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Enero Nº 50 - Biblioteca Virtual El Dorado

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LIONE:L -",-AFERera entonces tan fuerte, que los indios mismoil se afanahan poco para viajar,auii cuando dIos generalmente no se cuidan del mal tiempo ni de ladifieultar! dI: los caminos.Despué" de que Gopson, Hingson y yo pasamos tres o cuatro dias deesta manera. s(: nos juntaron Spratliii y Bouman, muy fatigados de habercorrido Hin guías entre los bosques y los ríos, y sin riá~ alimenlo que algunosplátanos qul: habian encontrado aquí y allít. Nos dij(~ron que JorgeGainy habíu tenido la (lesgracia de ahogarse, como lo refiere DampÍt~l.Lo vieron extendido a In orila del río, despuí~s de que haj ó la marea, conmia cuerda euvuelta en el (~uerpo, y su dínero atado al cuello; pero estahanen estado de eaminar un poco. Pero, en fin, cuando viitan cnnsadm;, qiW no se detuvieron a quitárselo. Ambos ¡iermanecierøn(~on iiosotros unos quince días en la plantación donde nos abandoiiaronnuestros cOllpurieros, y fuimos tratados de la misma lJianera, es decir, quepoco teníamos que eomer, y que los indios nos miraban mal porqueno tenían noticias de SUH amigos, que nuestras gentes habían condncido deguías. A pesar de su disgusto, euidaroIl de mi herida, y me hallaba yaTon qu.. sus hoi!lhresno volvían, comenzaron a perder la paeieneia, y por su seniblaiik paieciaque tramaban vengarse contra nosotros de la pretendida injuria quesils (~ompai'eros habían recibido de los nuestros. Con ese desig;nio SI:consultaban f mcuentemente para saber de qué manera dispondrían de iiOSOtros:unos opinaban por la muerte, otros decían que se nos detuviera enmedio de ellos, y otros que se nos entregara a los españoles, para congraciarseeon ello;;; pero casi todos odiaban tan mortalmente a (~sta nación,que el último pareeer fue pronto abandonado, y resolvieron que no se haríamal alguno hasta que hubiese pasado el tiempo que sus ami~os podíanemplear en la vuelta. Ese término fue de diez ,lía;;, que veníaii a contarnosen los dedos.Cuando se acereó el término, sin que ningiino de sus homhres apareciera,sospecharon que los nuestros los habian asesinado o Ihwado consigo,y resolvieron inmolarnos a su venganza. En esa re;;olución, Itwantaronuna grande ho~uera el déeimo Jia por la mañana, y nos ndvi rtieron queSf'riamos quemados aUi tan pronto como se pusiera el sol, pues querianaplazar nuei;tro suplicio hasta esa hora. Pero su jefe Laeenta, que porfortuna pasó, los disuadió de esa barbaridad, y ks propuso que nos enviasendel lado del norte con dos indios, que podrían saber de lo;; habitanlesde la costa qué suerte habían corrido los otros guías. La proposición fueaceptada al instante, y se escogieron dos hombres para eonducirnos haciael 110rte. Uno de esos indios había sido siempre nuestw enemigo capital,PAGINA 25

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