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Enero Nº 50 - Biblioteca Virtual El Dorado

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VIA.JES AL iSTMO DEL DARIEN¡:UlL' el curso de ese rÍü, que creíamos desembocaba en el mar del norte.No habíamos caminado más de un cuarlo de milla, cuando vimos a nuestrocompañero senlado a la orilla del río; nos reÍiriÚ que la violencia dela corrit~nle lo h¡ÚÜa condueido allá" y que gracias a un recodo que haelael río, había tenido iiempo de volv(~r en sí y de ¡igarrarse a algunas raniasque colgaban en el agua, por medio de las cuales se había salvado: llevabaenlOlli'CS al hornbro (:uatro(:ientns piezas de a ocho. <strong>El</strong> era de oficio sastre,y de una cOIliplexiÓn bastante dr:b¡J.r\os qUf~danios alli loda la noche, y el día siguienlc eontinuamos nuestramarcha al lravés (k lugan~s llenos (k guaduas y de espinos, bien debilitado;;por falta de yív(~res; pero cuando estábamos a plInto de expirar, abatidosde harnhre y (le c(lisancio, in Providencia nos hizo descubÚr una palmeraque Hamaban!lacao, en quc produee frutos, ae los que comimos con¡ivide~. Después de haber en nlguna manera apl¡ieado el hambre, guardanosun raeimo y proseguimos nueslro camino hasta la noche.1-:1 sexto día de esk viaj(~, a las cuatro de la tarde, cncontramos otro:1 ío que s(~ junta con el (1lI~ habíamos cosleado hasta aquí, y entonces nosvimos em'nrados en ambas partes sobre una colina que ~~stá en su confluencia.f 4) Este (~ra lan ancho y tan profundo como el preeedenle, de:"nerte qlH~ no sabíanlOS qn(~ sería de nosotros. No había modo de vadearlus,ni de encontrar un árbol que alcanzase de una ribera a otra, ni aun decortar uno de ese largo, PU(~s por lodo instruiTI~nto sÓlo teníanio~ un madide;nos haILi.bamos, pues, antf~ un :Y (In ¡)Tu.s Ultra. E:xnniinamos el eur"so rlei Últinio rio por medio de la brÚjula, y hallamos qUl~ se dirigía allIorte,lo que nos confirlnÚ en nuestro error de que esiÚbaiiios Cll la parteseptentrional de b gran cadeiia de Iliontañas. Entonces n~solvimos hacerdos balsas parahaj al' el río, segÚn todos creíaIlos, ha~4a la cosla del mardeir\orle. Los bosques nos suministraban guaduus, que son muy propiasparn esc uso; las corlanios i.k buen tamaño, y urnarranios inuchas unas so.i,rc otras, con bej ucos sncudos de una planta parecida a la vid.Tnn pronto como krminallOS nucstras balsas, sobrevinola nodie; desuerte que nos vimos obligados a rdiranios a una colina, en dorule, despuéscìe haber umonlonado una bni~adn de madera, prendimos fuego, resueltosa bajar el río ¡il dia siguiente por la mañana. Pero poco tiempo despuél'de puesto el sol, comenz(¡ a llover con una fueria tan terrible, que parecíaque d cielo y In tierra ihan n confundirse; la tempestad era aClimpañada(8) <strong>El</strong> Chontaduro.(4) La colina en que se vieron detenidos se halla probablemente en la(",onflucncia del río Cafiaza y dc uno de sus tributarios.P A,GN A 28

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