de, por ejemplo, las largas marchas para ver a los Redonditosde Ricota en sus shows en el interior del país. Nadiequiso ver el elemento destructivo, esa ansia de inmolaciónvagamente contenido, esa extraña y poco rebeldeforma de no futuro. Muy pocos vieron el riesgo, el acercarsedemasiado al fuego, una cercanía vacía, un precipicio.El estadio Obras irrespirable por una, dos, cuarentabengalas y el milagro de que nadie se quemara. Las tribunastan llenas que moverse era imposible, salvo para caer.Fogatas espontáneas; corridas con la policía detrás; gaseslacrimógenos y remeras meadas, usadas como barbijo paracontrarrestar el ahogo. Y, con los años, la incoherenciaque se hace insoportable: las bandas adoradas, los mismosde siempre, a quienes se les ruega que no cambien nunca–porque ese público, con su ascenso social obturado, nopuede cambiar– crecen y se enriquecen y siguen hablandocomo si sus experiencias siguieran siendo las del origen.La autenticidad se diluye en hipocresía. Es un callejón sinsalida. Mientras Carlos Menem y Fernando de la Rúa–como jefe de Gobierno de Buenos Aires– se fotografíancon los Rolling Stones, sugiriendo que no pueden darlesun futuro a los jóvenes, pero sí pueden regalarles a estosviejos amados, el movimiento llamado a las apuradas barrialse paraliza, se canibaliza, se ahoga: se muere, comotodo lo que no puede crecer.La liturgia juvenil que comenzó alrededor de 1987-1988 llegó a su fin el 30 de diciembre de 2004 con el incendiode República Cromañón, cuando los cuerpos,tantos y sin embargo tan poco visibles hasta entonces,empezaron a verse, apilados, muertos, en una calle deOnce. El incendio, provocado por pirotecnia, mató a194 personas que no murieron quemadas: murieron ahogadasy en la oscuridad, asfixiadas en gases tóxicos.Y ocurrió lo que, por la magnitud y extensión del fenómeno,parecía imposible: la liturgia desapareció. O se redujohasta la intrascendencia. ¿Las hordas de fieles, debanderas, de cantos, de luces, de aguante? Como si nuncahubieran existido, se disolvieron en lo que, al fin, es laatomización de las culturas juveniles que veinticincoaños después son cumbia y Playstation, bullying y red social,Guitar Hero y pop, hip hop y la inesperada, sorpresivay masiva militancia política, la televisión y concurso,baile y alcohol; todo esto estuvo antes, estuvo en esosaños entre Un Baión y Cromañón (¡la casual rima!), peroocupaba la periferia, las patas del gran saurio central queya no existe, que nadie extraña. Las grandes movilizacionesjuveniles de aquellos años albergaban un descontentoque oscilaba entre la expresión política de una resistenciano articulada y el más absoluto rechazo por la política,confundidos en una anarquía naïf, descabezada.Hoy los apéndices crecidos parecen preferir sus pequeñasvidas antes que la entrega total de una inmensa muerte
25 AÑOSGéneros, retornos,paradigmas en la músicade los argentinosLuca yla vueltadel tangoPor Roque Cascieroclick como en el presente,y los integró a sus vivenciascallejeras enBuenos Aires y el oestedel conurbano (ahí dondeestá el agite). Y quefue influencia para todo loque vino después, más allá dedicotomías como Redondos-SodaStereo o barriales-alternativos.Soda: 1987 fue el año en que se desató la sodamanía enAmérica latina, gracias a Signos. Ese disco fue el primeroen ser editado en compact disc, lo cual no importaba muchoporque, ¿quién tenía entonces un reproductor decompact disc? Pasaron unos cuantos años antes de que elformato se convirtiera en el standard, antes de la aparicióndel mp3 y todo lo que vino después. Pero sí, entoncesparecía mentira poder escuchar con esa calidad de audio–nadie nos había dicho que para que la música entraraen ese disquito plástico le podaban frecuencias que siguenestando en los ahora nuevamente vigentes vinilos–, quenos hacía poner la piel de gallina así estuviéramos escuchandomúsica que no nos gustaba, sólo por el placer delaudiófilo ante la nueva maravilla.Como el vinilo, el tango y el folklore eran catalogadoscomo parte del pasado en 1987. Je. La revancha vendríaPI76mentira.” Eso decía mi abuela cadavez que le hablaban de la aparición “Parecede algún aparato innovador o de cómo habían cambiadolas cosas en un determinado número de años. Y sí, parecementira que el panorama de la música popular en la Argentina–y en el resto del mundo también– haya cambiadotanto desde 1987. Más de una revolución en la industriay en los sonidos se ha anunciado desde entonces, tantosobre papel como en pantallas de diversos tipos –Internety los dispositivos móviles eran ideas de ciencia ficciónpor entonces–, y seguramente quedarán unas cuantas máspor venir. Sin ánimo ni espacio para hacer un balance deun cuarto de siglo, se agolpan en la mente de modo desordenadodatos, cifras, ascensos y caídas, pérdidas trágicas,momentos inolvidables, nombres de estrellasy estrellados, conciertos que formanparte del inconsciente colectivo, separacionesy “operativos retorno”, recuperacioneshistóricas y heridas abiertascomo Cromañón...En 1987, por ejemplo, murió LucaProdan. Un tano que cayó a la Argentinasoñando la recuperación de susadicciones con el solo incentivo de unafoto de un amigo en las sierras de Córdoba.Que apenas vivió en el país unos pocos años, pero lossuficientes para dar vuelta como una media lo que se entendíaacá como rock. Que trajo sonidos diferentes, ideasque no podían por entonces llegar a la velocidad de unComo el vinilo, el tango y el folklore erancatalogados como parte del pasado en 1987. Je.La revancha vendría de la mano de artistas nuevos.de la mano de artistas nuevos, pero también de generacionesque abrieron los oídos más allá de las imposicionesdel mercado. El 2x4, que es mucho más que “la soja deBuenos Aires”, encontró a pibes que se deslumbrabancon Piazzolla –¿cómo no hacerlo?–, pero que indagabanen lo anterior para generar un sonido nuevo, con una potenciatantas veces calificada de “rockera”... ¡como si eltango no tuviera polenta! Y el folklore, que resistía en elinterior, se cruzó con otras sonoridades para enriquecerseen variedad de matices y propuestas.¿Quién editaba un disco en 1987? Las dificultadespara que un artista nuevo pudieradar a conocer su música eran inmensas:salvo que apareciera el interés de unacompañía discográfica, el camino de laindependencia era más que arduo. LosRedondos, entre otros, abrieron la huella,y la tecnología generó tantos cambiosque hoy cualquiera puede grabar unálbum y ponerlo a disposición del mundo.Que el mundo le preste atención es otro tema,lo mismo que si el mundo debería prestarle atención.Pero, claro, la música sigue siendo placer para el alma,eso no lo cambian ni veinticinco años ni mil. Y eso sí queno parece mentira