los, i hasta parece que pasáramos a lengua estranjera cuando, <strong>de</strong>spués<strong>de</strong> leer por ejemplo a Quevedo (al Quevedo <strong>de</strong> las buenas horas), leemosa esos autores neoclásicos que usan una fraseolojía correcta i castiza.En los siglos XVI i XVII hubo en España una florescencia d'escritoresque pulimentaron i enriquecieron el idioma sin alterar su índole<strong>de</strong>sembarazada i viril. Los poetas, siguiendo las huellas <strong>de</strong> Garcilaso,renovaron completamente la versificación al aclimatar el en<strong>de</strong>casílaboitaliano: con la silva, el soneto i la octava real parece que el injenioespañol cobró mayores alas. Para formarse i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l jigantesco pasodado en la poesía, basta comparar las coplas <strong>de</strong> Ayala o las quintillas<strong>de</strong> Castillejo con la Noche serena, la Canción a las minas <strong>de</strong> Itálica ila Batalla <strong>de</strong> Lepanto. Los prosadores no se quedaron atrás, aunqueintentaron dar al período colosales dimensiones, imitando ciegamentea Cicerón. Sin embargo, en cada escritor, señaladamente en loshistoriadores, trascien<strong>de</strong> la fisonomía personal, <strong>de</strong> modo que nadieconfun<strong>de</strong> a Melo con Mariana ni a Mendoza con Moncada. Cierto,ninguno llegó a l'altura <strong>de</strong> Pascal o Lutero: los heterodosos no fueroneminentes prosadores, i los buenos escritores no fueron ortodosos. Elmayor <strong>de</strong>fecto <strong>de</strong> los autores castellanos, lo que les separa <strong>de</strong> la Europaintelectual, lo que les confina en España dándoles carácter insular,es su catolicismo estrecho i menguado. Se siente en sus obras, comodice Edgar Quinet, “el alma <strong>de</strong> una gran secta, no el alma viviente <strong>de</strong>ljénero humano”. Fuera <strong>de</strong> Cervantes, ningún autor español disfruta <strong>de</strong>popularidad en Europa. Duele imajinar lo que habrían realizado unGóngora i un Lope <strong>de</strong> Vega, un Quevedo i un Cal<strong>de</strong>rón, si en lugar <strong>de</strong>vivir enca<strong>de</strong>nados al dogma hubieran volado libremente o seguido elmovimiento salvador <strong>de</strong> la Reforma. En el or<strong>de</strong>n puramente literario,Saavedra Fajardo insinuó algo atrevido i original: <strong>de</strong>spojar el idioma<strong>de</strong> idiotismos i modismos, darle una forma precisa i filosófica, tal vezmatemática. Dotado <strong>de</strong> más injenio habría iniciado en la prosa unarevolución tan fecunda como la realizada por Garcilaso en el verbo;42 PENSAMIENTO Y LIBREPENSAMIENTO
pero queriendo imitar o correjir a Maquiavelo, se quedó con su Príncipecristiano a mil leguas <strong>de</strong>l gran florentino.A mediados <strong>de</strong>l siglo XVIII surjió un linaje <strong>de</strong> prosadores, peinadosi relamidos, que esajeraron el latinismo <strong>de</strong> los escritores <strong>de</strong> los siglosanteriores, i <strong>de</strong> un idioma todo músculo i nervios hicieron unacarne escrecente i fungosa. Por la manía <strong>de</strong> construir períodos ciceronianosi mantener suspenso el sentido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la primera hasta la últimalínea <strong>de</strong> una pájina en folio, sustituyeron al enca<strong>de</strong>namiento lójico <strong>de</strong>las i<strong>de</strong>as el enlace caprichoso i arbitrario <strong>de</strong> las partículas. Sacrificaronla sustancia a la rotundidad i construyeron esferas jeométricamente redondas,pero huecas.Verdad, en nuestro lenguaje se refleja la esuberancia i la pompa<strong>de</strong>l carácter español: el idioma castellano se goza más en lo amplioque en lo estrecho, parece organizado, no para arrastrarse a gatas, sinopara marchar con solemnidad y magnificencia <strong>de</strong> reina que lleva ricai aterciopelada cola. Pero, verdad también que entre el lenguaje naturali pintoresco <strong>de</strong>l pueblo español i el lenguaje artificial i <strong>de</strong>scolorido<strong>de</strong> sus escritores relamidos media un abismo.La frase pier<strong>de</strong> algo <strong>de</strong> su virilidad con la superabundancia <strong>de</strong> artículos,pronombres, preposiciones i conjunciones relativas. Con tantoel i la, los i las, él i ella, quien i quienes, el cual i la cual, las oracionesparecen re<strong>de</strong>s con hitos tan enmarañados como frájiles. Nada relajatanto el vigor como ese abuso en el relativo que i en la preposición <strong>de</strong>.Los abominables pronombres cuyo i cuya, cuyos i cuyas, dan orijen amil anfibolojías, andan casi siempre mal empleados hasta por la mismaAca<strong>de</strong>mia española. El pensamiento espresado en inglés con verbo,sustantivo, adjetivo i adverbio, necesita en el castellano <strong>de</strong> muchosespañoles, una retahíla <strong>de</strong> pronombres, artículos i preposiciones. Si,conforme a la teoría spenceriana, el lenguaje se reduce a máquina <strong>de</strong>transmitir i<strong>de</strong>as, ¿qué se dirá <strong>de</strong>l mecánico que malgasta fuerza en rozamientosinnecesarios i conexiones inútiles?BIBLIOTECA AYACUCHO43
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IVPara cohonestar la incuria del Go
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Tiene razón Novicow al afirmar que
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