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Revista - Página/12

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dena nacional: si Adela no hubiera seguido a Cristalen el 9, seguramente seguiría alguna bazofia similar enel 13 o en el 11. Quizás El derecho de nacer, esa oda ultracatólicacon Verónica Castro, aunque uno tiende arecordar que en el 11 ya estaba El Chavo, y no eran capítulosestreno.El yeso fraguó y abandoné la cama, con lo que no pudeacompañar a mi abuela en los seguramente felicesmomentos del desenlace. Pero la aneda da cuenta decuán distintas son las cosas hoy en el mundo de laTV... y, en algún detalle, cuán parecidas. Las novelasde hoy (aunque se haya adoptado el término “tira”) podránlucir muy actualizadas, pero ciertos tópicos se repitende manera cíclica y al parecer inevitable. Lo quesí ha cambiado de manera indiscutida es el medio, detantas y tan variadas maneras que se hace imposible resumirloaquí. Basta esta recortada semblanza de lo quefue para comprender la magnitud de lo sucedido en estos25 años... aunque buena parte de los mayores saltosse haya dado más bien en los últimos diez. En 1987 notuiteabas sobre el avance de tu yeso mientras CarlosMata inducía al vómito cantando la canción de títulosde Cristal y tu abuela se enjugaba las lágrimas. En 1987no elegías uno de cinco canalesde noticias para seguir el lentísimoderrotero del generalAlais hacia la base del alzamientocarapintada de AldoRico. En términos televisivos,1987 luce hoy parecido a unaépoca de las cavernas: cuandoPáginaI<strong>12</strong> se asomó a los quioscospor primera vez, el televidenteargentino desconocía eltérmino zapping.Curiosamente, el salto no parecetan grosero en lo que hace a laradio. No es que el medio no hayaexperimentado innovaciones tecnológicas;el sonido ha mejorado,los modos de transmisión también,y la explosión de plataformas digitaleshacen que hoy el oyente conozcael rostro y apariencia dequien está frente al micrófono deun modo que por entonces sólo selograba yendo a un estudio que admitierapúblico, o con el contactode alguien que pudiera introducirloal reino sagrado de Radio Bangkok.Pero la esencia de la radio sigue teniendocosas intocadas, ajenas a todovértigo de cambios. A nadie se leocurriría hoy ver un Barcelona-RealMadrid en un Ranser blanco y negrocon perillas manuales (¡clack!¡clack!), pero escuchar un programa através de una Spica o la Noblex 7 Maresno afecta en lo más mínimo la experienciaradial. Nadie desdeña el aporte de las redes socialesa quienes trabajan el aire, pero es más bien algo que sumaa lo que rodea a la radio. También resulta interesantela búsqueda de expansión del formato que realizaPergolini, pero esa trilladísima “magia” de la radio sesigue sosteniendo en algo tan básico y tan poco necesitadode otras cosas como alguien frente al micro conalgo para decir, alguien frente a la consola, alguien delotro lado del parlante con ganas de escuchar. Y unamúsica que ponga el moño.25 años después, Adela ya no está. Y sospecho quehoy apenas podría entender la existencia de un canaldedicado a un non stop de telenovelas: entre las cosasque le atraían de ese caldo grueso de pasiones prefabricadasestaba lo inexorable y efímero del rito. La obligaciónde plantarse cada día a las 15 frente a la pantallapara sufrir con la pobre Cristal y comentar qué lindoque está hoy Luis Alfredo y qué terca doña Victoria ymirá Eduardito, ves, ésa es Marión, es malísima, perovas a ver que al final la va a pagar.A veces uno quisiera tener un DVR –eso que en1987 podría ser considerado un plato volador– dondeestén registrados esos momentos con olor a yeso, y notanto replay inútilPI67

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