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Revista - Página/12

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25 AÑOSPolítica,microagendas y ONGAprender lademocraciaPor Sergio KiernanPI24Era un país muy tímido porque todavía estabaarrinconado. Nadie se engañaba sobre los militares,el poder económico, los intereses sectoriales, la Iglesia.Ya no estaban en la Casa Rosada pero pisaban fuerte,como pisan los dueños.La vida argentina de fines de los ochenta era un ensanchegradual de espacios, una verdadera construcción de democraciaen el sentido más simple del término. Había quesacarse de encima el olor a muerte, dejar de mirar por encimadel hombro y tener audacias como salir sin documentos.Todo era política, política y su rama casera, la economía,con muy pocos espacios para otras agendas. Se hablaba dederechos civiles cuando la policía le pegaba cuatro tiros aalgún pibe o presentaba a un acusado que confesaba comoconfiesa el conejo del chiste: “soy un zorro, soy un zorro”. Yse votaba por algo que no fuera un candidato sólo en casoscomo el del canal de Beagle, cuando entre paparruchadas ynubes de Ubeda entendimos que nos iban a llevar a otraguerra, si podían.Un rasgo cierto de que vivimos en otro planeta mentalno es Internet, el cable o la música digitalizada, sino que estenivel de autoritarismo e interferencia constante les parecea los chicos un mal cuento. Este éxito social es el fin deuna larga, muy larga pelea desde el llano de grupos que antesno existían y eran simplemente inconcebibles. Que lapolicía tire menos es producto de tantas madres del dolor,de tantas personas que tomaron el nombre de una víctima yvolvieron a decir que nunca más, y también de que el Estadoempiece a oír y hacer caso.Ecologistas, militantes gay, patrimonialistas,por mencionar tres sectores, son etiquetasque abarcan identidades políticasmuy pero muy diversas.Con lo que el fenómeno más notable y la marca másclara de madurez política de nuestra sociedad es el surgimientode microagendas, de intereses y agrupamientos queno van por todo sino por un problema en particular. Ecologistas,militantes gay, patrimonialistas, por mencionartres sectores, son etiquetas que abarcan a personas deidentidades políticas muy pero muy diversas que lograntrabajar juntos por un tema.Esto es una lectura más detallada, si no sutil, de la realidad.El nicho no es ceguera ni negación de la política, asícomo la ONG no es antipartido. De hecho, si se concibela convivencia social como un constante ir y venir entreel arriba y el abajo, la cosa resulta perfectamente esperabley explicable.Un campo de acción que creció explosivamente en estosúltimos años y deja en claro estas tensiones es el del uso dela ciudad. Hace 25 años el tema ni se mencionaba, porqueno existía excepto como estudio histórico de la desaparicióndel patrimonio y como estudio académico de los problemasde la alta densidad urbana. En algo más de cinco años, protestarpor la construcción de una torre, movilizarse para bajarlas alturas constructivas en un barrio, pelearles a las excepcionesy controlar los muchos favores municipales a lasempresas privadas pasó a ser algo natural y cotidiano.Hasta el lenguaje cambió. Cuando PáginaI<strong>12</strong> comenzó adecir que un edificio patrimonial era destruido y no demolido,parecía una toma de posición drástica. Hoy la palabra sedesliza hasta en diarios muy cuidadosos de no ofender a susavisadores corporativos. Hasta hace muy poco, preservar elpatrimonio era cosa de nostálgicos que querían “transformarla ciudad en un museo”, como dijo en público más de un arquitectoencumbrado. Hoy nadie se anima a hacer el ridículocon semejante frase, ni siquiera los arquitectos.El gobierno porteño de Mauricio Macri fue tomadocompletamente por sorpresa por este tipo de política, quele creó dolores de cabeza inesperados. La cantidad de amparosjudiciales que paralizaron obras públicas y privadas,obligando a la Ciudad a defender sus actos en tribunaleses notable. El crecimiento de las ONG urbanas –de Bastade Demoler, de Proteger Barracas, de SOS Caballito, dela Protocomuna– es un derrame que llega a los rinconesurbanos más perdidos, despertando a vecinos. Las agendasson apolíticas y tremendamente políticas a la vez:conservar un empedrado, frenar un negoción, parar unarenovación urbana.Y si los verbos son siempre negativos –conservar, frenar,parar, detener, impedir–, las acciones no son pasivas. Es quehacer que algunos escuchen allá arriba requiere niveles deenergía realmente altos

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