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Globalización y cultura 69refiero a lo que he denominado los cuatro pilares de la Modernidad (Moreno,1999a y 2000), que han sido la base del pensamiento hegemónico europeodurante los últimos doscientos años, cristalizado en las dos grandes construccionesideológico-políticas más influyentes no sólo en Europa sino en elmundo durante gran parte de los siglos XIX y XX: el liberalismo y el socialismo(este principalmente marxista). Aunque cada una de ellas ha sido alentadapor intereses diferentes y ha supuesto proyectos societarioscontrapuestos, creo evidente —aunque a muchos les cueste aceptarlo— quepertenecen a una matriz común, que son dos ramas de un mismo tronco ideológico:el de la Modernidad.La globalización actual se inscribe plenamente en el marco ideológicode la Modernidad en su versión liberal, o si se quiere neo o ultra liberal, yen una época histórica en que, lejos de haberse materializado societariamenteel modelo contenido en esa ideología, han quebrado los pilares sobrelos que se sustentaba. A partir de estas dos constataciones, ¿cuáles son lascaracterísticas que dotan de existencia diferenciada a la globalización comofase del desarrollo del capitalismo en un tiempo que es, a la vez, de aparenteéxito total de este y de profunda crisis por su no sostenibilidad y por las consecuenciasdestructoras que provoca su éxito? De acuerdo con lo que expusimosal principio, el elemento definidor central no son las «nuevastecnologías», como insistentemente se plantea incluso por algunos pseudocríticosde la globalización, ni tampoco el hecho de la «interdependencia».Las nuevas tecnologías son importantes, pero son sólo un instrumento, no labase del proceso. Tampoco lo es la interdependencia asimétrica, porque,como también vimos, esta se inicia hace más de quinientos años y en modoalguno es exclusiva de las últimas décadas, aunque en estas se haya profundizado,precisamente como consecuencia de las innovaciones tecnológicas.A todo lo largo de las diferentes fases o eslabones del proceso de mundialización,los avances tecnológicos favorecieron siempre el aumento de lainterdependencia, al comprimir el tiempo y el espacio: desde la vela y elcarro a los motores de combustión y los aviones, desde el telégrafo a lossatélites artificiales e internet, se han sucedido múltiples innovaciones queredujeron el tiempo necesario para la comunicación y los desplazamientos.Cada avance en la tecnología posibilita, sin duda, la aceleración del proceso,pero no supone cambios en lo fundamental de este: en su lógica, en su sistemade valores, en sus objetivos. Al tratarse de una lógica mercantilista,esquilmadora y desigualitaria, cuanto más importantes han sido los avancestecnológicos, mayor mercantilismo, destrucción y desigualdades territorialesy sociales se han producido, entre otras cosas porque las posibilidadesde utilización y aprovechamiento de dichas tecnologías están muy desigualmenterepartidas.
70 Isidoro MorenoPero si la tecnología, hoy como en cualquier otro momento de laHistoria, es un instrumento resultado de opciones políticas, y no algo queevoluciona de forma espontánea, y aún menos explica, en última instancia,la sociedad —como pretendían los tecno-materialistas de diverso tipo quesituaban una «revolución tecnológica» en la base de cada «revoluciónsocial», haciendo a esta mecánicamente dependiente de aquella—, ¿cómopodemos caracterizar esta fase en el desarrollo del capitalismo y de la ideologíade la Modernidad que ha sido denominada globalización?Como ha quedado dibujado en el tratamiento de la quiebra de los pilaresde la Modernidad, la característica central de la globalización es el intentode imponer un único modelo social, gobernado por la lógica y los valores del«libre» Mercado, tanto a todos los territorios del planeta, sin respetar ladiversidad cultural, sino eliminándola o instrumetalizándola; como a todaslas dimensiones de la vida, individual y colectiva. La globalización, portanto, no se produce sólo en el ámbito económico, sino también en el político,en el social, en el ámbito de las relaciones interpersonales, en el simbólicoy en el de las producciones culturales.Las supuestas leyes extrasociales del Mercado, dirigidas a la obtencióndel mayor beneficio inmediato mediante un «cálculo racional» en el que noson tenidos en cuenta una serie de costes muy importantes —ecológicos,psicológicos, sanitarios, de cohesión social, culturales, identitarios...