Revista de la Bolsa de Comercio de Rosario

Representar es un desafíosumamente complejo, que implicaempatía, identificación y vínculopor un lado, y a su vez, distanciacrítica. Sostener la tensión entreestos dos polos es una de lasclaves.de fusión en la que no hay distinciónyo-tú. El bebé no logra percibirse aúncomo un ser autónomo. Inclusive lamamá, en momentos especiales dearrobo con su hijo, puede decir, “ahoravamos a bañarnos”, o “ahora vamos acomer”. Esta utilización equívoca delpronombre “nosotros”, en rigor ella nose va a bañar ni a comer sino sólo elbebé, es fiel a esta realidad de fusión.El adulto no vuelve a vivir esta realidad,sólo en algunos momentos muyespeciales como el enamoramiento, launión sexual o el fenómeno de masas.Ahora bien, si como adultos nos instalamosen alguno de estos momentosevolutivos el individualismo adolescenteo la fusión infantil, estableceremosrelaciones insatisfactorias con los otros.Tanto en el individualismo como en lamasificación se pierde el sabor lúdicoo deportivo de la vida. En el egocentrismo,el otro es percibido como unaamenaza o un mero instrumento, purochoque que desgasta. En la masa, elotro no es visto como otro porque seha perdido la distinción yo-tú, no haytensión, no hay juego. Cuando en lainteracción tipo masa el otro pretendeautoafirmarse, es percibido tambiéncomo amenaza o traición. El ejerciciode la representación política suponeun deporte gustoso entre sujetossoberanos conscientes y librementeinterdependientes, requiere una claradistinción yo-tú.La auténtica representación requiereque la relación entre representante yrepresentado esté caracterizada porun tipo de vínculo que aquí denominaremos“nosotros maduro”. Enun nosotros maduro reconocemos locomún sin anular la soberanía de lossujetos individuales que se vinculandesde la libertad. Quienes viven ladimensión de lo “nosístico” disfrutande una firmeza capaz de proximidad yuna proximidad sostenida con firmeza.La vida se hace gustosa, despliega sudeportividad con contacto, desafío,riesgo, choque y comunión. Es allídonde el representante agrega novedady valor al mandato del representado,logrando así expresarlo, reformularlopara comunicarlo, enriquecerlotécnicamente, incluirlo en el momentojusto en la agenda pública, consolidarlotécnicamente, etc.. En la fusión, esteagregado de valor resulta imposible.El líder representante tiene entoncesuna doble tarea. Por un lado, la quepodríamos llamar dinámica empática,consistente en buscar un vínculo activoque le permita escuchar y comprendera los mandantes. Pero a su vezuna dinámica asertiva, que le permitadistanciarse de esa demanda y agregarlesu visión.Todo esto supone en el representantela asunción de riesgos sin los que nohay liderazgo. Nelson Mandela, alformular su visión de una Sudáfricaunificada como modo de superar elapartheid, asume el riesgo de formularuna visión personal que quizá expresabaun anhelo implícito o inconscienteen sus seguidores, más movidos porel resentimiento que por los gestosde pacificación. Podríamos decir queMandela tensa la identificación enel nosotros de la gente de color enSudáfrica afectada por la política delapartheid, para formular su visión yprograma de pacificación. La representación,sobre todo en momentos clavesde la historia, supone el riesgo deldistanciamiento. La crisis de liderazgoen la Argentina se relaciona con el nosurgimiento de personalidades capacesde asumir estos riesgos. Mandela desdela cárcel no podía recurrir a ningúnsondeo de opinión. Quizá muchosde nuestros políticos estén demasiadopresos de las tecnologías de los encuestadoresy por tanto no logren desafiarcierto status quo.Desde un punto de vista psicosocial,podríamos decir que las reiteradasdificultades para encontrar en la Argentinaun interjuego armónico entrelos distintos poderes del Estado y entreel gobierno y la oposición, o entre elgobierno y diversos sectores sociales,como el de la producción agropecuariao la justicia, por ejemplo, tienenque ver con nuestra dificultad paraencontrar en muchos ámbitos, no sólo42 | Revista de la Bolsa de Comercio de Rosario