Como ciego <strong>de</strong> nacimiento que lleva en sus manos una antorcha,ese tirano, que no conoció respeto a la libertad ni amor a la justicia,caminó <strong>de</strong> reino en reino, propagando luz <strong>de</strong> libertad y justicia. Él divinizóla fuerza y, como nuevo Mesías <strong>de</strong> una era nueva, regeneró alas naciones con un bautismo <strong>de</strong> sangre. Fue el Mahoma <strong>de</strong> Occi<strong>de</strong>nte,un Mahoma sin Alá ni Corán, sin otra ley que su ambición niotro dios que su persona. Sabía magnetizar las muchedumbres, subyugarlascon una palabra, y arrastrarlas ciegamente al pillaje y a la gloria,al crimen y al heroísmo, a la muerte y a la apoteosis. Con sus invencibleslegiones se precipitaba sobre la tierra, unas veces <strong>de</strong>vastando comoun ciclón, otras fertilizando como una creciente <strong>de</strong>l Nilo. Era elhombre <strong>de</strong>l 18 Brumario, la negación <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as mo<strong>de</strong>rnas, la personificación<strong>de</strong>l cesarismo retrógrado; pero sus soldados llevaban <strong>de</strong>pueblo en pueblo los gérmenes revolucionarios, como los insectosconducen <strong>de</strong> flor en flor el polen fecundante. De las naciones mutiladaspor las armas nacía la libertad, como la savia corre <strong>de</strong>l tronco rajadopor el hacha. “Los pueblos, dice Michelet, <strong>de</strong>spertaban heridos porel hierro, mas agra<strong>de</strong>cían el golpe salvador que rompía su funestosueño y disipaba el <strong>de</strong>plorable encantamiento en que por más <strong>de</strong> milaños langui<strong>de</strong>cían como bestias que pacen la yerba <strong>de</strong> los campos.”En vano asomó la Restauración apoyada en los ejércitos <strong>de</strong> laSanta Alianza; en vano <strong>de</strong>sfilaron, como espectros <strong>de</strong> otras eda<strong>de</strong>s,Luis XVIII, Carlos X y Luis Felipe; en vano quiso Napoleón III seguirlas huellas gigantescas <strong>de</strong> Bonaparte; Francia experimentó siemprela nostalgia <strong>de</strong> la libertad y regresó a la república como a fuente <strong>de</strong>regeneración y vida.IILa Revolución no se reduce al populacho ebrio y <strong>de</strong>senfrenadoque apagaba con sarcasmos la voz <strong>de</strong> las víctimas acuchilladas en las30 PENSAMIENTO Y LIBREPENSAMIENTO
prisiones o guillotinadas en las plazas públicas. Frente a los energúmenosque herían sin saber a quién ni por qué, como arrastrados por unvértigo <strong>de</strong> sangre, se levantaban los filósofos y reformadores que vivíansoñando con la fraternidad <strong>de</strong> los pueblos y morían creyendo enel <strong>de</strong>finitivo reinado <strong>de</strong> la justicia.Si no faltaron bárbaros que ante el cadáver <strong>de</strong> un Lavoisier proclamabanque “la Revolución no necesitaba <strong>de</strong> sabios”, sobrarontambién hombres que, según la gráfica expresión <strong>de</strong> Víctor Hugo,buscaban “con Rousseau lo justo, con Turgot lo útil, con Voltaire loverda<strong>de</strong>ro y con Di<strong>de</strong>rot lo bello”. ¿Quién no los conoce? Lalan<strong>de</strong>,Lagrange, Laplace, Berthellot, Daubenton, Lamarck, Parmentier,Monge, Bailly, Condorcet, Lakanal y otros mil, pertenecen a la Revolución,brillan como estela <strong>de</strong> luz en mar <strong>de</strong> sangre.Verdad, hubo momentos en que Francia parecía retrogradar a labarbarie; pero verdad también que tras la acción impulsiva y perjudicial,vino inmediatamente la reacción meditada y reparadora. LaRevolución, la buena Revolución, se mostró siempre inteligente:fue movimiento libre <strong>de</strong> hombres pensadores, no arranque ciego <strong>de</strong>multitu<strong>de</strong>s inconscientes.[1889]BIBLIOTECA AYACUCHO31
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