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Revista - Página/12

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Télamgritar la bronca a los cuatro vientos para canalizar de algunamanera la impotencia.Hace 25 años los represores callaban. Aunque teníanvoceros. En 1987 Héctor Ríos Ereñú decía que el Ejército,la fuerza que conducía, era “el glorioso partero de lahistoria” y que aunque se habían apartado un poco de laley durante la última dictadura (no decía dictadura), habíaque reconocer la “nobleza de propósitos y la legitimidadde objetivos”. Ahora, el dictador Jorge Rafael Videlaestá en medio de un ataque de verborragia. Sus declaracionesson históricamente relevantes, pero, como dijoen una entrevista a este diario la socióloga ValentinaSalvi, si quiere ser escuchado, no puede negar lo que yano puede ser negado. Por eso admite “siete u ocho mil”muertes, a las que no termina de llamar asesinatos. Perono conmueve. No abre una grieta. No impacta.Distinto fue con el ex marino Adolfo Scilingo. Suconfesión fue un terremoto, un sacudón para una sociedadque estaba como adormecida y marcó a una generaciónque estaba lista para ingresar a la vida pública. Scilingo,El Vuelo, puso en marcha un mecanismo: una interpelaciónal pasado, una marcha masiva, un juez españolque decidió escuchar, los escraches, jueces argentinosque también entendieron. Un mecanismo que pudoexistir y sostenerse porque el movimiento de derechoshumanos de este país, encabezado por las Madres yAbuelas de Plaza de Mayo y otras organizaciones, nuncase rindieron, y que pudo funcionar a pleno gracias a ladecisión política del kirchnerismo. Antes, durante y despuésde Scilingo y Videla, hablaron y hablan los sobrevivientesde los centros clandestinos de detención, loscompañeros de militancia de los desaparecidos, los familiaresde los muertos, asesinados y secuestrados.Cuenta Primo Levi que los oficiales nazis les decían alos prisioneros de Auschwitz que nadie se iba a enterar delo que había pasado porque los iban a matar a todos, peroque, si alguien quedaba vivo, igual nadie les iba a creer. Ytambién que una pesadilla recurrente que tenían era quesobrevivían y cuando llegaban a sus casas y contaban loque les habían hecho, nadie los escuchaba, todos mirabanpara otro lado. Pilar Calveiro, doctora en CienciaPolítica y ex detenida de la ESMA, señala que algo similarocurría con los desaparecidos de la última dictadura.Desde hace 25 años PáginaI<strong>12</strong> es el lugar de resonanciade la voz de los sobrevivientes, de las familias de losdesaparecidos. Fue, en lo que se refiere al proceso de memoria,verdad y justicia un actor relevante. Sólo por esoya vale la pena ser partePI15

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