La <strong>Virgen</strong> María, página 2reconquistar a las masas. La predicación mariana, con su apelación a los sentimientossimples, elementales, se presta particularmente a ello. María atrae, en su calidad demujer, de virgen y de madre las emociones más poderosas y universales, la veneraciónsumisa y nostálgica del eterno niño somnoliento que hay en nosotros, deseoso de cariciasy de protección, y la atracción tanto embriagadora cuanto más sublimada y reprimida,que el hombre experimenta en presencia del eterno femenino. Y en este símbolofascinante se reúnen los más típicos valores cristianos, los de la bondad, de lamisericordia, de la indulgencia que redime y perdona. En la predicación mariana estosvalores se recomiendan por el vehículo de un símbolo de inmensa potencia psicológica.¿El culto de la virgen madre será tal vez el medio, el canal de gracia, por el cual loseternos valores cristianos se harán accesibles a las multitudes barbarizadas y elementales,incapaces de pensar, pero dotadas de una sensibilidad exasperada, de nuestro tiempo?¿Será María realmente “mediadora” en sentido histórico y psicológico, del cristianismodel siglo de la gran apostasía?Tal es el pensamiento expresado concientemente por los promotores más responsables dela piedad mariana. La nueva era será la era del triunfo de María, y el triunfo de Maríatraerá consigo el triunfo de Cristo y de la Iglesia: así profetizaba el Padre Chaminade,francés en 1838, en una carta a Gregorio XVI; declaración de la cual se hacía eco en 1927el Padre Doncoeur: “La generación presente, crecida alimentándose de dogmas y deeucaristía, realizará grandes cosas. Pero le falta todavía llegar a descubrir a nuestraSeñora”. 2Sin embargo, sería un error limitarse a esta perspectiva propagandística, o para decirlocon más respeto, misionera. El desarrollo actual de la mariología no debe interpretarsesolamente como el recurrir, más o menos consciente y voluntariamente, al instrumentomás potente de difusión. Tiene raíces más profundas, que no es posible identificar sinpenetrar en los más íntimos recesos de la fe católica. En un libro lleno de piedad, escritocon miras a la generación joven y especialmente a los seminaristas, el sacerdoteRomualdo M. Juan Evangelista lamenta que los jóvenes católicos, aun los propiosseminaristas, estén impregnados del espíritu “humanista y naturalista” del mundo de lacultura laica, del cual ni siquiera el estudio del dogma y la práctica de la eucaristíaconsigue librarlos. El sostiene, y es la tesis del libro, que un estudio sistemático de María,que comience en el gimnasio y el liceo y se prologue en los seminarios, es el medio másexquisito para la “formación sobrenatural” del seminarista, en preparación para lateología y para la vida teológica en la práctica pastoral y misionera. Porque “por María seva a Jesús, sí; pero solamente por toda María se llega a todo Jesús, en los individuos y enla sociedad; por medio de la Madre se llega al Hijo, por medio de la teología de María ala de Dios, en el pensamiento y en la vida”. “¡Per <strong>Maria</strong>m ad Iesum, et per Iesum adPatrem!” Tal es la vía que sigue la piedad católica, cada vez más consciente ydecididamente. Para ella, la mediación de María no es una proposición teológicaabstracta: es una experiencia vívida, un método de educación, un camino experimentadocuyas incomparables bellezas se celebran con creciente entusiasmo. 32 Nuebert, ibid., p. 6.
La <strong>Virgen</strong> María, página 3Ahora bien, todo esto no es natural ni indiscutible. Ninguna persona conciente de lagravedad extrema de la hora actual y de ka verdad eterna del Evangelio puede poner enduda ni por un momento que no sólo es necesario un avivamiento de la fe cristiana, sinoque es la única esperanza que le resta a nuestro mundo si no quiere precipitarse en elcaos. Pero que ese renacimiento debe seguir necesariamente la vía de una mediaciónpsicológica, pietista, misionera, teológica mariana no es obvio en manera alguna. Lamisma insistencia con que los promotores del culto mariano insisten sobre es necesariamediación, demuestra que esta idea es, para el propio catolicismo, una novedadparadójica, poco conforme con las más constantes, universales y seguras tradiciones delcristianismo.No hay por cierto ninguna evidencia intrínseca según la cual el Evangelio, el Evangelioeterno de nuestro Señor Cristo Jesús, de Jesús de Nazaret, profeta y maestroincomparable, del Crucificado del Gólgota, del Resucitado, no haya de poder serentregado directamente a una generación convulsa, desorientada, ansiosa como lanuestra, sin pasar por la mediación psicológica y teológica de la piedad mariana. El hechode que se sienta la necesidad de esta mediación, de que la desee, se la invoque, se lapredique con una convicción que nadie puede poner en duda, con un ardor que lleva en sílas mejores garantías de su sinceridad, plantea a los espíritus pensadores de nuestrotiempo un problema cuya gravedad no debe ser menospreciada en manera alguna. ¿Cómopudo la conciencia católica llegar a este extremo? ¿El Evangelio ha perdido, pues, paraella su evidencia intrínseca, su potencia de renovación y de convicción, hasta el punto deque deba ser reencontrado, repredicado a través de la piedad y el pensamiento marianos?¿Por qué fatalidad histórica María ha llegado a ser la necesaria mediadora de Jesús?Formular estas preguntas significa plantear una vez más el problema del culto mariano enel catolicismo, en la historia y en la actualidad. Problema de sumo interés. No sólo setrata de uno de los aspectos más importantes de la piedad de aquella Iglesia que a travésde sus organizaciones religiosas, escolásticas, políticas aspira visiblemente el dominioespiritual del mundo, al menos del cristiano, sino que el desarrollo de la piedad marianapresenta, tanto desde el punto de vista de la historia de las religiones, como desde el de lapsicología religiosa, como del desarrollo dogmático, litúrgico, ético del catolicismoromano, un cúmulo tal de aspectos interesantes, que constituyen un campo deinvestigación por sí mismo.En las páginas que siguen nos hemos limitado al aspecto histórico dogmático delproblema. Por obvias razones de espacio renunciamos a la investigación litúrgicapropiamente dicha: por lo demás, ésta no tendrá interés, para el objeto de este libro, sinoa partir del momento en que las afirmaciones piadosas contenidas en la liturgia se acogenconcientemente como principios doctrinales normativos, según el conocido principio: lex3 Sac, Romualdo M. Giovanni Evangelista, de la Pía Societa di S. Paolo: Lo studioorganico e metodico di <strong>Maria</strong> santísima in Ginnasio, Liceo e Teologia, per la formazionesopranaturale del seminarista. Alba, 1944.
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