El sÃn - Pfizer
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98 12 personajes en busca de psiquiatra acepta otra cosa que la del criterio de la demostración de los hechos. Para la ciencia las cosas no son verdaderas por la autoridad de quien las define como tales, sino porque son demostrables. Como herencia de la ideología platónica, expresiones tales como anormalidad, anomalía, alteración, perturbación, trastorno, desorden etc. se emplean comúnmente como equivalentes de patológico o de enfermedad, y como sinónimos de lo inmoral. Sin embargo, puesto que la medicina encontró en la enfermedad el objeto de su estudio y en lo patológico desentrañó el significado de lo normal, en términos estrictamente médicos lo normal sería aquello que se encuentra en la mayoría de la especie humana o aquello que constituye el promedio de una característica mesurable. Por ello se confunden y se usan indistintamente los pares de conceptos salud-normal, y patológico-anormal. Y desde el punto de vista científico, lo normal nada tiene que ver con la moral. La psiquiatría y la sexología, en tanto que disciplinas médicas, recogen los conceptos anotados en el párrafo anterior que corresponden a la normalidad o anormalidad de sus estructuras biológicas: el cerebro en la primera, y el sistema nervioso, las hormonas y el endotelio de los efectores en la segunda. Pero en cuanto que el hombre es un ser social, no es suficiente el concepto de la ciencia para predicar la normalidad de sus conductas, pues desde el comienzo de la civilización se hace menester el cumplimiento de las normas que se le imponen para permitir la convivencia dentro de la sociedad. De manera que en este sentido, en el de las normas, no podemos hablar de la verdad o falsedad de las leyes sino de la justicia o injusticia de las mismas. En este orden de ideas, solo podríamos considerar como anormales, patológicas o inadecuadas aquellas conductas sexuales cuando son intrínsecamente nocivas para la integridad de otras personas o para la del sujeto que las realiza.
Florentino Ariza: Quijote y Don Juan Sobra decir que la nocividad debe ser objetivamente grave, pues de otro modo podrían interpretarse como tales aquellos comportamientos que se aparten, simplemente, de los considerados normales por la moral tradicional. De acuerdo con todo lo anterior, nuestro veredicto acerca de la vida amorosa de Florentino Ariza es que puede considerarse como normal para un hombre de su tiempo, soltero, Caribe, de clase media, enriquecido ya en su madurez, que amó con fervor durante toda su vida a Fermina Daza, y que amó también a otras mujeres, “porque se puede estar enamorado de varias personas a la vez, y de todas con el mismo dolor, sin traicionar a ninguna” (GGM, ibídem, p. 370). Pero nunca fue un libertino, un pervertido, un obseso o un adicto sexual. Sus esguinces sexosentimentales, por tanto, no requieren tratamiento. 99
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Florentino Ariza: Quijote y Don Juan<br />
Sobra decir que la nocividad debe ser objetivamente grave,<br />
pues de otro modo podrían interpretarse como tales aquellos<br />
comportamientos que se aparten, simplemente, de los<br />
considerados normales por la moral tradicional.<br />
De acuerdo con todo lo anterior, nuestro veredicto<br />
acerca de la vida amorosa de Florentino Ariza es que puede<br />
considerarse como normal para un hombre de su tiempo,<br />
soltero, Caribe, de clase media, enriquecido ya en su madurez,<br />
que amó con fervor durante toda su vida a Fermina<br />
Daza, y que amó también a otras mujeres, “porque se puede<br />
estar enamorado de varias personas a la vez, y de todas con el<br />
mismo dolor, sin traicionar a ninguna” (GGM, ibídem, p.<br />
370). Pero nunca fue un libertino, un pervertido, un obseso<br />
o un adicto sexual. Sus esguinces sexosentimentales, por tanto,<br />
no requieren tratamiento.<br />
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