Revista - Página/12
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Télamtorias de combate y de militancia, historias de vida queleía y que vivía porque, militando en H.I.J.O.S., salimoscodo a codo con las travas para reclamar por el fin delas razzias, los edictos policiales y, después, el famosoCódigo de Convivencia. Me acuerdo de una columnade “Convivir con Virus” que contaba una fiesta en unliving diminuto donde mi hija Naná selló su relaciónfamiliar con Lohana Berkins, nuestra reina trava, enadelante la tía Lohana.De lo que no pude escribir cuando los ’90 empezabana dar sus últimos estertores fue de la primera novia importanteque tuve. Y eso que había contado todo tipode intimidades, desde el consuelo a solas después del rechazoflagrante de algún caballero cobarde hasta las citasque terminaban en acrobacias de alegría. De ella noescribí más que estúpidas metáforas. No me sentía habilitada.Ni en el oficio de escribir, ni en mi mundo privado.Tardé demasiado en contarle a mi hija quién eraen realidad Fernanda y me lo cobró con una ofensa queduró un siglo.Vivir, amar, escribir es un tríptico en el que me veocomo en espejos enfrentados; con esas tres palabras controlohasta los rulos de mi nuca. Y sin embargo, aquelamor se me desenredó de la pluma.La ofensa de mi hija se terminó de curar, creo, cuandola familia de la que hoy gozamos empezó a fraguar. Apenasantes de que empecemos a inventar con Liliana Violael suplemento Soy, un suplemento de diversidad sexualque sólo podía tener lugar en PáginaI12. Antes de que soñáramos,mi compañera Albertina y yo, que íbamos a casarnoscon libreta roja y juez de paz de abundante flequillo,con tantos invitados como podían entrar en nuestracasa, con nuestros hijos y nietos de testigos, con nuestrashermanas, hermanos, amigas y amigos como aliados.Dos años después de aquel casamiento, fiesta gitana.Dos años después de haber escrito para y llorado frente aldiario mientras el “¡Viva la patria!” de Albertina encendíala pantalla de un centenar de celulares, otro festejo,otro cambio histórico pone a trabajar el lagrimal y la alegría:la ley de identidad de género es un hecho. Y es enlas páginas de este diario donde esto se puede contar enprimera persona.Que digan después que las buenas no son noticias.Frente a mi diario se puede llorar y reír con ganas cadavez que aparecen y se relatan en ese tono, que no ahorramatices ni subjetividades. Queda escrito, para nuestrxshijxs, para nuestrxs nietxs, para el futuro de todas y detodos, ahora que nos encontramos en el hospital y encualquier lado, con lo que falta y lo que sobra, viviendo,amando, escribiendo y leyendoPI47
Una palabra incómoda quellegó para quedarse25 AÑOS¿Queero Cuit?Por Liliana ViolaPI48Hoy la escena resulta aberrante por unanimidad,pero hace apenas 80 años era unasalida cultural para toda la familia alentada por empresariosdel espectáculo y gobiernos europeos: entre 1876y 1930 se exhibieron personas en jaulas, un Gran Hermanocara a cara, sin audio y con casting compulsivo,zoológicos humanos con ejemplares traídos de las tierrasrecién colonizadas que se promocionaban con elgancho de “les presentamos al hombre en su estado natural”.La naturaleza, esa ilusión de eslabón siempreperdido, regresaba a las ciudades capturada y expuestaen toda su abyección: los ejemplares eran deformes (estabansin ropa), mudos (tenían otro idioma), salvajes(vivían en el exilio), pero demostraban con su presencialo bello y lo sano de la civilización. La palabraqueer empieza a circular por las calles del mundo anglosajónen esos mismos años de alto racismo científicoen que se suspenden los zoológicos humanos (y se preparanlas cámaras de exterminio). ¿Qué quería decir“queer” a principios del siglo XX? Difícil traducir (ymás difícil sentir) una palabra que en castellano nossuena más a “cuit” o a “cuis” que a “puto, marica, tortillera,travuco, marimacho”, que es todo lo que nombrabaentonces, bastante menos de lo que nombra ahoradevenida Teoría Queer, con muchos libros publicadosy gran influencia en otras ramas de la academia.Además, atrapada en los aires de superioridad y de coolnessque vienen con todo lo importado, queer aquí nodespide el mal olor que tiene en inglés ni exuda el ca-Difícil traducir una palabra que en castellanonos suena más a “cuit” o a “cuis” que a“puto, marica, tortillera, travuco, marimacho”.rácter subversivo que adquirió justo hace 25 años,cuando los que cargaban con la palabra se la quedaroncomo arma de guerra.Los insatisfechos con la división del mundo entreseñoras y señores, entre los normales de siempre y losnuevos normales, transexuales, travestis, sadomasoquistas,gente extraña, bisexuales, asexuados y otraslacras que no piensan definirse con una cruz en uncasillero, encontraron un paraguas donde mojarsejuntos y salir a la calle. “Nos han enseñado que losbuenos maricas no se enojan. Mandalos a la mierdahasta que hayan estado un mes paseando de la manoen público con alguien de su mismo sexo. Cuando hayanpasado por eso podrás escuchar lo que tengan quedecir sobre la rabia trans, marica o torta. Mientrastanto, deciles que se callen y que escuchen”, decía en1990 una pancarta titulada “Odio a los Hétero” deQueer Nation (San Francisco), uno de los primeros ymás radicales grupos de choque. El movimiento emergióde la subcultura punk, de fanzines, de obreros yartistas tan enojados con la cultura