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Jul. Ago. Nº 390

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Mientras más se acercaba más decidido me encontraba para enfrentarlo.Sin embargo, cuando estuvo a unos pasos de rr, se transformó en unahermosa joven. Yacía a mis pies, totalmente desnuda, tendida sobre laarna. El color de su pelo 1arguísimo, el tinte de su tez y los rasgos de surostro, me hicieron recordar los de la mujer hindú. Su sonrsa cautivadora yaquella súplica sensual de sus l~bios me perdieron., Observé la penecciónde su cuerpo, la voluptuosidad de sus formas, la lujuria de su mirada y sinresistirme empecé a acercare a ella, olvidando que se trataba de aquelrepugnante ser que, segundos antes, había visto rodar por el desierto.Estirando sus bellos brazos hacía rr susuró:- ¡Ayy!, cómo les encanta a los hombres humilarse.Me di cuenta que lo decía por la embrutecedora sensualidad que abrumaa los hombres frnte a una mujer hermosa. En ese momento tomé concienciay concentr la atención en la zona infraumbilica1 de mi cuerp. Ella, sindejar de sonrír y con sus bras extendidos, comenzó a desvanecerse en elai, como una ilusión pasajera, hasta que desaparció totamente de mivista.La noche había caído sobr el desierto.Allá, a lo lejos, vislumbré el resplandor de una fogata. Encamé misfigura de un indio.pasos en esa direción. Al Ire acercando distinguí laEstaba en cuclilas frnte al fuego, observándolo. Su cuerpo, delgado yfibrso, estaba desnudo, salvo por un taaraoo que colgaba de su cintura yque era de vivísimos ço10res: rojo, naranja y amarllo. Comprendí queestaba realizado algún tipo de ritual.Llegué junto a la fogata y pude ver su rostr cobrizo y reseo. Sus ojosdespeían un brllo extraño. Me di cuenta que era un brujo. Sin mediarpalabra alguna me acuclilé a su lado, dando la cara al fuego.Sin mire lo vi meter su mano izquierda ertr las llamas y sacar, deentr ellas, algo que sostena con gran delicadeza. Vi con sorpresa que en supalma había posada una flamgera lengua de fuego. Sin preámbulos me laofrió, indicándome que la debía tomar poniendo la palma de mi manoizquierda contra la suya. Al hacerlo. s~ntí que la lengua de fuego eraabsorbida por mi cuerp.Tres veces el brujo metió su mano en la lumbre y me ofrió aquel trowde flama. Tres veces acepté su ofrcimiento. Luego, haciéndome un gesto90

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