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Revista - Página/12

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“Gordo, ayudame y yo te ayudo.En cuatro años vamos por la gobernacióny en veinte por la presidencia”, le dijo.Su amigo lanzó la carcajada.Si para algunos era difícil imaginar cómo haría paracompletar su primer mandato como gobernador, obviamentenadie deliraba con la presidencia. Menos él.Según cuenta el actual embajador Dante Dovena enel libro El último peronista, de Walter Curia, cuandose lanzó a la intendencia de Río Gallegos lo quisoconvencer de que él se postulara en Caleta Olivia.“Gordo, ayudame y yo te ayudo. En cuatro años vamospor la gobernación y en veinte por la presidencia”,le dijo. Su amigo lanzó la carcajada.Falló por cuatro años. Ni él ni nadie podían preverlo que pasaría en el país en 2001, lo que lo terminódepositando en la Rosada casi por casualidad y antesde lo imaginado. No era tan raro que llegara a presidenteun candidato con discurso de centroizquierda.A su manera, Raúl Alfonsín, el primer Carlos Menemy Fernando de la Rúa también lo habían hecho. Pero,una vez en la Rosada, entraba en juego el posibilismoy los márgenes cada vez más estrechos para actuar sincondicionamientos, ya sea los impuestos desde afuerao por grupos de intereses locales. Bueno, eso fue loque cambió.Ya el discurso en el Hotel Panamericano, el día queCarlos Menem se bajó del ballottage y lo privó de untriunfo contundente, resultó extraño. Era el presidenteelecto y el mensaje fue aún más duro que durantela campaña. “No voy a ser presa de las corporaciones”,avisó. Recuerdo los comentarios, de vuelta en laredacción. “Parecía un discurso para PáginaI<strong>12</strong>”, medijo un compañero.Antes de asumir viajó a El Calafate junto a CristinaKirchner. En el reportaje que dio a este diario enla hostería Los Notros, frente al glaciar, buscó dejarlas cosas en claro. “No hay ni habrá ningún pacto aespaldas de la sociedad y de la gente con ningunacorporación ni institución ni Corte. No vamos a hacerningún pacto que garantice la impunidad en laArgentina”, respondió para desbaratar las fuertesversiones –en verdad, una idea de Eduardo Duhalde–de que la Corte Suprema menemista estaba dispuestaa invalidar los fallos que habían declaradonulas las leyes de Obediencia Debida y Punto Final,cuestión de cerrar todas las causas por crímenes de ladictadura. Fue la tapa de ese domingo de PáginaI<strong>12</strong>,como para que quedara constancia del compromiso.No sólo que no hubo ningún pacto, sino que la primerapelea de las varias que afrontó la gestión kirchneristafue para cambiar aquella Corte menemistapor otra integrada por jueces independientes y deprestigio.Un cuarto de siglo atrás nacía PáginaI<strong>12</strong> y el kirchnerismobuscaba su primer éxito electoral. Podríanhaber fracasado y probablemente la historia hubierasido diferente. No fue lo que sucedió, y hoy la ArgentinacambióPI17

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