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más recordado fueron los escándalos como el de la escuelashopping o la entrega del Campo de Golf y el Velódromo;también la renegociación del contrato para la recolecciónde la basura, que convirtió en principal contratista de laciudad a Manliba, una de las empresas de grupo familiar delhoy jefe de Gobierno Macri, del que Grosso siempre ha sidouno de sus principales asesores políticos.Más discreto fue el paso de su reemplazante, Saúl Bouer,a quien lo sucedió Domínguez dos años después. Domínguezfue el último intendente porteño y el último peronistaen gobernar un distrito siempre esquivo al peronismo. Nose lo recuerda por eso, sino por desalojos como el de las familiasde la Villa 31 que vivían en la traza de la autopistaBuenos Aires es, de hecho, el distrito quemayores cambios políticos e institucionalestuvo de entonces a la fecha.Illia y de comercios instalados en espacios públicos. Pasó ala historia por eso con el apodo de Topadora Domínguez.Fernando de la Rúa fue el primer jefe de Gobierno. Domínguezle dio pelea en las urnas, pero el resultado estabacantado, tan cantado como que el radical llegaba a la Jefaturade Gobierno para usarla como trampolín hacia la presidenciaque alcanzaría tres años después. Las eleccionesfueron en 1996, un año que marcó un antes y un despuéspara la ciudad. Además de jefe de Gobierno, se eligieronentonces los convencionales que redactaron la Constituciónlocal. El texto fue sancionado el 1 de octubre de esemismo año y como ningún otro en el país consagró derechosy garantías para los porteños. En ese rubro ganó el Frepaso,repitiendo el éxito de dos años antes del Frente Grandeen la elección de convencionales para la reforma de laConstitución Nacional. Fue aquella reforma del ’94 la quedeterminó la autonomía de la ciudad de Buenos Aires, queel menemismo limitó después a través de leyes sancionadaspor el Congreso.En 1999 De la Rúa dio los “100 pasos” que en su campañaa presidente dijo que separaban la Jefatura de Gobiernode la Presidencia, y su vice Enrique Olivera tomó la postahasta el término de su mandato. Pretendía un segundomandato, pero los radicales habían formado la Alianza conel Frepaso y el acuerdo era que Aníbal Ibarra fuese el candidato.El frepasista conducía la Legislatura porteña, que en1997 llegó para reemplazar a un Concejo Deliberante totalmentedesprestigiado y convertido a fuerza de escándalosen sinónimo de corrupción.Ibarra sí pudo cumplir, con el respaldo del kirchnerismo,el sueño de la reelección. Soportó al cabo de su primermandato la peor crisis económica y política que recuerdaArgentina, una crisis que desintegró la Alianza que lo llevóal poder y borró del mapa al radicalismo, que por años habíadominado la política porteña. Logró capearla y en losdías de escasez priorizó las áreas sociales de su administración.No consiguió, sin embargo, terminar su segundo mandato:fue incapaz de armar un entramado político propio yno tuvo una red que lo contuviera cuando fueron por su cabezapor la tragedia de República Cromañón. Fue destituidoel 7 de marzo de 2006; el macrismo se anotó ese día lavictoria que Macri no había podido obtener en las urnas el14 de septiembre de 2003 en un ballottage mano a manocon Ibarra.Al frente del gobierno quedó el vice Jorge Telerman. Teníatambién sueños se reelección y gestionó en función deellos. No le alcanzó: en las elecciones de 2007 ofreció susservicios de candidato al kirchnerismo, pero la Casa Rosadano los aceptó y nominó a Daniel Filmus. Telerman noentró siquiera en la segunda vuelta en la que Macri derrotóa su adversario K. Lo de Macri, a partir de entonces, es historiaconocidaPI21
Entre el compromisoy la autonomía25 AÑOSIntelectualesy el poderPor Javier LorcaPI22Pese a lo que se suele decir, pese a la supuestatradición antiintelectualista de la política argentina,en un país donde escritores e historiadores pensaronla nación antes de que existiera, la participación de losintelectuales en la cosa pública, en el ejercicio del poder, raravez ha estado ausente. Es habitual señalar que, en los últimos25 años, esa participación sufrió un hiato, un bache, enla década del 90. No parece cierto: parece, más bien, queesa década fue hegemonizada (dejando de lado las figurasdel intelectual cínico y el ironista) por un tipo específico (ymenguado) de intelectual, el experto, en este caso el expertoen economía, en determinadas doctrinas de la economía,el saber que entonces subsumió a la política (por eso una delas escasas contrafiguras del experto neoliberal fue representadapor otros economistas, los del Grupo Fénix). Menosdiscutida, antes y después de ese período hubo una evidenteparticipación política, cerca de los gobiernos, de los intelectuales,entendidos, ya en un sentido no tan acotado, comoaquellos que intervienen en la vida pública legitimándosecon el capital cultural que les conceden sus diplomas universitarios(“los títulos de nobleza de nuestras sociedades”,observó Pierre Bourdieu), cierta obra y cierta trayectoria enalgún campo del saber.Con la recuperación de la democracia, numerosos intelectualesformados en las ciencias sociales y las humanidades(pero no sólo) procesaron la sangrienta derrota de losproyectos revolucionarios de los ’60 y ’70 y, gramscianamente,revisaron su distanciamiento del Estado (concebidocomo enemigo desde una larga tradición de izquierda yanarquista, una enemistad reforzada, para marcar un hitosimbólico y caro a esas generaciones, por la Noche de losBastones Largos). La expresión más notoria de ese procesofue el vínculo de Raúl Alfonsín con el llamado Grupo Esmeralda,que llegó a funcionar como una unidad de asesoríapara el presidente radical. Algo de esa experiencia pervive,con una tensión afín entre autonomía y compromiso, enCarta Abierta, el espacio de intelectuales y artistas surgidoen los últimos años, bajo la presidencia de Cristina Kirchner.Entre ambos casos se pueden trazar líneas de continuidady de divergencia.Típicamente, las intervenciones de intelectuales puedenser individuales o colectivas, y eso puede variar en funcióndel capital simbólico acumulado por cada quien. El que seconsidera con suficientes lauros y renombre puede tomarposición a título personal (el libro, el ensayo, la apariciónen los medios de comunicación), mientras que el que carecedel capital suficiente puede optar por la expresión colectiva(el manifiesto). Sin embargo, tanto el Grupo Esmeralda comoCarta Abierta emergieron como espacios de reunión demiembros del campo cultural con reconocimiento (JuanCarlos Portantiero y Horacio González, para citar apenas unnombre de cada sector), junto a otros menos destacados. Laperseverancia de la modalidad colectiva de intervenciónparece marcar una tendencia del último período democráti-El desafío mayor para unos y otros quizás hayasido y siga siendo la generación, junto al oídode los gobernantes, de pensamiento crítico.
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