si realmente les ten<strong>de</strong>mos la mano <strong>de</strong> amigo? ¿Qué bien reportan ala Humanidad los sabios que se emparedan en su yo, sin comunicara nadie la sabiduría? Linternas cerradas, alumbran por <strong>de</strong>ntro.Cuando se abriga una convicción, no se la guarda religiosamentecomo una joya <strong>de</strong> familia ni se la envasa herméticamente como unperfume <strong>de</strong>masiado sutil: se la expone al aire y al sol, se la <strong>de</strong>ja al librealcance <strong>de</strong> todas las inteligencias. Lo humano está, no en poseersigilosamente sus riquezas mentales, sino en sacarlas <strong>de</strong>l cerebro,vestirlas con las alas <strong>de</strong>l lenguaje y arrojarlas por el mundo para quevuelen a introducirse en los <strong>de</strong>más cerebros. Si todos los filósofoshubieran filosofado en silencio, la Humanidad no habría salido <strong>de</strong> lainfancia y las socieda<strong>de</strong>s seguirían gateando en el limbo <strong>de</strong> las supersticiones.Las verda<strong>de</strong>s adquiridas por el individuo no constituyen su patrimonio:forman parte <strong>de</strong>l caudal humano. Nada nos pertenece,porque <strong>de</strong> nada somos creadores. Las i<strong>de</strong>as, que más propias se nosfiguran, nos vienen <strong>de</strong>l medio intelectual en que respiramos o <strong>de</strong> laatmósfera artificial que nos formamos con la lectura. Lo que damosa unos, lo hemos tomado <strong>de</strong> otros: lo que nos parece una ofrenda nopasa <strong>de</strong> una restitución a los here<strong>de</strong>ros legítimos. Mas, aunque nofuera así, ¿cabe don más valioso que el pensamiento? Al dar el corazóna los seres que nos aman, les pagamos una <strong>de</strong>uda; al ofrecer elpensamiento a los <strong>de</strong>sconocidos, a los adversarios, a nuestros mismosaborrecedores, imitamos la inagotable liberalidad <strong>de</strong> la Naturalezaque prodiga sus bienes al santo y al pecador, a la paloma y al gavilán,al cor<strong>de</strong>ro y al lobo.Más <strong>de</strong> dos mil años hace que el primero <strong>de</strong> los filósofos chinos<strong>de</strong>cía: Dad mucho, recibid poco. Este brevísimo consejo entraña unalección <strong>de</strong> inefable <strong>de</strong>sprendimiento, <strong>de</strong> inmensa caridad. Pero los librepensadoressilenciosos no quieren disfrutar la suprema selección<strong>de</strong> otorgarse sin reserva, y prefieren vivir tranquilos, felices, nunca104 PENSAMIENTO Y LIBREPENSAMIENTO
turbados en sus impieda<strong>de</strong>s ni en sus digestiones. Favoreciéndolesmucho, <strong>de</strong>bemos compararles con los ríos subterráneos que se dirigenal mar, sin haber apaciguado una sed ni fecundado una semilla.IISi el <strong>librepensamiento</strong> mudo funciona sin perturbar la calma <strong>de</strong>lfilósofo, no suce<strong>de</strong> lo mismo con el <strong>librepensamiento</strong> hablado y escrito.El hombre que en socieda<strong>de</strong>s retrógradas habla y escribe convalerosa in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, suscita recriminaciones y tempesta<strong>de</strong>s, aventurándosea sufrir los anatemas <strong>de</strong>l sacerdote, los atropellos <strong>de</strong>l mandóny los impulsivos arranques <strong>de</strong> la bestia popular.Nadie ataca un privilegio ni ridiculiza una superstición sin quemil voces le maldigan ni mil brazos le amenacen. Todos con<strong>de</strong>nan unerror, todos se duelen <strong>de</strong> una injusticia; pero la Humanidad encierratanta abyección y tanta cobardía, que en el fragor <strong>de</strong> la lucha sueleunirse con sus torsionarios para combatir a sus <strong>de</strong>fensores. A veces,no hay crimen tan imperdonable como hablar lo que todos piensan o<strong>de</strong>cir a gritos lo que todos murmuran a media voz. En el reinado <strong>de</strong> lainiquidad y la mentira se clama por un verbo que fustigue a los criminales;mas, cuando el verbo truena sin hipocresías ni melosida<strong>de</strong>s,entonces los más fervientes amigos <strong>de</strong> la verdad hacen los mayoresaspavientos y fulminan las más ruidosas protestas.Para merecer el título <strong>de</strong> buen ciudadano y figurar en la clásicanómina <strong>de</strong> los hombres cuerdos, se necesita conformarse a los usos yprejuicios <strong>de</strong> su tiempo, venerando los absurdos <strong>de</strong> la religión en quese nace, justificando las iniquida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la patria en que se vive. Nada<strong>de</strong> romper el mol<strong>de</strong> antediluviano ni querer aletear fuera <strong>de</strong> la jaulaprehistórica. Nada tampoco <strong>de</strong> oposiciones ni <strong>de</strong> intransigencias: lamoralidad se resuelve en la transigencia con las inmoralida<strong>de</strong>s ambientales,la virtud se reduce a un oportunismo hipócrita y maleable.BIBLIOTECA AYACUCHO105
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