heterosexual comocon la gay y robó el modus operandi a la desobedienciacivil pero en forma de besadas masivas, “invasión”de bares y centros comerciales, saqueos para solventargastos de promoción y remedios para el sida.Había y sigue habiendo en la góndola muchas degradacionespara elegir: puto releva a homosexual, que asu vez relevó a sodomita, mientras que gay vino atraer un poco de alegría, algo de plata entre otros beneficiosburgueses de los que queer desconfía e intenta(con poco éxito) sortear. Por aquí, los putos peronistasreniegan del cipayismo del gay y redoblan laapuesta acomodando dos insultos/ identidades, aunquedejen afuera a las Evitas, entre otras compañerxas.Tal vez sea útil para este inútil ejercicio de traducciónponer que queer deriva de un término alemán(“que”), que significa “torcido, raro, desviado” yen esa línea, aunque perdiendo una de sus mayoresvirtudes, que es la de no tener género, se podrían proponerpara la versión criolla algunos insultos pasadosde moda pero fundantes. Los “invertidos” o “degenerados”,con toda su carga lasciva, podrían ser losqueer vernáculos, palabras con que la casta patria designóal otro bárbaro, esa población que se expande yse va de las manos, pesadilla para la élite de médicosgobernantes, que ensucia lo que toca, desde la raza a
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Una palabra incómoda quellegó para quedarse25 AÑOS¿Queero Cuit?Por Liliana ViolaPI48Hoy la escena resulta aberrante por unanimidad,pero hace apenas 80 años era unasalida cultural para toda la familia alentada por empresariosdel espectáculo y gobiernos europeos: entre 1876y 1930 se exhibieron personas en jaulas, un Gran Hermanocara a cara, sin audio y con casting compulsivo,zoológicos humanos con ejemplares traídos de las tierrasrecién colonizadas que se promocionaban con elgancho de “les presentamos al hombre en su estado natural”.La naturaleza, esa ilusión de eslabón siempreperdido, regresaba a las ciudades capturada y expuestaen toda su abyección: los ejemplares eran deformes (estabansin ropa), mudos (tenían otro idioma), salvajes(vivían en el exilio), pero demostraban con su presencialo bello y lo sano de la civilización. La palabraqueer empieza a circular por las calles del mundo anglosajónen esos mismos años de alto racismo científicoen que se suspenden los zoológicos humanos (y se preparanlas cámaras de exterminio). ¿Qué quería decir“queer” a principios del siglo XX? Difícil traducir (ymás difícil sentir) una palabra que en castellano nossuena más a “cuit” o a “cuis” que a “puto, marica, tortillera,travuco, marimacho”, que es todo lo que nombrabaentonces, bastante menos de lo que nombra ahoradevenida Teoría Queer, con muchos libros publicadosy gran influencia en otras ramas de la academia.Además, atrapada en los aires de superioridad y de coolnessque vienen con todo lo importado, queer aquí nodespide el mal olor que tiene en inglés ni exuda el ca-Difícil traducir una palabra que en castellanonos suena más a “cuit” o a “cuis” que a“puto, marica, tortillera, travuco, marimacho”.rácter subversivo que adquirió justo hace 25 años,cuando los que cargaban con la palabra se la quedaroncomo arma de guerra.Los insatisfechos con la división del mundo entreseñoras y señores, entre los normales de siempre y losnuevos normales, transexuales, travestis, sadomasoquistas,gente extraña, bisexuales, asexuados y otraslacras que no piensan definirse con una cruz en uncasillero, encontraron un paraguas donde mojarsejuntos y salir a la calle. “Nos han enseñado que losbuenos maricas no se enojan. Mandalos a la mierdahasta que hayan estado un mes paseando de la manoen público con alguien de su mismo sexo. Cuando hayanpasado por eso podrás escuchar lo que tengan quedecir sobre la rabia trans, marica o torta. Mientrastanto, deciles que se callen y que escuchen”, decía en1990 una pancarta titulada “Odio a los Hétero” deQueer Nation (San Francisco), uno de los primeros ymás radicales grupos de choque. El movimiento emergióde la subcultura punk, de fanzines, de obreros yartistas tan enojados con la cultura heterosexual comocon la gay y robó el modus operandi a la desobedienciacivil pero en forma de besadas masivas, “invasión”de bares y centros comerciales, saqueos para solventargastos de promoción y remedios para el sida.Había y sigue habiendo en la góndola muchas degradacionespara elegir: puto releva a homosexual, que asu vez relevó a sodomita, mientras que gay vino atraer un poco de alegría, algo de plata entre otros beneficiosburgueses de los que queer desconfía e intenta(con poco éxito) sortear. Por aquí, los putos peronistasreniegan del cipayismo del gay y redoblan laapuesta acomodando dos insultos/ identidades, aunquedejen afuera a las Evitas, entre otras compañerxas.Tal vez sea útil para este inútil ejercicio de traducciónponer que queer deriva de un término alemán(“que”), que significa “torcido, raro, desviado” yen esa línea, aunque perdiendo una de sus mayoresvirtudes, que es la de no tener género, se podrían proponerpara la versión criolla algunos insultos pasadosde moda pero fundantes. Los “invertidos” o “degenerados”,con toda su carga lasciva, podrían ser losqueer vernáculos, palabras con que la casta patria designóal otro bárbaro, esa población que se expande yse va de las manos, pesadilla para la élite de médicosgobernantes, que ensucia lo que toca, desde la raza a