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Enero Nº 50 - Biblioteca Virtual El Dorado

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LIONEL W AFERde eso:; árboles era, en general, de seis pies de diámetro, y habí:1 algunosde ocho. de nueve, de diez y aun de once. Cuatro indios y yo, teniéndo-)lOS por la:; manos, nos pusimos al rededor de uno, v faltaron a lo menostres pies para que pudiéramos aharcado. Había también una hermosacalle de plátanos, y otro bosquecilo de árboles pequeños, que se hahía podidoconvertir 1m un delicioso parque, 1;1 se hubiera empleado alguna industria.Esta eolina eontiene por lo menos cien acres de tierra IÚ), Y es unapeninsula de figura ovalada, casi rodeada por dos grandes ríos, el uno de105 cuales víene del este y el otro del oeste. (7,) Sólo hay una punta .letierra de cuarenta pies de ancho que los separa a la entrada de la colina;pero se j untan después y forman un grande hermoso fio muy rápido. EsaÚníca entrada se halla defendida por guaduas, zarzales y perales silwstres,tan entrelazados que hacen imposible la aproximación del enemigo.Cincuenta de los principales del país viven en esta colina, bajo la dominaciônde Lacenta, quien es como el Príncipe de toda la parte Ilendíonaldel Istmo del Darién. Los habitantes de la parte septentrional lo respetanmucho, pero la del sur es propiamente su país, y esta colina formasll rcsideii(:ia. Aquí sólo hay una canoa, que sirve a Lacenta y a todos¡os qUl: habitan en esta península, para pasar el río.Cuando llegamos aquí, Lacenta despidió nuestros guías, y nos dijo quei~ra imposible viajar hacia el norte en la estación lluviosa, que estaha entonn'sen su más alto punto; ofreciónos que si permanecíamos con ellos, él cuidaríade nosotros, de suerte que nos fue forzoso complacedo.Pronto después se presentó una ocasión que contribuyó mucho a aumentarla buena opinión que Lacenta y su gente habían formado de nosotros,y a granjearrnc particularmente su estimaciôn. Sucedió, pues, que unade las mujeres de Lacenta enfermó, y se resolvió sangrarla. Hé aquí deque manera ej ecutan los indios esta operaciôn: hacen I'entar al enfermosobre una piedra que está en el río; en seguida el operador, armado de unarco pequeÌlo y de cortas flechas, las tíra tan ligero como pued.~, por todo elcuerpo ih~:;nudo del paeiente" sin omitir un solo punto. Es cierto quo las fll~eliastienen un óbice, y así no penetran más adentro que nuestras laru'etas; 1)(:.ra si por casualidad t(waii una Vf:ia llena de viento, y la sangre sale i:on algu-IJa impetuusidad, saltan, haeen cabriolas y ejecutan mil posturas grotescas c:n(G) Cien aOl'es ini~leses equivalen a unas cuarenta heotáreas.(7) Se eompl'ende"que la l'esidenoia de Lacenta estaba situada a la margendel do Gaiiaza, quizá en su confluenoia con el Sábalo; en el territoriodonde historiadores y geógrafos colocan la tribu de los Mandingas.PAGINA aa

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