La <strong>Virgen</strong> María, página 86problema. Como se sabe, el Adversus Haereses ha llegado a nosotros sólo en traducciónlatina. ¿Cuál habrá sido, pues, el término empleado por Ireneo? ¿Synérgoros, abogado ensentido propio? ¿Paraklétes, ayudante o consolador, como se define el Espíritu Santo enel evangelio de Juan? Sea como fuere, el pensamiento de Ireneo está circunscrito a lapareja histórica: Eva y María. María rehabilita a Eva, o defiende su causa, o consuela aEva: en un evangelio apócrifo hemos visto que Eva acude a la gruta de Belén para asistira su redención. No hay ninguna indicación de que Ireneo alegorizando ulteriormente elparalelo, vea en Eva el símbolo de la humanidad natural ni en María la madre universalde los pecadores, o la imagen de la Iglesia. Su célebre paralelo hace la impresión de unaingeniosa construcción literaria, más que de una ponderada e intencional doctrinateológica.Y esto es tanto más notable cuanto que a fines del siglo II comienza a delinearse la ideade una solidaridad de la intercesión y de un valor particular de la intercesión de losmártires. El mismo Ireneo, durante la persecución de la Iglesia de Lión, había llevado aRoma una carta en la cual los confesores, validos de la autoridad de su fiel testimoniocristiano, intercedían en favor de los espirituales y mal vistos montanistas, con los cualesel obispo de Roma era demasiado severo; y durante la gran crisis de la persecución deDecio (en el 250), los confesores encarcelados se tomaron a menudo la facultad derehabilitar a los pobres lapsos, los renegados por debilidad, creando dificultades a ladisciplina regular y a la jerarquía normal de la Iglesia. En virtud de la unidad espiritualentre la Iglesia militante y la triunfante, entró casi inadvertidamente en el patrimonio delpensamiento común, la idea de que los mártires podrían ayudar a los vivos con susoraciones. En la liturgia de la misa, los santos mártires son asociados con los vivos, en laoración hecha en común con la Iglesia universal (comprecatio). Pero en esa solidaridadde la intercesión, los mártires preceden decididamente en el tiempo a la <strong>Virgen</strong> María.Más tarde, también la <strong>Virgen</strong> es asociada a ellos, y en el primer puesto, el puesto dehonor, como la Theotokos, la Madre de Dios. Y de la oración en comunión con la <strong>Virgen</strong>y los santos a la invocación dirigida a la <strong>Virgen</strong> y los santos, no hay más que un paso, ycorto. En realidad, no fue tan corto como se podría pensar. Los mariólogos recalcanmucho una antigua invocación de la <strong>Virgen</strong>: Sub tuum presidium, cuyo texto griego hasido hallado en un papiro que parece remontarse al siglo III. El hecho de que contiene eltérmino Theotokos induciría a hacerlo considerar posterior, pero no es un argumentodecisivo, porque como hemos visto puede que ya Orígenes usara el término Theotokos;más bien se tendría una confirmación de la posibilidad de tal atribución. El texto estámutilado, y puede reconstruirse así:. 153153 Publicado por C. H. Roberts en Catalogue of the Greek and Latin Papyri, JohnRylands Library, Manchester, tom. III, 1938, n. 470. Ver la discusión en Cecchelli, MaterChristi, I, pp. 305sgs. Roberts, fundándose en la presencia del término Theotokos, no creepoder hacerlo remontar más allá del siglo IV.
La <strong>Virgen</strong> María, página 87Esta oración entró pronto en la liturgia bizantina y en la ambrosiana; pero en Occidentese generalizó solamente en la época carolingia: 154 Sub tuum praesidium confugimus,sancta Dei genitrix.>>A partir del siglo IV se empieza a encontrar el título de Mediadora en algunos escritosorientales, como Efrem de Siria, Epifanio, Andrea de Creta, Juan Damaceno. EnOccidente hay que descender hasta la época carolingia, para encontrarla en PabloDiácono o hasta el movimiento de Cluny (Pier Damián) en el siglo XI. La causa de esteretardo se ha de buscar, seguramente, en el hecho de que, en la época bizantina María esconsiderada predomoniantemente como la Theotokos, la Reina del cielo, la Basilissaentronizada, la Panhagia (toda santa), que domina majestuosamente con el CristoPantokrator en los mosaicos de los ábsides, tremenda en su gloria casi divina. Solamentecon el surgir de la nueva civilidad, con la ayuda del nuevo concepto de la femineidad quela acompaña, la figura de María se humaniza y se hace símbolo de maternidadmisericordiosa, con Anselmo de Canterbury, y sobre todo con San Bernardo, que debe serconsiderado como el verdadero creador de la devoción mariana moderna.El paralelo de Eva y María recibe en San Bernardo una amplia y lírica modulación:
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