El sÃn - Pfizer
El sÃn - Pfizer
El sÃn - Pfizer
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
La vida en otra parte<br />
casó y tuvo una hija que murió a los siete años por desnutrición<br />
y su esposa no aguantó la pérdida: se intentó suicidar<br />
(algo prohibido en Corea del Norte) y como sobrevivió, la<br />
arrestaron y más tarde terminó recluida en un hospital psiquiátrico.<br />
Jung, mientras tanto, intentó escapar a China,<br />
pero fue devuelto a la frontera y puesto en prisión por nueve<br />
penosos años. Finalmente pudo huir y tras un largo periplo<br />
de penurias, llegó a París donde consiguió el trabajo<br />
de lavaplatos en el que se siente explotado pero aguanta con<br />
resignación. Al menos tiene un techo donde vivir. “Pensé<br />
que era un pobre desgraciado y que a nadie le importaría<br />
si me cortaba las venas. Y eso me dio fuerzas. Cuando uno<br />
es tan poca cosa para los demás tiende a cuidarse. Si tenía<br />
suerte y me protegía, tal vez podría volver a vivir algo bello.<br />
Un rato alegre, por ejemplo. O dejar de tener miedo. Desde<br />
hacía seis años tenía miedo” (Gamboa, ibídem, p. 56),<br />
le contó a Esteban.<br />
Y lo seguiría teniendo. A su sensación de zozobra permanente<br />
se le sumaba un sentimiento de culpa por haber<br />
abandonado a su esposa. A diferencia de Esteban, quien<br />
podía volver a Bogotá si quería, Jung sabía que su patria la<br />
había perdido para siempre. Todo lo que tenía en su país,<br />
incluida su mujer, lo había dejado atrás. Estaba convencido<br />
de que su vida no iba a cambiar y, no obstante, guardaba la<br />
remota esperanza de rescatar a su esposa y llevarla a París<br />
junto a él. Pero incluso eso le daba miedo; miedo al reproche<br />
o a la posibilidad de que ella ni siquiera lo reconociera.<br />
Un día, Esteban fue testigo de su padecimiento cuando<br />
lo vio doblado por un dolor abdominal. Tuvieron que remitirlo<br />
a un hospital donde los médicos le diagnosticaron<br />
“estrés crónico, cefalea y la probable somatización de un<br />
estado de angustia, de ahí los dolores abdominales, algo que<br />
muy bien podría corresponder con la vida del pobre Jung”.<br />
(Gamboa, ibídem, p. 211).<br />
131