que cualquiera que tuviera una computadora podía hacerseescuchar. Se habla mucho de la influencia de los internautasen la Primavera Arabe, pero aquí durante los noventaese proceso de diversificación tecnológica nunca llegó aponer en cuestión la hegemonía de los grandes medios.Mientras aparecían estas nuevas herramientas se producíaal mismo tiempo un poderoso proceso de concentraciónen los medios comerciales y así surgieron los multimedia,absolutamente blindados a cualquier disputa o debate quesiquiera mellara esa hegemonía. PáginaI<strong>12</strong> sobrevivió todosesos años como una especie de corsario solitario siemprea punto de zozobrar en ese mar ajeno. Aun así, logróhacerse notar, instalar temas, pero desde un lugar de minoría.Más que su surgimiento, el gran fenómeno dePáginaI<strong>12</strong> fue su permanencia. Porque hubo otros mediosparecidos que nunca pudieron sobrevivir más que algunosaños. PáginaI<strong>12</strong> fue el único que lo logró tanto tiempo.La aplicación de nuevas tecnologías cambió la vida delos periodistas y otro montón de cosas, pero no las relacionesde poder en el plano de la información y en el más generalde la cultura. Desde su surgimiento, la idea dePáginaI<strong>12</strong> siempre había sido intervenir en esa disputa,siendo conscientes de que la parte más decisiva de ella sedaba directamente en el plano de la política.Podría decirse incluso que en la Argentina, al mismotiempo que se introducían nuevas tecnologías, los grandesmedios consolidaban su hegemonía ideológica. En esesentido, el surgimiento de PáginaI<strong>12</strong> implicó más cambioen ese aspecto que todas las nuevas tecnologías. Sin embargo,el cambio más importante se dio en los últimosaños, cuando la política toma el debate sobre los mediosque habían impulsado sobre todo desde medios alternativosy PáginaI<strong>12</strong> desde su origen.El debate sobre la ley de medios amplificó así el cuestionamientoal hegemonismo de los multimedia y por primeravez esos temas llegaron a la sociedad en general, que antesles prestaba poca atención. Se produce allí un cambiosaludable en la relación entre los medios y el público. Ellector, espectador o radioescucha pierde así la aceptaciónpasiva del mensaje ideológico de esa cultura dominanteque siempre se expresa en paralelo al poder económico ysus reflejos en la política. El debate sobre la ley de mediosubicó al público en el lugar activo desde donde puede discernir,criticar y elegir.Fue estimulante percibir que esa discusión, que fue elorigen de PáginaI<strong>12</strong>, se expandía en ese momento a todala sociedad. Y no fue sorpresiva la reacción corporativa yairada, de los grandes medios y de algunos periodistas famososque dejaban de ser indiscutidos o incuestionados. Eldebate sobre la ley de medios generó un punto de inflexiónhacia la práctica de un periodismo menos hipócritaque pueda asumir que siempre forma parte de una disputaideológica y económica en la sociedadLa ley de medios generó un punto deinflexión hacia un periodismo menoshipócrita que pueda asumir que siempreforma parte de una disputa ideológica.PI11
25 AÑOSPI<strong>12</strong>Redacciones,generaciones,informacionesElogio de ladiversiónPor Martín GranovskyPerdón si alguien se ofende, pero en los últimostiempos el debate sobre el ejercicio delperiodismo es aburrido y solemne. Por eso, a 25 años dela fundación de Página, debo confesarles algo: las redaccionesson uno de los lugares más divertidos delmundo.Claro que la redacción de un diario puede ser, segúnlas épocas, un sitio opresivo, agobiante, peligroso y dramático.Pero en todo caso, y lo lamento por mis colegasque se piensan a sí mismos como seres excepcionales,ésos pueden ser rasgos comunes a otros sitios. Una fábrica.Una escuela. Un tribunal. La sociedad entera.