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82 Isidoro Morenoconvencionales destacan ya la importancia de la cultura, entendida globalmente,y de la dimensión simbólica como condicionante de las formas económicas.Así, mis colegas en las universidades andaluzas, los catedráticos deEconomía Aplicada Manuel Delgado Cabeza y Juan Torres, señalan, respectivamente,que «la cultura modula y condiciona las posibilidades para hacerviables determinadas formas de lo económico. El predominio o la presenciaen una sociedad de ciertos valores compartidos, hábitos, creencias, etc.,puede facilitar el desarrollo de modos de organización de la producción quede otra forma sería difícil pensar que prosperaran» (Delgado, 1999: 47). Yque es «una quimera tratar de forjar estrategias económicas, del signo quesean, sin precisar al mismo tiempo estrategias culturales y de comunicación,y sin intervenir adecuadamente en el espacio complementario de lo imaginarioy lo simbólico» (Torres, 1999:19).Desde esta óptica, la pérdida de los valores de uso identitarios de muchasexpresiones culturales, activadas sólo por su valor de mercado desde lasAdministraciones, es un reflejo de la acción demoledora de la lógica delMercado como lógica cultural central de la globalización. Ello amenazafrontalmente a las identidades de los pueblos y a la propia diversidad cultural,aunque aparentemente se protejan determinadas expresiones y contenidosconcretos de las culturas, ya que se vacían de gran parte de sussignificados, al ser convertidos en productos para vender en el mercado,compitiendo con otros productos del mismo tipo (real o aparentemente), consu correspondiente degradación, frivolización y modificaciones en la direcciónen que puedan tener mayor aceptación por los consumidores culturales.Bastaría para desautorizar toda la palabrería tecnocrática con la que losgobiernos de los Estados y los responsables de nuestras ComunidadesAutónomas tratan de convencernos de lo adecuado de subordinar el patrimoniocultural a los intereses económicos —a lo que llaman «puesta envalor» (turístico)— con recordar otra de las afirmaciones de la citadaComisión de la UNESCO (1997: 17): «es inútil hablar de la ‘relación entrela cultura y el desarrollo’ como si fueran dos cosas separadas, cuando eldesarrollo y la economía son elementos o aspectos de la cultura de unpueblo. La cultura no es, pues, un instrumento del progreso material: es elfin y el objetivo del desarrollo, entendido en el sentido de realización de laexistencia humana en todas sus formas y en toda su plenitud».Si admitimos en todo su significado lo que esto significa, convendremosen que las lógicas culturales que estén más cerca de este posicionamientoque de los planteamientos mercantilistas de la lógica de la globalizaciónpueden considerarse, objetivamente, como bases de identidades-resistencia,en el sentido que da a este concepto Manuel Castells (1998); identidades quepodrían convertirse en ejes de futuras identidades-proyecto situadas fueradel marco de los valores mercantilistas y del pensamiento único, que activen

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