Virgen Maria completa - Escritura y Verdad

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La Virgen María, página 74produjo después que ella contrajo el pecado original.” 120 Por lo demás, Buenaventurasostiene que María fue santificada antes del nacimiento.Tal es, pues, la opinión prácticamente unánime, de los mayores espíritus del siglo XII y elXIII: San Bernardo, Santo Tomás, San Buenaventura. Se puede creer que María hayasido santificada en el seno materno, aunque no haya pruebas bíblicas ni patrísticas deello, pero no fue concebida sin pecado.Los estudiosos modernos, inclusive los protestantes, y baste citar entre ellos a AdolfoHarnack, 121 tienden a aminorar la importancia de estas reservas y a subrayar la debilidadde la posición que ellas quieren expresar. Desde el momento en que Agustín, renunciandocon una caballeresca renuencia a hablar del pecado con referencia a María - como serehusa a hablar de la reina, o de un primer amor - abrió la puerta a la opinión de queMaría pudiera haber tenido una situación de privilegio en lo que hace al pecado original,quedaron planteadas las premisas del desarrollo dogmático, que fatalmente debíaconducir a la definición de la Inmaculada Concepción. No es nada que debamaravillarnos el que se haya llegado a esta definición; si algo debiera asombrarnos, esque hayan sido necesarios tantos siglos para llegar al final de un desarrollo tan lógico.Hay por cierto una buena dosis de ironía en este logicismo a ultranza. Pero si bien lomiramos, si tratamos de comprender en su motivación profunda los escrúpulos por loscuales un San Bernardo o un Santo Tomás de Aquino, aun aceptando la santificación deMaría en el claustro materno, rechazan la Inmaculada Concepción, si nos preguntamosqué significado tienen esas dos posiciones, aparentemente tan cercanas. no tanto conrespecto a las concepciones psicológicas o científicas de la época, y por lo tanto en suaspecto de explicación más o menos racional y lógica de lo que se presume pueda haberocurrido, sino más bien en su contenido y significado religioso, como símbolos de unaposición del alma, de una orientación espiritual, debemos convenir en que se diferenciansobre todo en esto: la santificación de María en el seno materno la asimila a otros casosanálogos o supuestamente tales, y respeta íntegramente en su persona la ley universal delpecado y de la redención; la Inmaculada Concepción, en cambio, rompe esta asimilacióne introduce en relación con María, un elemento de absoluta novedad. La relación entreestas dos doctrinas es análogo a la relación paralela que hemos observado con respecto alnacimiento de Jesús: la Iglesia siempre ha defendido el nacimiento de Jesús de Maríavirgen, contra el concepto más accesible de un nacimiento, aunque fuera preordenado ysantificado por Dios, por la vía corriente de la generación humana, porque precisamenteel nacimiento virginal significa la excepción absoluta, lo absolutamente nuevo, que aislaa Cristo, elevándolo por encima de los otros nacidos de mujer, santificados opredestinados desde el seno materno. La intuición de una relación análoga, fue sin dudaalguna lo que impidió a los teólogos de la época clásica de la escolástica atribuir a laVirgen María la inmaculada concepción. Ellos advertían una inquietante vecindad entrela inmaculada concepción de María y la concepción milagrosa de Jesús. Sentimos estapreocupación en la epístola de San Bernardo. La idea de que la única vía lógica para120 En III Sent. Dist. III, pars I, art. 1, qu. 2. Opera Omnia, 1887, tomo III, p. 67-68.121 Cf. Harnack, Historia del dogma cit., vol. VI, p. 390; también Benrath, ZurGeschichte der Marienverehrung cit., p. 159.

