luminosa para guiarnos rectamente en las sinuosida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la existencia,nosotros diríamos: Seamos justos. Justos con la Humanidad,justos con el pueblo en que vivimos, justos con la familia que formamosy justos con nosotros mismos, contribuyendo a que todos nuestrossemejantes cojan y saboreen su parte <strong>de</strong> felicidad, pero no <strong>de</strong>jando<strong>de</strong> perseguir y disfrutar la nuestra.La justicia consiste en dar a cada hombre lo que legítimamente lecorrespon<strong>de</strong>; démonos, pues, a nosotros mismos la parte que nos tocaen los bienes <strong>de</strong> la Tierra. El nacer nos impone la obligación <strong>de</strong> vivir,y esta obligación nos da el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> tomar, no sólo lo necesario,sino lo cómodo y lo agradable. Se compara la vida <strong>de</strong>l hombre con unviaje en el mar. Si la Tierra es un buque y nosotros somos pasajeros,hagamos lo posible para viajar en primera clase, teniendo buen aire,buen camarote y buena comida, en vez <strong>de</strong> resignarnos a quedar en elfondo <strong>de</strong> la cala, don<strong>de</strong> se respira una atmósfera pestilente, se duermesobre ma<strong>de</strong>ros podridos por la humedad y se consume los <strong>de</strong>sperdicios<strong>de</strong> bocas afortunadas. ¿Abundan las provisiones? pues todos acomer según su necesidad. ¿Escasean los víveres? pues todos a ración,<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el capitán hasta el ínfimo grumete.La resignación y el sacrificio, innecesariamente practicados,nos volverían injustos con nosotros mismos. Cierto, por el sacrificioy la abnegación <strong>de</strong> almas heroicas, la Humanidad va entrando en elcamino <strong>de</strong> la justicia. Más que reyes y conquistadores, merecenvivir en la historia y en el corazón <strong>de</strong> la muchedumbre los simples individuosque pospusieron su felicidad a la felicidad <strong>de</strong> sus semejantes,los que en la arena muerta <strong>de</strong>l egoísmo <strong>de</strong>rramaron las aguasvivas <strong>de</strong>l amor. Si el hombre pudiera convertirse en sobrehumano, loconseguiría por el sacrificio. Pero el sacrificio tiene que ser voluntario.No pue<strong>de</strong> aceptarse que los poseedores digan a los <strong>de</strong>sposeídos:sacrifíquense y ganen el cielo, en tanto que nosotros nos apo<strong>de</strong>ramos<strong>de</strong> la tierra.118 PENSAMIENTO Y LIBREPENSAMIENTO
Lo que nos toca, <strong>de</strong>bemos tomarlo porque los monopolizadores,difícilmente nos lo conce<strong>de</strong>rán <strong>de</strong> buena fe y por un arranque espontáneo.Los 4 <strong>de</strong> agosto encierran más aparato que realidad: losnobles renuncian a un privilegio, y en seguida reclaman dos; los sacerdotesse <strong>de</strong>spojan hoy <strong>de</strong>l diezmo, y mañana exigen el diezmo ylas primicias. Como símbolo <strong>de</strong> la propiedad, los antiguos romanoseligieron el objeto más significativo –una lanza. Este símbolo ha <strong>de</strong>interpretarse así: la posesión <strong>de</strong> una cosa no se funda en la justicia sinoen la fuerza; el poseedor no discute, hiere; el corazón <strong>de</strong>l propietarioencierra dos cualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l hierro: dureza y frialdad. Según losconocedores <strong>de</strong>l idioma hebreo, Caín significa el primer propietario.No extrañemos si un socialista <strong>de</strong>l siglo XIX, al mirar en Caín elprimer <strong>de</strong>tentador <strong>de</strong>l suelo y el primer fratricida, se valga <strong>de</strong> esacoinci<strong>de</strong>ncia para <strong>de</strong>ducir una pavorosa conclusión: La propieda<strong>de</strong>s el asesinato.Pues bien: si unos hieren y no razonan, ¿qué harán los otros?Des<strong>de</strong> que no se niega a las naciones el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> insurrección para<strong>de</strong>rrocar a sus malos gobiernos, <strong>de</strong>be conce<strong>de</strong>rse a la Humanida<strong>de</strong>se mismo <strong>de</strong>recho para sacudirse <strong>de</strong> sus inexorables explotadores.Y la concesión es hoy un credo universal: teóricamente, la revoluciónestá consumada porque nadie niega las iniquida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l régimenactual, ni <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> reconocer la necesidad <strong>de</strong> reformas que mejoren lacondición <strong>de</strong>l proletariado. (¿No hay hasta un socialismo católico?)Prácticamente, no lo estará sin luchas ni sangre porque los mismosque reconocen la legitimidad <strong>de</strong> las revindicaciones sociales, no ce<strong>de</strong>nun palmo en el terreno <strong>de</strong> sus conveniencias: en la boca llevanpalabras <strong>de</strong> justicia, en el pecho guardan obras <strong>de</strong> iniquidad.Sin embargo, muchos no ven o fingen no ver el movimientoque se opera en el fondo <strong>de</strong> las mo<strong>de</strong>rnas socieda<strong>de</strong>s. Nada les dicela muerte <strong>de</strong> las creencias, nada el amenguamiento <strong>de</strong>l amor patrio,nada la solidaridad <strong>de</strong> los proletarios, sin distinción <strong>de</strong> razas ni <strong>de</strong>BIBLIOTECA AYACUCHO119
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