organización constitucional - Biblioteca Digital - Corte Suprema de ...

- 28-ridad, en una palabra, todo 10 que constituye el honor y el buencrédito de la Provincia.En 1860, el Gobierno Nacional entrega maniatados los guardiasnacionales de Mendoza al nuevo Atila de los desiertos Argentinos,quien los lanza otra vez sobre un pueblo hermano, acuchilla sin piedadcentenares de ciudadanos y habitantes; y perpetra el más bárbaro delos crímenes, la traición más negra, fusilando á sangre fría un Gobernadorprisionero de guerra, y entregado bajo la fé del vencedor.El horrendo terremoto de Marzo de 1861 que destruye hasta sus cimientosla hermosa capital de la Provincia, sepultando bajo sus ruinasmás de 12.000 habitantes y dejando en la miseria y horfandad millaresde familias, agrava mas aun la ruina moral y material del país. Enmedio de los lamentos que arranca el diminuto resto de sus hijos estacatástrofe sin igual en la historia de las convulsiones de la naturaleza,el Gobernador de la Provincia D. Lanreano Nazar lleva sus exesoshasta el extremo de dejar robar escandalosamente los caudales y efectosque salvaron del terremoto y del incendio, empleando las guardiasNaeionales en custodiar su persona en vez de socorrer á las víctimasque imploraban auxilios y evitar el saqueo de las propiedades.Para colmo de tanta infamia manda personalmente con lanza enmano, disolver la Cámara Legislativa, y ordena el asesinato de ciudadanosindefensos llamados por los Representantes del pueblo ádar su opinión sobre lo que debería hacerse en la deplorable situaciónen que se hallaba el país.El rumor de esta calamidad que esparcióse con la rapidez del rayo,conmueve el mundo entero, y despierta en favor del infortunio la caridadde los pueblos mas extraños y remotos; solo halla eco en las entrañasde fiera del primer mgistrado de la Nación para hacer brotarhipócritarnente de sus labios la declaración de que la Provinciade Mendoza no existía ya políticamente. Al paso que con una manole roba injentes cantidades remitidas del exterior, para auxilio de lasfamilias arruinadas con la otra firma el decreto que autoriza al asesinode San Juan para arrebatarle los socorros ya recibidos, y arrancaraun á sus desgraciados habitantes por medio de prisiones y arrebatos,los mutilados restos de su fortuna.Insensible á los lamentos de este pueblo, tanto las autoridadesnacionales como las de Provincia, procuraban sólo aumentar los conflictosde tan deplorable situación. Solo una voz se alzó en el Senado,conmovedora y elocuente en favor de la infortunada Mendoza trayendoá la memoria sus gloriosos ante~edentes y sus heroicos sacrificios en