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Mario Benedet ti: i~ Inventario cómplice - e-BUC

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30 JORGE RUFFINELLIuna suerte de correlato literario en cuentos y poemas. Por lo tanto no era nuevo dentrode su obra. Lo nuevo era que se escribiera directamente, sin adornos. Que seexpresara con todas sus palabras. La generación hipercrí<strong>ti</strong>ca "del 45" por un lado, yel semanario Marclza por otro, y juntos a su vez, nos habían habituado a un espírituinsobornablemente crí<strong>ti</strong>co. Pese a ello, la crí<strong>ti</strong>ca de <strong>Benedet</strong><strong>ti</strong> en El país de la cola depaja no fue universaln~ente bienvenida ni aceptada. Y la polémica que siguió a sulibro nos mostró entre otras cosas que la hipercrí<strong>ti</strong>ca podía ser prác<strong>ti</strong>ca aceptablecuando se ejercía sobre los otros no cuando se enderezaba hacia uno mismo.El caso es interesante porque Marcha se había preciado siempre de demostrar suamplitud mental publicando las crí<strong>ti</strong>cas que sus lectores hacían a los redactores y a loque éstos escribían. Era una forma sana de asumir responsabilidades y no escudarsetras la acostumbrada "úl<strong>ti</strong>ma palabra" del editor. En Marcha estábamos aprendiendoa vivir al descubierto, a ser crí<strong>ti</strong>cos blanco de otros crí<strong>ti</strong>cos. Sin embargo, el ferozcapítulo dedicado por <strong>Benedet</strong><strong>ti</strong> a analizar el espíritu displicente y prescindente deMarclza cayó como un petardo en el mundo intelectual y polí<strong>ti</strong>co. No se diga enMarcha mismo.Entre otras cosas notables, el ensayista señalaba cómo su generación (que él llamabaentonces "generación de Marcha") había accedido al ejercicio de la crí<strong>ti</strong>ca porpruritos an<strong>ti</strong>-emocionales: "Creo que uno de nuestros más trascendentales defectos denuestra generación literaria fue la rabiosa an<strong>ti</strong>cursilería. Las gacelas de los poetasaudiotas, el canjeable empalago de sus sonetos, había dejado en nosotros un traumaes<strong>ti</strong>lís<strong>ti</strong>ca de una hondura tal, que desde nuestros primeros palotes literarios le huimosa lo cursi como el diablo a la cruz. Sin consulta previa, cada uno desde su propiaduda, decidimos que la crí<strong>ti</strong>ca era el lógico remedio de la cursilería. Así, pues, noshicimos crí<strong>ti</strong>cos: de teatro, de cine, de libros, de arte, de música, de cualquier cosa.Como lectores estábamos sumergidos en Joyce, en Borges, en Rilke, en Proust, enKafka, en Faulkner. Había algunos entre nosotros para quienes las palabras quiniela,batllismo, milonga, fútbol, ifzurga, sonaban a cosa lejana y extranjera.Yoknapatawpha y Combray quedaban más cerca que el Paso Molino. Por fortuna, lamoda pasó antes de que nos resecáramos por completo, a <strong>ti</strong>empo aún para que comprendiéramosque lo humano <strong>ti</strong>ene una porción inevitable de cursilería, a <strong>ti</strong>empo aúnpara que admi<strong>ti</strong>éramos que el suelo que pisábamos se llamaba Uruguay" ("Mirardesde arriba", El país de la cola de paja).Esta crí<strong>ti</strong>ca a una idiosincrasia intelectual, a un resecamiento del espíritu, no fueaceptada ni siquiera como una invitación a la autocrí<strong>ti</strong>ca. Al punto de que vein<strong>ti</strong>cincoaños más tarde, en un libro <strong>ti</strong>tulado <strong>Mario</strong> <strong>Benedet</strong><strong>ti</strong> (1986), que es un largo diálogoentre Hugo Alfaro y <strong>Mario</strong> <strong>Benedet</strong><strong>ti</strong>, ambos interlocutores analizan la obra de<strong>Benedet</strong><strong>ti</strong> mencionando apenas, brevísimamente, este polémico libro. No por azar.Hugo Alfaro había sido el secretario de redacción de Murcha, la mano derecha deldirector Quijano.Por otra parte, el libro ha desaparecido de la bibliografía ac<strong>ti</strong>va de <strong>Benedet</strong><strong>ti</strong>, hadejado de publicarse desde hace muchos años. Pienso sin embargo en la u<strong>ti</strong>lidad quetuvo para mi generación. Y que hoy sería para los más jóvenes un buen modo deconocer en su propia <strong>ti</strong>nta los debates de aquella época rica en contradicciones, en

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