La <strong>Virgen</strong> María, página 28esa literatura, sea por sus tendencias gnósticas, sea por su absoluta falta de moderación.Los relatos de nuestros evangelios canónicos relegan a segundo plano, y en realidad,generalmente excluyen por completo, cualquier interés puramente narrativo, paraconcentrar la atención de sus lectores únicamente sobre la figura de Cristo, como Mesíassufriente y glorioso. Pero el deseo natural de saber más, de dar nombre a los personajessecundarios, de explicar ciertas circunstancias sobre las cuales el Evangelio calla, deglorificar al Redentor con abundancia de prodigios estrepitosos, se desahogaprecisamente en la literatura apócrifa; y no debemos creer que por un carácteraparentemente concreto, por la frescura que presenta, el relato más circunstancial, máslleno de detalles y nombres, sea el más antiguo, porque la verdad es precisamente locontrario, y la mayor concreción del relato sólo muestra la fase más adelantada de laimaginación creadora de la leyenda.Pero la Iglesia no perseveró en el sano espíritu crítico de los primeros siglos. Acalladaslas discusiones provocadas por los gnósticos, fijado firmemente el dogma en los grandesconcilios de los siglos IV y V, el material legendario de los evangelios apócrifoscomenzó a circular más libremente en versiones expurgadas para hacerlo ortodoxo, comodeclara el prefacio del Pseudo Mateo, y sus temas entraron a formar parte del patrimoniocomún de la Iglesia. Casi todo lo que se cree saber de la <strong>Virgen</strong> María procede de laliteratura apócrifa: el nombre de sus padres, Joaquín y Ana, su tardío nacimientoanunciado por un ángel, su educación en el templo, su voto de virginidad perpetua, luegodel cual fue confiada a José, anciano y viudo, designado por el prodigio de que salierauna paloma de su bastón; las circunstancias que hemos mencionado del nacimiento delSalvador, las cuales van precedidas por una larga y trágica historia - de un gusto más quediscutible - sobre la situación escabrosa en que José y María llegan a encontrarse despuésde su concepción virginal, sobre el "juicio de agua" a que ambos son sometidos, por obrade los sacerdotes, y del cual salen victoriosos; y después del nacimiento de Jesús, losprodigios de su infancia caprichosa de pequeño déspota divino. El interés de la leyenda sedesvía tempranamente de la figura de Jesús hacia las de los personajes secundarios, sobretodo la <strong>Virgen</strong> María, con particular predilección por la teoría de su virginidad perpetua.Del Protoevangelio de Jacobo, en particular, había sacado Orígenes que los "hermanosdel Señor" eran hijos de José, habidos en un matrimonio anterior; explicación que, si bienno tiene ningún apoyo en los Evangelios canónicos, en último análisis podría ser másplausible que la teoría elaborada sobre los textos evangélicos, pero ya hemos visto a costade que tergiversaciones, por Jerónimo, y que luego llegó a ser la posición oficial de lateología católica.Se puede creer que fue precisamente el deseo de precisar la figura y las circunstancias dela vida de la <strong>Virgen</strong> María, como consecuencia de la importancia que asumió comosímbolo culminante del ideal ascético del siglo IV, y de la posición excelsa que en el 431le asignó el Concilio de Éfeso al proclamarla Madre de Dios, lo que indujo a la Iglesia aatenuar su anterior desconfianza de las tradiciones apócrifas y a acoger el contenido delas mismas; pero no obstante la riqueza de sus aportes a la piedad y el arte cristianos, unquisieron ofender su modestia. Algunas de estas razones son ciertamente plausibles; ¿nohabría tal vez recordárselas a los fieles de María?
La <strong>Virgen</strong> María, página 29sobrio juicio histórico ha de reconocer su total falta de consistencia. La intensa laborrealizada por los eruditos sobre las fuentes extracanónicas de la vida de Jesús, con laayuda de preciosos hallazgos de papiros, no ha hecho sino confirmar lo que siempre hasido la convicción de la Iglesia: que todo lo que podemos saber de Jesús, aparte dealgunos dichos de poco valor <strong>completa</strong>mente secundario, está contenido en los libroscanónicos del Nuevo Testamento. Y esto es cierto también de la <strong>Virgen</strong> María.La <strong>Virgen</strong> MaríaCapítulo 3La Madre de DiosEn el año 325, sólo doce años después de la victoria política del cristianismo, el Conciliode Nicea, condenando las ideas de Arrio, definía la "consubstancialidad" de Dios Hijocon el Padre, esto es, la perfecta divinidad de Jesús. Como consecuencia de aquelladefinición, María pudo ser llamada en cierto sentido, la Madre de Dios (Theotokos). Noes posible indicar con seguridad el origen de este adjetivo que, según una afirmación noverificable del historiador Sócrates, se remonta a Orígenes, y es empleado muchas veces,por cierto, por Atanasio, el gran promotor de la ortodoxia nicena. La intención originaldel título Theotókos (Deipara, Dei genitrix) no es glorificar a la <strong>Virgen</strong> María, sinoexpresar con un término claro, terminante, popular la verdadera humanidad divina deCristo: Dios, en Cristo se hizo hombre en un sentido tan preciso y realista, que se puededecir que María es su madre. Esta expresión es una paradoja en la cual la fe se complace,adorando en ella la humillación de Dios, descendido al mundo "en forma de siervo" (Fil.2:7) para salvar a los hombres. Por lo demás, no parece que en todo el siglo IV el título"Madre de Dios" haya tenido gran difusión, a no ser en Egipto: Alejandría había sido yaen los siglos anteriores el crisol espiritual de una cristología mística bastante radical,mientras en las discusiones de los siglos IV y V la escuela de Antioquía, y con ella laIglesia anatólica, representa, en contra de aquella, las exigencias de la sobriedad crítica yde un moderado racionalismo teológico.En torno al título Theotókos se desarrollaron, en la primera mitad del siglo V, las disputasteológicas más vivas, y aun violentas, las que, turbadas y envenenadas por rivalidadesentre sedes patriarcales e intervenciones de la autoridad política, hallaron su arreglo,limitado a la doctrina que nos ocupa, en los concilios de Efeso (431) y de Calcedonia(451).También en esas discusiones lo que está en juego es, esencialmente, la cuestióncristológica. María no es el objeto directo de las mismas. Su persona, la preocupación porsu "honor", no tienen parte alguna, al menos oficialmente. El verdadero problema es el dedefinir exactamente el concepto niceno de la identidad sustancial de Cristo con Dios(omosousia), evitando interpretaciones insuficientes o excesivas, que puedan perturbar lafe. Entre éstas la expresión "la madre de Dios" no era la más atrevida. Desde los primerossiglos, los cristianos habían repetido con un estremecimiento de horror sacro y de amor
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