LIONEL W AFERde eso:; árboles era, en general, de seis pies de diámetro, y habí:1 algunosde ocho. de nueve, de diez y aun de once. Cuatro indios y yo, teniéndo-)lOS por la:; manos, nos pusimos al rededor de uno, v faltaron a lo menostres pies para que pudiéramos aharcado. Había también una hermosacalle de plátanos, y otro bosquecilo de árboles pequeños, que se hahía podidoconvertir 1m un delicioso parque, 1;1 se hubiera empleado alguna industria.Esta eolina eontiene por lo menos cien acres de tierra IÚ), Y es unapeninsula de figura ovalada, casi rodeada por dos grandes ríos, el uno de105 cuales víene del este y el otro del oeste. (7,) Sólo hay una punta .letierra de cuarenta pies de ancho que los separa a la entrada de la colina;pero se j untan después y forman un grande hermoso fio muy rápido. EsaÚníca entrada se halla defendida por guaduas, zarzales y perales silwstres,tan entrelazados que hacen imposible la aproximación del enemigo.Cincuenta de los principales del país viven en esta colina, bajo la dominaciônde Lacenta, quien es como el Príncipe de toda la parte Ilendíonaldel Istmo del Darién. Los habitantes de la parte septentrional lo respetanmucho, pero la del sur es propiamente su país, y esta colina formasll rcsideii(:ia. Aquí sólo hay una canoa, que sirve a Lacenta y a todos¡os qUl: habitan en esta península, para pasar el río.Cuando llegamos aquí, Lacenta despidió nuestros guías, y nos dijo quei~ra imposible viajar hacia el norte en la estación lluviosa, que estaha entonn'sen su más alto punto; ofreciónos que si permanecíamos con ellos, él cuidaríade nosotros, de suerte que nos fue forzoso complacedo.Pronto después se presentó una ocasión que contribuyó mucho a aumentarla buena opinión que Lacenta y su gente habían formado de nosotros,y a granjearrnc particularmente su estimaciôn. Sucedió, pues, que unade las mujeres de Lacenta enfermó, y se resolvió sangrarla. Hé aquí deque manera ej ecutan los indios esta operaciôn: hacen I'entar al enfermosobre una piedra que está en el río; en seguida el operador, armado de unarco pequeÌlo y de cortas flechas, las tíra tan ligero como pued.~, por todo elcuerpo ih~:;nudo del paeiente" sin omitir un solo punto. Es cierto quo las fll~eliastienen un óbice, y así no penetran más adentro que nuestras laru'etas; 1)(:.ra si por casualidad t(waii una Vf:ia llena de viento, y la sangre sale i:on algu-IJa impetuusidad, saltan, haeen cabriolas y ejecutan mil posturas grotescas c:n(G) Cien aOl'es ini~leses equivalen a unas cuarenta heotáreas.(7) Se eompl'ende"que la l'esidenoia de Lacenta estaba situada a la margendel do Gaiiaza, quizá en su confluenoia con el Sábalo; en el territoriodonde historiadores y geógrafos colocan la tribu de los Mandingas.PAGINA aa
VIAJES AL ISTMO DEL DARIENseñal de n~gocIJo ) de triunfo. Yo estaba presente cuando se hizo estaoperación u la esposa de Laccnta, y sorprendido de su ignorarwia, no pudemenos (k decirle que si queria, le mostraría un método inás fácil, y quc nocuusaría tanLo dolor a la enferma. "Veamos", me dij o, EnLonces hic(, unaligadura en el hrazo de su niujer con una iira (k corteza de árhol, y h~ahrí la vena con mi lanceta; pero PO(:o faltó para que nii empresa iiie costiisela vida. Tan pronto como Lacenttt vió correr la sangre, que ellos sacabangota por gota, tomó su lanza y juró por su dicnte que si su mujerse vela mal me atravesaría el corazón.l\o manifestÓ nint~iina emociÚn, yle supliqué que luviese un poco de paciencia. Le :~aqu¿' como doce oniasde sangre, y despu(:s dc haberk vendttdo el brazo, ,lisp\Jst~ que deseansastlhasla d día siguiente. Por 10rtuna la fiebre disminuYÓ y los accesos novolvieron. Esto me valiÓ tan gran fama, que Lacenla vino a visitarnie, ycu presencia de iodn su corte se inclinó delante de mi ~ me hesó 1¡1 mano.Entonces todos los demás ,me rodearon, los unos nH~ hesahan la lllRno.. losoLros la rodilla 1" algunos el pie. Fui puesto en seguida en una hamacay llevado (,n homhros de los indios, mientras qUl, L¡H~(,ntn pronunciÓ un discursoen alabanzn mia, cn d ciial me colocó mucho más alto que todos susdoctOlTS. Se me lIev(i (le esta manera (le una plantaciÚn a otra, y viví conmucho hrilo y reputación, gracias a los remedios y a la sangría que hacíaa los que lo ni~cesital)(ll. Aunque había perdido mis i.igii(~ntos y mis emr:laslos,a conseciiencia de Ju huida del negro que mc habí¡i roli;i(lo el morraLconservaha en el bolsilo una caj a de instruiiientos y algunos pocosmedicamentos, que tenía envueltos en un pedazo (le hule.Pasé de esta manera ulgunos meses entre los indios, qlH' me "doraban,por decirlii asi. Algunos (le entre dIos se habían escnpado (Ir la; maw)s(le los espni'oles, de quienes hahían sido esclavos; y supongo que por esar.azón nie pcl1ian el b¡lLitisiio; aunque lo di~sean más bíen por tener un nom-1m, europeo, qw, por ningún conoci mienlo que posean dd CrisLÎanismo.Duranle mi mansión cen:a de Lacenta, lo acoinpañé freciicnteniente ala caza, quc le agradaba mucho, y no le faltaba para (liveriirlo. Fuimos!ma vez hacia el sureste, al principio de la estación seca, y llegamos hastaun río donde los españoles sacaban oro. Creí, por otra parte, que era unode los que van a (J¡saguHI" en el golfo de San MigueL. (8) Habieiilo lIe1ladoa la altura del lugar donik trabajaban, nos escahullimos al través de 'losbosques, y después de habernos apostado delrás de gruesos árholes los ohservanic)sInrgo tiempo, sin que nos descubriesen. lIÓ aqui (te qUt~ !lianera(S) Pl'ob\blemente se trata del río Bal~as o del Marea.PAGINA 84
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