeñas embarcaciones, y hi: oído deeir aun español, a quien aprehendimos en esa ciudad, bajo el mando del eapitánSharp, que si la estaeÎÓn es buena traen hasta el peso de diez y ochoa veiiite mil libras de oro. Pero sea que recojan más o menos, la cantidadque se saca todos los años de esos ríos es increíble.Mis cuatro compañeroil se quedaban en la casa de Lacenta, mientrasyo me divertía con ('ste. Aun más, había llegado a merecer de tal manerasu consideración, que no queria ir a ninguna parte sin mi compañía; detal suerte (iue comprendí que su designio era detenerme todos los días de11lÎ vida. Este pensamiento me causó inquietud, pero lo oi:ulte lo mejor queme fue posible.L ina vez que estábamos cazando sucedió que hicimos levantar un saínoque fatigÚ cn balde a los naturales del país y a sus perros duranl,e la:nayor p¡irti: dd día, hasta que Lacenta, casi agotadas sus fui:rzas por faltade alimento, pdr¡~cili tan dJsgustado por el mal suceso di: ese dí,i, que di:-~eó con ardor qijl: si' pudiese hallar algún otro medio más rÚcil ¡¡ara tenerbuen ('xito eu la caza. 'Comprendía ya medianamente bien su lengua, y me serví de ('sa oca-,-'ón para ol)kner mi lihertad. Luego, pues, fJue le hice el dogi'j de nuf'Strosperros di,: Inglaterra, ofrecí a Lacenta traerle algunos SI quería !,prmitirmehacer un coito viaje. Icl se quedó un momento cortado ~i oir eslaproposiëiÓn; pero al fin ,juró por su diente, sobre el cual puso lo!', dedos,qUl: \" tendría mi lihertad y la de mis compañeros, con tal que le promeiieniy jurara por mi diente volver a casarme en Sil país, porque¡:1 sehabia comprometido a darme su hija, que no era aún núbil, en matrimo.PAGINA 35
VIAJES AL ISTMO DEL DARIENnio. AceptÓ las condiciones, y me prometiÓ, por otra piirle, que a nii vueltaharia por mí más de lo (iue yo podÙI esperar.Le d í las gracias y me despidiÓ al (lía sígui~nk con una escolta de"ieti: hoinbres vigorosos. Iban tambkn cuatro mujeres, que llevaron nuestrasprovisiom:s y mis vestidos: éstos consistían en una blusa cle I';n,) y unoscalzoiws, y los conservaba para i:uhrir nii desnu(Iez en ('aso (k vul.vi:r alp;lindía a verme entre los cristianos, pues aquí andaba casi desnudo como loss¡¡.lvaj(:s, y sus mujeres me habían pintado el cuerpo de pequeñas manehas;pUo no quise permitir que, para hacer indeleble la pintura, me picasen elcutis a la iiianaa de mi país.Partí, pues, 111 cerea clel mar dd Sur, donde Lacenta se divi:rtía cazêlndo,para (liriginne a su palacio, al que lkgué en unos quince ..tÙlS" congran contento (le mis compañeros, (¡\le me esperaban allí con impaciencia.Después de muchas salutaciones de ambas partes, y ale;unas lágrimm, que laalegria nos hizo derramar, Ieò reff:rí cÓnlO había obtenido mi libertad deLacenta y lo que le hahía pronwtido hacer a mi vuclta Esa noiicialoscontentó a todos, con la e!;peran:w de salir pronto de un país ,alvaje, (:nel que habíariios pasado tan largo tiempo.Yo nie fortale"í aquí algunos días, al cabo de los cuales pdllÍmos conuna huena escolta di: indios arniudos, que dehían conducimos ha(ja el mardel Norte.Atravesainos vanas montañas muy altus, pero la Últinui- les i:xc('(lía atodas; gastamos cuatro dias en subida" aunque había una qiw otni hoyada,Desde que llegamos a la cima, senil que la eabc:w me daba vueltas de unamanera extraña; ;'1 lo dij(, a mis compañeros y a los indios, tpiienes merespondieron que se halluban (,n el mismo ~:stado. Probablementp (,sto proveníadp la alLura exc~,siva de psa piontaña, y d(~ la siitileza del aii",. Creoque (,ra niás elevada que la que pasamos con el Capit,:¡n 5harp, y que aqlH~'Ha otra que Dampier y el resto dc los nuestros ¡¡lravcsaron a su vuelta: almenos las que hahí¡irnos pusiido nosparccieron m::¡s bajas que (:sta, y aiin.':tgunas veces las nieblas qiie hilbía de por medio nos impedían w:rlas; perocuando éstas llegalHHI a disiparsc y a e!ivarsc poco a poco hacia la eimade la montaña, las descubríamos confusamente.Supliqué a dos hombres que se colocasen sobre mis piernas, mii,ntrasyo miraha para abiijo iksde ese punto de la montaña, que me TMrpclO serel ni,:¡s perpendicular: pero no pude ver la eima a causa de las nid)las queinkrceptahaTl su vista.Los indios nos condujeron a un paso tun estrecho, que no" viin(lS PTlla iwecsidad de arrastarnos sentados; ello;: mismos emplearon este expedicn-PAGINA 36
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