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Revista - Página/12

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Entre el compromisoy la autonomía25 AÑOSIntelectualesy el poderPor Javier LorcaPI22Pese a lo que se suele decir, pese a la supuestatradición antiintelectualista de la política argentina,en un país donde escritores e historiadores pensaronla nación antes de que existiera, la participación de losintelectuales en la cosa pública, en el ejercicio del poder, raravez ha estado ausente. Es habitual señalar que, en los últimos25 años, esa participación sufrió un hiato, un bache, enla década del 90. No parece cierto: parece, más bien, queesa década fue hegemonizada (dejando de lado las figurasdel intelectual cínico y el ironista) por un tipo específico (ymenguado) de intelectual, el experto, en este caso el expertoen economía, en determinadas doctrinas de la economía,el saber que entonces subsumió a la política (por eso una delas escasas contrafiguras del experto neoliberal fue representadapor otros economistas, los del Grupo Fénix). Menosdiscutida, antes y después de ese período hubo una evidenteparticipación política, cerca de los gobiernos, de los intelectuales,entendidos, ya en un sentido no tan acotado, comoaquellos que intervienen en la vida pública legitimándosecon el capital cultural que les conceden sus diplomas universitarios(“los títulos de nobleza de nuestras sociedades”,observó Pierre Bourdieu), cierta obra y cierta trayectoria enalgún campo del saber.Con la recuperación de la democracia, numerosos intelectualesformados en las ciencias sociales y las humanidades(pero no sólo) procesaron la sangrienta derrota de losproyectos revolucionarios de los ’60 y ’70 y, gramscianamente,revisaron su distanciamiento del Estado (concebidocomo enemigo desde una larga tradición de izquierda yanarquista, una enemistad reforzada, para marcar un hitosimbólico y caro a esas generaciones, por la Noche de losBastones Largos). La expresión más notoria de ese procesofue el vínculo de Raúl Alfonsín con el llamado Grupo Esmeralda,que llegó a funcionar como una unidad de asesoríapara el presidente radical. Algo de esa experiencia pervive,con una tensión afín entre autonomía y compromiso, enCarta Abierta, el espacio de intelectuales y artistas surgidoen los últimos años, bajo la presidencia de Cristina Kirchner.Entre ambos casos se pueden trazar líneas de continuidady de divergencia.Típicamente, las intervenciones de intelectuales puedenser individuales o colectivas, y eso puede variar en funcióndel capital simbólico acumulado por cada quien. El que seconsidera con suficientes lauros y renombre puede tomarposición a título personal (el libro, el ensayo, la apariciónen los medios de comunicación), mientras que el que carecedel capital suficiente puede optar por la expresión colectiva(el manifiesto). Sin embargo, tanto el Grupo Esmeralda comoCarta Abierta emergieron como espacios de reunión demiembros del campo cultural con reconocimiento (JuanCarlos Portantiero y Horacio González, para citar apenas unnombre de cada sector), junto a otros menos destacados. Laperseverancia de la modalidad colectiva de intervenciónparece marcar una tendencia del último período democráti-El desafío mayor para unos y otros quizás hayasido y siga siendo la generación, junto al oídode los gobernantes, de pensamiento crítico.

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