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Enero Nº 50 - Biblioteca Virtual El Dorado

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-VIAJES AL ISTMO DEL DARIEN",iera inoportunamente en d camino y cayera en manos de los españoles,qUl: no habrian dejado de ponerlo en tortura para descubrir nuestra mareha;así es que no fué ejecutada, y la tropa se despidió de nosotros tresmuy amistm;amente. Otros dos de nuestros compañeros, Roberb.l Sprat!iny Guilermo Bouman, se habían s~:parado ya de nosotros, (:n el río Congo,al otro día de mi desgracia. <strong>El</strong> lugar por donde pasamos ese río era bas-¡,anle profundo, y la C(HTí~'nte t,m rápida, que me arrastró muchos pasus,hasta una punta a dorH.l.: rebolaba el agua. A pesar de todo, sal\l(: el obstÚculo;pero los dos hombres aU(~ llegahan Últimos, luego que vieron lapena que tuve en (:se paso, no se alrevieron a seguirrni:, \ prefírí,~ron quedarsedonde estaban; dlos fueroii los priuiero;; que se me juntaron, y losolros dos poco des(luès (iue toda ia tropa partió pani d mar del Norte.Así es que nos 'lurdamos cinco atr~s a merced de los indios.Reducido a vivir con (:sos bárbaro;; parecía que no tuviera ningún me,dio de aliviar mi dolor; sin embargo, eniprendjeron niranne con ciertasyerbas que llHiscaban hasta la c0nsislencIa de pasta, y que extendían sobreuna hoj a de plátano para cuhrinne la herida. Se renovaba este emplastotodos lus días, y su vi rlud fue tan grande, que al caho de tres senianas no!ne (predó en la rodilla sino una dehilidad 'pie me chirl) largo lii:mpo des~puí:s, y un entumecimiento del que sufro ataques aÚn algunas veces.l'(~ru los indios no fuerun igualmente caritativos en lo demás: habíaalgunos que nos miraban con muy malos ojos, y que nos arrojahan plátanosverdes como se arrojan huesos a un perro, cuando ateridos di~ frío nosr.rrastrÚbamos a sus pies. Era eso un pobre alimento eon que teniamos noobstante que contrntarnos. <strong>El</strong> jOVl:n indio i:n cuya ('asa vivíamos, nos dabaf recuentem(:nle plátanos maduros, sin (iue lo supieran sus vecinos, lo quecontribuia grandanienle a fortalecemos. Ese indio había sido hei:ho prisiOlwropor los españoles en su infancia, y puesto al seryieio (ld OhispodePanamá, de ipiien aprendiÓ baslanll bien el español, hasta que encuntrÓocasión de hu,ír y de volver a sus compañeros. Nos fue l.li Ull grande auxilío,y no luvimos trabajo (:n hacernos entender con algunas nociones queteníamos de cspañol, algunas palahras indias que habíanios aprendido en elpaís, y el uso de signos. Por utra parte, (~s(: joven era tan generoso, yejerciÓ tan bien la hospitalidad con nosolros, que si durante el día sÓlo sellOS daban malos plátanos verdes, se kvantaba de noche para coger madu~ios a escondidas, y nos los distribuía. No era que los otros fuesen inclinadosa rnallratarnos, pues iodos son de un natural benigno y franc,o, perolOstaban disgustados porque nuestros compaiîeros habían obligado a algunosde ellos a servirles de guías contra su voluntad, y la estaeión lluviosaPAGINA 24

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