—,deben extenderse, con el avance de la globalización, a todos los tipos de relacionesy comportamientos, al pensamiento —convirtiendo este en pensamientoúnico, o «pensamiento cero», como lo denomina Enmanuel Todd(1999)— y hasta a regir los sentimientos. La lógica del Mercado, aunquetenga sus raíces en la dimensión económica, impregna y engloba hoy —o,mejor diríamos, pretende englobar cada vez más—, con sus valores ynormas, a todos los ámbitos, territoriales y sociales, al haberse convertido enuna lógica cultural sacralizada y, por ello, globalizadora, al igual que enépocas anteriores lo fueron las lógicas, también sacralizadas y globalizadoras,de las Religiones «universales» y del modelo de Estado-Nación.Como lógica sacralizada, la del Mercado se autolegitima a sí misma,presentándose como inevitable, como autorregulada e independiente de lavoluntad humana y de la acción política, que sólo deben facilitar su desplieguey no confrontarla ni intentar controlarla. Pero, como señala Touraine(1996), «constatar el aumento de los intercambios mundiales, el papel de lasnuevas tecnologías y la multipolarización del sistema de producción es unacosa; decir que constituye un sistema mundial autorregulado y, por tanto,que la economía escapa y debe escapar a los controles políticos, es otra muydistinta».Comprender que se trata de una lógica sacralizada, y por ello no sólo restringidani restringible a lo económico, sino globalmente cultural, es clave
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70 Isidoro MorenoPero si la tecnología, hoy como en cualquier otro momento de laHistoria, es un instrumento resultado de opciones políticas, y no algo queevoluciona de forma espontánea, y aún menos explica, en última instancia,la sociedad —como pretendían los tecno-materialistas de diverso tipo quesituaban una «revolución tecnológica» en la base de cada «revoluciónsocial», haciendo a esta mecánicamente dependiente de aquella—, ¿cómopodemos caracterizar esta fase en el desarrollo del capitalismo y de la ideologíade la Modernidad que ha sido denominada globalización?Como ha quedado dibujado en el tratamiento de la quiebra de los pilaresde la Modernidad, la característica central de la globalización es el intentode imponer un único modelo social, gobernado por la lógica y los valores del«libre» Mercado, tanto a todos los territorios del planeta, sin respetar ladiversidad cultural, sino eliminándola o instrumetalizándola; como a todaslas dimensiones de la vida, individual y colectiva. La globalización, portanto, no se produce sólo en el ámbito económico, sino también en el político,en el social, en el ámbito de las relaciones interpersonales, en el simbólicoy en el de las producciones culturales.Las supuestas leyes extrasociales del Mercado, dirigidas a la obtencióndel mayor beneficio inmediato mediante un «cálculo racional» en el que noson tenidos en cuenta una serie de costes muy importantes —ecológicos,psicológicos, sanitarios, de cohesión social, culturales, identitarios...—,deben extenderse, con el avance de la globalización, a todos los tipos de relacionesy comportamientos, al pensamiento —convirtiendo este en pensamientoúnico, o «pensamiento cero», como lo denomina Enmanuel Todd(1999)— y hasta a regir los sentimientos. La lógica del Mercado, aunquetenga sus raíces en la dimensión económica, impregna y engloba hoy —o,mejor diríamos, pretende englobar cada vez más—, con sus valores ynormas, a todos los ámbitos, territoriales y sociales, al haberse convertido enuna lógica cultural sacralizada y, por ello, globalizadora, al igual que enépocas anteriores lo fueron las lógicas, también sacralizadas y globalizadoras,de las Religiones «universales» y del modelo de Estado-Nación.Como lógica sacralizada, la del Mercado se autolegitima a sí misma,presentándose como inevitable, como autorregulada e independiente de lavoluntad humana y de la acción política, que sólo deben facilitar su desplieguey no confrontarla ni intentar controlarla. Pero, como señala Touraine(1996), «constatar el aumento de los intercambios mundiales, el papel de lasnuevas tecnologías y la multipolarización del sistema de producción es unacosa; decir que constituye un sistema mundial autorregulado y, por tanto,que la economía escapa y debe escapar a los controles políticos, es otra muydistinta».Comprender que se trata de una lógica sacralizada, y por ello no sólo restringidani restringible a lo económico, sino globalmente cultural, es clave