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84 Isidoro MorenoY es que, contrariamente a lo que se nos quiere hacer ver, nuestro mundoactual no está definido por un único proceso, el de globalización —que pretendereducirlo a una única sociedad basada en la lógica del Mercado, conun único sistema económico, un único sistema político y un único modelocultural sujetos a dicha lógica—, sino por un proceso complejo, con unadoble dinámica, de globalización y localización imbricadas y en oposición:el proceso de glocalización (Featherstone, 1990; Robertson, 1992 y 1994;Kloos y De Silva, 1995; Beck, 1998; Moreno, 1999a, 1999b, 1999d, 2000,2002a, 2002b, 2002c). Por ello, no es sólo ética y políticamente necesario,sino factible, aunque no fácil, la pretensión de un mundo en el que sean posiblesmil mundos, es decir, una diversidad de pueblos y culturas, abiertosunos a otros desde el reconocimiento mutuo y la interculturalidad, con elúnico marco obligado del respeto y desarrollo de los derechos humanos,individuales y colectivos, definidos también de forma intercultural.El despliegue y confrontación entre ambas dinámicas está en la base detodos los fenómenos, paradojas y conflictos de este comienzo del siglo XXI.Las formas de inserción, no de anulación, de lo local en lo global, los modosde asimilación, e incluso de instrumentalización, de elementos globales en ydesde lo local , y, sobre todo, el choque de las lógicas culturales que rigenlos diversos proyectos societarios, incompatibles entre sí, cuando la lógicamercantil pretende imponerse como única a escala mundial, deberían ser hoyel objeto principal de atención y estudio por parte de las ciencias sociales.La oposición al avance totalitario de la lógica del Mercado sin adscribirnosa otras lógicas de distinto contenido pero también globalizadoras ytotalitarias, como lo son las de religiones con pretensión univesalista y la delmodelo de estado-nación, sólo puede hacerse, en mi opinión, desde posicionescomunitaristas y desde el cuestionamiento de la regla axiomática delpensamiento racionalista occidental, consistente en considerar lo «local» , loconcreto, como casos particulares de lo general, de lo «global». Esta ha sidola regla de oro, tanto en el nivel teórico-conceptual como en el de la praxissocial. Cómo entender cada realidad y cómo actuar sobre ella se deducía delas grandes teorías generales, presuntamente con alcance universal. Estalógica deductiva olvidaba que, en realidad, las leyes y teorías generales hansido construidas siempre, de hecho, mediante un procedimiento inductivo, apartir del estudio de realidades y experiencias concretas, «locales». Pero, apartir de la elaboración de modelos explicativos y de «leyes» con validezsupuestamente general, se olvidó con facilidad, o se silenció interesadamente,la forma real en que dichos modelos y «leyes» habían sido elaborados,llegándose incluso a canonizarlos como verdades. Es ahora cuando,tanto desde el análisis teórico como, sobre todo, desde la praxis, comienza aponerse en cuestión, para escándalo de modernos y de progresistas —queson los fieles de la ideología del progreso—, el axioma sobre el que se ha

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