La Virgen María, página 75exceptuar a María de la herencia humana universal sería postular también para ella unnacimiento virginal aflora en la conciencia y es rechazada como un sacrilegio. En elperiodo ulterior las argumentaciones lógicas conseguirán acallar esos escrúpulos de la fey la piedad; pero el hecho de que hayan podido surgir es suficientemente instructivoacerca de las motivaciones profundas de la disputa más acerba que haya lacerado alcatolicismo a fines de la Edad Media. Los adversarios de la Inmaculada Concepciónrechazan el nuevo dogma por las mismas razones por que, en sentido inverso, la Iglesiade fines del siglo I había aprobado el nacimiento de Jesús, descartando el conceptoebionita de un nacimiento santificado en el seno materno, porque ésta no constituye unanovedad absoluta, más bien es la excepción a la regla, el privilegio que no anula la leyuniversal, sino antes la confirma.Las analogías bíblicas a que hacían referencia no son, en verdad, muy convincentes. La“palabra de Jehová” a Jeremías: “Antes que te formases en el vientre te conocí, y antesque nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jeremías 1:4-5), se refiere a lapredestinación del profeta y su consagración a su misión; la idea de una purificación delpecado, o está totalmente ausente, o se puede descubrir mediante un razonamiento de“conveniencia”: Dios ha tenido que santificar de alguna manera a aquel que escogíacomo instrumento. No se puede tratar de una purificación del pecado original, porque laidea del pecado original está fuera del horizonte del Antiguo Testamento, al menos comodoctrina rigurosamente formulada. El anuncio del nacimiento de Juan el Bautista tiene unsignificado análogo: “Y será lleno del Espíritu Santo aún desde el vientre de su madre”(Lucas 1:15). El Espíritu Santo es el espíritu profético del cual estará animado elprecursor. Pero para la historia de nuestro dogma no importa tanto saber lo que significanobjetivamente estos pasajes, como la forma en que se lo interpretaba.También los evangelios apócrifos que son una de las fuentes principales de laidealización de María y de su inmaculada concepción, se mantienen en la línea de lasanalogías bíblicas: Ana, la madre de María, es estéril como Ana, la madre de Samuel, ycomo ésta es tornada fecunda por una intervención directa de la Providencia; se asimila elnacimiento de María al de los grandes predestinados del Antiguo Testamento, Samuel, oIsaac, hijo de Sara, esposa de Abraham, concebido en su ancianidad por una especialgracia divina. La teología de los primeros siglos había visto en aquellos padres y profetasuna imagen tipológica de Jesús: en la literatura apócrifa se convierten, por el modo de sunacimiento, en los precursores del nacimiento de María. Y María, consagrada a Diosdesde el seno materno, había sido educada en las gradas del altar, en el templo deJerusalén, y se había consagrado al Señor con un voto de virginidad perpetua. 122 Todosestos motivos reaparecen en la celebración medieval de María, santificada desde el senomaterno. Y aun en los más circunspectos, como Tomás de Aquino, subsisten rastros deesta asimilación: la santificación de María es solamente gradual, y está sujeta a la penadel pecado, el dolor y la muerte: sigue siendo, en suma, plenamente humana. Los padresmás antiguos, como hemos visto, no vacilaban en reconocer en ella alguna forma dedebilidad, por lo menos la duda y el escándalo con respecto a la cruz.122 Protoevangelio de Santiago, cap. 5-7

La <strong>Virgen</strong> María, página 74produjo después que ella contrajo el pecado original.” 120 Por lo demás, Buenaventurasostiene que María fue santificada antes del nacimiento.Tal es, pues, la opinión prácticamente unánime, de los mayores espíritus del siglo XII y elXIII: San Bernardo, Santo Tomás, San Buenaventura. Se puede creer que María hayasido santificada en el seno materno, aunque no haya pruebas bíblicas ni patrísticas deello, pero no fue concebida sin pecado.Los estudiosos modernos, inclusive los protestantes, y baste citar entre ellos a AdolfoHarnack, 121 tienden a aminorar la importancia de estas reservas y a subrayar la debilidadde la posición que ellas quieren expresar. Desde el momento en que Agustín, renunciandocon una caballeresca renuencia a hablar del pecado con referencia a María - como serehusa a hablar de la reina, o de un primer amor - abrió la puerta a la opinión de queMaría pudiera haber tenido una situación de privilegio en lo que hace al pecado original,quedaron planteadas las premisas del desarrollo dogmático, que fatalmente debíaconducir a la definición de la Inmaculada Concepción. No es nada que debamaravillarnos el que se haya llegado a esta definición; si algo debiera asombrarnos, esque hayan sido necesarios tantos siglos para llegar al final de un desarrollo tan lógico.Hay por cierto una buena dosis de ironía en este logicismo a ultranza. Pero si bien lomiramos, si tratamos de comprender en su motivación profunda los escrúpulos por loscuales un San Bernardo o un Santo Tomás de Aquino, aun aceptando la santificación deMaría en el claustro materno, rechazan la Inmaculada Concepción, si nos preguntamosqué significado tienen esas dos posiciones, aparentemente tan cercanas. no tanto conrespecto a las concepciones psicológicas o científicas de la época, y por lo tanto en suaspecto de explicación más o menos racional y lógica de lo que se presume pueda haberocurrido, sino más bien en su contenido y significado religioso, como símbolos de unaposición del alma, de una orientación espiritual, debemos convenir en que se diferenciansobre todo en esto: la santificación de María en el seno materno la asimila a otros casosanálogos o supuestamente tales, y respeta íntegramente en su persona la ley universal delpecado y de la redención; la Inmaculada Concepción, en cambio, rompe esta asimilacióne introduce en relación con María, un elemento de absoluta novedad. La relación entreestas dos doctrinas es análogo a la relación paralela que hemos observado con respecto alnacimiento de Jesús: la Iglesia siempre ha defendido el nacimiento de Jesús de Maríavirgen, contra el concepto más accesible de un nacimiento, aunque fuera preordenado ysantificado por Dios, por la vía corriente de la generación humana, porque precisamenteel nacimiento virginal significa la excepción absoluta, lo absolutamente nuevo, que aislaa Cristo, elevándolo por encima de los otros nacidos de mujer, santificados opredestinados desde el seno materno. La intuición de una relación análoga, fue sin dudaalguna lo que impidió a los teólogos de la época clásica de la escolástica atribuir a la<strong>Virgen</strong> María la inmaculada concepción. Ellos advertían una inquietante vecindad entrela inmaculada concepción de María y la concepción milagrosa de Jesús. Sentimos estapreocupación en la epístola de San Bernardo. La idea de que la única vía lógica para120 En III Sent. Dist. III, pars I, art. 1, qu. 2. Opera Omnia, 1887, tomo III, p. 67-68.121 Cf. Harnack, Historia del dogma cit., vol. VI, p. 390; también Benrath, ZurGeschichte der Marienverehrung cit., p. 159.

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