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Virgen Maria completa - Escritura y Verdad

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La <strong>Virgen</strong> María, página 41fundido y resuelto en su nombre. Esta piedad no es, al menos confesadamente, un cultode la naturaleza: ya Plutarco, en su De Isis y Osiris, rechaza como pueril la interpretaciónnaturalista que a muchos historiadores de la religión les parece todavía hoy el vértice dela objetividad científica. Es cierto que hay una resonancia panteísta: "Yo soy todo aquelloque ha sido y es y será, y ningún mortal ha levantado mi túnica", dice de ella lainscripción del templo de Sais. Pero sobre todo es la diosa "superlativamente sapiente yfilósofa (sofen kai philosophon), cuyo nombre mismo según la etimología de Plutarco,expresa sabiduría. 49Isis, la misericordiosa, la sabia, generadora universal, dispensadora de los bienes de lavida: se piensa en Palas Atenea, la virgen Cecropia, pero se piensa también en laKochmá, la Sofía, que en la literatura sapiencial hebrea es la gloriosa colaboradora deJahvé, en la mañana del mundo, y que en el sincretismo judeo-platónico de Filón seidentifica con el Logos. ¿Es posible que esta figura divina femenina, en la cual seconcentra tanta espiritualidad y tal resplandor de misericordiosa bondad, no haya tenidorelación ni influencia sobre la evolución que ha llevado a la <strong>Virgen</strong> María al lugar queconocemos en la piedad cristiana, y que se delínea con creciente intensidad a partir delconcilio de Efeso?Evidentemente, el problema no puede ser eludido. Pero la respuesta no es tan fácil ni tanobvia como podría hacerlo suponer una confrontación superficial.Hasta la mitad del siglo V no hay, en la cristiandad ortodoxa, nada que pueda definirseciertamente como un culto a María. Se podría suponer que precisamente el temor deasimilar la madre de Cristo a alguna figura femenina del sincretismo pagano haya tenidoun efecto de freno en la aparición de su culto. Pero hay por cierto una razón másfundamental: en la conciencia cristiana de los primeros siglos, María no tiene nada decomún con la personalidad divina o semidivina y misericordiosa. Permanece típicamenteen el plano humano como "testigo" de la encarnación, y aun testigo secundario. En lapiedad cristiana de los tres primeros siglos la posición de María es menos importante quela que va sumiendo los mártires, cuya veneración es atestiguada por el Martirio dePolicarpo, ya a mediados del siglo II. El primer gran impulso hacia la veneración deMaría es el surgimiento del ascetismo en el siglo IV; el segundo, la definicióncristológico del siglo V, el Theotókos. Antes de esto no hay ningún motivo determinantepara elevar a María a la dignidad de los altares.La situación es distinta en las corrientes marginales, tales como la gnosis. Aquíevidentemente opera el principio sincretista. La atmósfera espiritual de los cenáculosgnósticos es la misma que respiran Apuleyo y Plutarco, más precisamente la que debíareinar en los cultos de iniciación, que no recogían adeptos solamente de la levaduraintelectual de nuestros filósofos. Hallamos en la gnosis la misma tendencia a la fusión delos mitos y a su interpretación alegórica, y además una fantasía creadora de fábulas aveces exuberante que no siempre se mantiene dentro de los límites de una consciente49 Plutarco, De Iside et Osiride, cap. 9. Inscripción de Sais, ibid. Cap. 2. Hace derivar elnombre de Isis de la misma raíz que eimi, yo soy.

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