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«EL MALESTAR EN LA SOCIEDAD,EL CONFLICTO DE LAS CULTURAS»JORGE HURTADOCatedrático de EU de SociologíaUniversidad de Alicante«Llegué a la conclusión de que existe una pluralidad de ideales, delmismo modo que existe una pluralidad de culturas y de temperamentos. Nosoy un relativista; no digo “a mí me gusta el café con leche y a usted sinleche; yo estoy a favor de la amabilidad y usted prefiere los campos de concentración”—cada uno de nosotros con nuestros propios valores que nopueden ser superados o integrados—. Yo creo que eso es falso. Pero creoque existe una pluralidad de valores que los hombres pueden buscar ybuscan de hecho, y que esos valores difieren. No hay un número infinito deellos, de modo que si un hombre persigue uno de esos valores, yo, que nolo persigo, soy capaz de entender por qué él lo persigue o cómo, en sus circunstancias,yo podría ser inducido a perseguirlo. De ahí la posibilidad delentendimiento humano».Isaiah Berlin«We have to see individual freedom as a social commitment»Amartya Sen1. SOCIEDAD, CULTURA: LA CULTURA DE LA SOCIOLOGÍA Y LA SOCIOLOGÍADE LA CULTURASociedad es, por supuesto, un concepto ambiguo, como buena parte de losconceptos que se utilizan en las ciencias sociales. Todo aprendiz de sociólogose topa, de entrada, con un cúmulo de definiciones, cuyo inventariopodría llenar un grueso volumen. Puede, como sugiere irónicamenteBauman, que Gordon Allport tuviera razón cuando dijo que los científicossociales nunca resolvíamos ningún problema, sino que simplemente los abu-
90 Jorge Hurtadorríamos. El concepto de cultura, por su parte, no sólo es más ambiguo aúnque el de sociedad, con el que en algunas estrategias de investigación se confunde,sino que, además, es un término que suscita fuertes emociones yferoces controversias, no única ni, tal vez, principalmente entre los científicossociales, aunque, como es sabido, Kroeber y Kluckhohn (1963) consignaronya en 1952 más de 160 definiciones del término.Tampoco parece que hayamos ganado precisión y claridad en el últimomedio siglo. En un reciente y, en buena medida, redundante libro, porejemplo, Marvin Harris confesaba con desaliento: «El único ingredientefidedigno que contienen las definiciones antropológicas de las culturas esde tipo negativo: la cultura no es lo que se obtiene estudiando aShakespeare, escuchando música clásica o asistiendo a clase de historiadel arte: Más allá de la negación impera la confusión» (2000: 17). Siendoasí, no es extraño que Harris sugiera sardónicamente que más que unacelebración de su célebre RAT (The Rise of Anthropological Theory),como es conocido por sus seguidores y detractores, se había visto tentadode titular el volumen en el que revisa, desde el materialismo cultural, lasteorías dominantes en las últimas décadas FAT (The Fall ofAnthropological Theory). Y, desde luego, no es necesario seguir a pies juntillassu polémica epistemología para lamentar que, entre las mismas, seabra hueco un inopinado retorno de la teoría racista, bajo la forma del«coeficiente intelectual como destino», y el resurgir de un delirante tribalismoetnomaníaco.En cuanto a la atribulada historia reciente de la sociología, aún se debatesi su incertidumbre y desorientación, desde los años setenta del pasado siglo,es consecuencia de las mutaciones del objeto (visión externalista de sucrisis) o si deriva de una insuficiencia metodológica, consecuencia de ladébil fundamentación epistemológica de la disciplina (visión internalista),como tempranamente estableciera Boudon (1974).No pretendo, sin embargo, aquí y ahora, levantar acta de los desacuerdosque jalonan las crisis paralelas de disciplinas puede que artificialmente separadas,con múltiples superposiciones y sin líneas divisorias claras en cuantolos límites de los objetos de investigación que se difuminaron / ampliarondesde los años sesenta o setenta. ¿Es posible, por el contrario, pese a las controversias,identificar una cultura más o menos común de la sociología/antropología que, a su vez, nos permita afrontar los dilemas actuales de la(s)cultura(s)?Normalmente, el término cultura suele definirse como un conjunto demodos de pensamiento y comportamiento aprendidos, de premisas y prácticascompartidas, no constantemente ni por todos los miembros de unacomunidad, pero sí por la mayoría de los miembros de una comunidad lamayor parte del tiempo, explícita, pero, sobre todo, subconsciente, sublimi-
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«EL MALESTAR EN LA SOCIEDAD,EL CONFLICTO DE LAS CULTURAS»JORGE HURTADOCatedrático de EU de SociologíaUniversidad de Alicante«Llegué a la conclusión de que existe una pluralidad de ideales, delmismo modo que existe una pluralidad de culturas y de temperamentos. Nosoy un relativista; no digo “a mí me gusta el café con leche y a usted sinleche; yo estoy a favor de la amabilidad y usted prefiere los campos de concentración”—cada uno de nosotros con nuestros propios valores que nopueden ser superados o integrados—. Yo creo que eso es falso. Pero creoque existe una pluralidad de valores que los hombres pueden buscar ybuscan de hecho, y que esos valores difieren. No hay un número infinito deellos, de modo que si un hombre persigue uno de esos valores, yo, que nolo persigo, soy capaz de entender por qué él lo persigue o cómo, en sus circunstancias,yo podría ser inducido a perseguirlo. De ahí la posibilidad delentendimiento humano».Isaiah Berlin«We have to see individual freedom as a social commitment»Amartya Sen1. SOCIEDAD, CULTURA: LA CULTURA DE LA SOCIOLOGÍA Y LA SOCIOLOGÍADE LA CULTURASociedad es, por supuesto, un concepto ambiguo, como buena parte de losconceptos que se utilizan en las ciencias sociales. Todo aprendiz de sociólogose topa, de entrada, con un cúmulo de definiciones, cuyo inventariopodría llenar un grueso volumen. Puede, como sugiere irónicamenteBauman, que Gordon Allport tuviera razón cuando dijo que los científicossociales nunca resolvíamos ningún problema, sino que simplemente los abu-