¿Qué es lo interesante de la redacción de Página?Que siempre fue una ensalada. Por lo pronto, una ensaladageneracional que permitió aprender y transmitirlos trucos de un oficio que consiste en aplicar rigor ycuriosidad para averiguar qué pasa y contarlo de maneraentretenida. También fue una ensalada política quemezcló a periodistas con pasado militante en distintasorganizaciones, digamos que de la izquierda al centroizquierda,con periodistas sin ese pasado ni vocación poremprender un camino parecido. La característica interesantees que todos disfrutaron (disfrutamos) de esaensalada sin contaminarla con reproches. Y eso por tresmotivos. Uno, porque aprender de los demás es uno delos privilegios de la vida. Otro, porque una redacción esel palacio de la curiosidad, y entonces escuchar relatoso narrar historias se torna irresistible para gente conmosquitos en el tujes, como dirían mis viejos. El terce-ro, porque al final del día hay que dejar el diario hecho.O sea, el diario tiene que salir. O sea, está bien discutir,filosofar, arreglar el mundo y regodearse con una palabrabien puesta, pero todo eso es cháchara si un grupode gente no se organiza para consumar un producto industrialsujeto a tiempos, formas y mercados. Y no importasi hoy cientos de miles leen Página no sólo en papelsino en la web. El diario nunca deja ser un trabajocolectivo que remata en un momento del día y debe remataren un producto terminado. Porque así debe ser.Porque al día siguiente hay que hacer otro. Porque lavida sigue y hay que saber sorprenderse.Hoy se habla mucho de agenda. Dejo el punto paralos buenos sociólogos. ¿Existe una agenda de temas? ¿Laselección de temas de los grandes medios es realmenteimbatible y agota la realidad? ¿Los habitantes de un paístoman sus decisiones cotidianas según lo que ven en latele o leen en los diarios? ¿O será que hablan de lo queven o leen, pero a veces –muchas veces– esa esfera tienecierta autonomía respecto de la forma en que se dala convivencia entre 40 millones de personas? Y si esasí, ¿nada de lo que se hace en la tele, la radio, los diariosy la web sirve para nada?Me parece, por experiencia propia, que los periodistasno somos los mejor dotados para contestar estas preguntas.Algún día me encantaría leer una investigaciónsustanciosa que no se quede en el análisis del discurso,sino que ilumine el contrapunto entre el ámbito de lacomunicación profesional y la realidad, con todos susvericuetos. Mientras tanto, me quedo con esta ensalada,que me gusta bastante.Me gusta trabajar en un diario que cuenta historias.Me gusta trabajar con periodistas que sienten orgullocuando les ponen nombre y apellido a esas historias.Que se meten bien abajo y cuentan los datos de la injusticia.Me gusta una redacción que abra la cabeza atodas las dimensiones subjetivas y artísticas del ser humano.Que en lugar de decir “los ’90” pueda recordarque fue uno de los pocos lugares que produjo informacióny abrió sus páginas para discutir la privatización deYPF o la feudalización educativa disfrazada de modernidad,por nombrar sólo dos reformas profundas que hicieronpeor, mucho peor, a la Argentina.Página tiene una visión concreta de la revisión judicialde los crímenes de lesa humanidad. Ayudó a ensancharlos límites puestos a la verdad, cuando la justiciaparecía imposible. Y después, cuando la justicia fue posible,otra vez, contribuyó a que actuara de un modomás articulado. Me gusta un diario que jugó muchas vecesa contracorriente sin buscar un alternativismo marginal.Un caso: la defensa de las libertades individualescaricaturizada como galantismo. Otro: la apertura de laspáginas a los nuevos temas sociales de género, niñez yderechos civiles, los mismos que ahora se están transformandoen ley y que –quién sabe–, quizás hasta seconcreten en una legislación sobre el aborto seguro, librey gratuito. Nadie que sufriera la privación de justicia,de manera colectiva o individual se topó con laspuertas del diario cerradas. Al revés. Me siento bien enun diario que siempre miró con atención qué pasaba en